Crónicas viajeras
Fue un lunes en la tarde. Me había sentado frente a la computadora para empezar a trabajar en mis múltiples tareas y proyectos personales pero que mi cuerpo no me dejó seguir por tanto cansancio. Me sentí tan abrumada por todo lo que tenía que hacer que no pude parar de pensar durante todo el día. A eso se le sumó una migraña que se activaba cada vez que miraba una pantalla, palpitaciones aceleradas por ver al Joven Alemán que desde la primera mirada que nos dimos me gustó entrar como huésped al lugar de trabajo los fines de semana ese 20 de enero, insomnio y dificultad para tomar decisiones en aquel momento, olvidos constantes. Diagnóstico: estrés postraumático La Cura: vacaciones, viaje y amor entre muchas otras cosas (meditación, lectura, mindfulness, pantalla cero, gotas de valeriana, naturaleza y terapia).
Durante los meses siguientes antes de mi viaje me dediqué a bajar el nivel de estrés: salí a caminar por los parques de Medellín cuando se podía, a escribir y seguir descubriendo mi ciudad, a mirar el cielo con sus aves volar, y junto con eso imaginarme mi primer viaje en avión, por aquella época casi no usé el teléfono ni vi mucha televisión colombiana, comencé a investigar sobre el lugar que conocería, practicar idiomas, hice muchos escritos y comencé a crear buenas historias a partir de mi lectura diaria, me leí como diez libros, observe documentales y empecé a construir mi segundo sueño del café junto con mi pareja, todo esto 2 veces a la semana y un día del año de un mes cualquiera fui a conocer la nueva casa que está construyendo mi hermano y también la de mis padres, a conversar con mi ser amado cada día mientras pudiéramos vernos en persona por Skype a la distancia y a soñar con la posibilidad de un día viajar en avión a cualquier lugar que me alejara un poco de Colombia. Recién después de 28 años entendí la importancia de tomar decisiones y grandes riesgos, de irme de viaje solo con el fin de desconectarme de mi mundo y comenzar a vivir nuevas experiencias.
De repente y después de cuatro meses de cancelaciones constantes de vuelos, me encontraba sentada esperando el ingreso a mi primer viaje en avión un 30 de octubre del año 2020 cuando tomando una taza de café colombiano de marca Juan Valdez recordé la primera vez en que conocí un nómada digital en la sala común de un hostal en mi ciudad natal Medellín Antioquia, a finales del año 2017 yo recién me embarcaba en este mundo a escaso mes y medio de mi graduación universitaria como Comunicadora Social y Periodista en ese momento había terminado de hacer un recorrido turístico por el centro histórico de la eterna primavera y al llegar por escasos 2 segundos lo observe sentado frente a su laptop mirando los lugares de la ciudad para visitar y conversando en otro idioma que no entendía con otro huésped como suele pasar cotidianamente en los hostales, por un momento se detuvo a saludarme y me hizo las preguntas típicas: de donde sos, donde estuviste, hacia dónde vas y después como te llamas y a que te dedicas. No recuerdo muy bien su nombre, solo que era canadiense y que se presentó como periodista de viajes. Me conto que viajaba por el mundo hacía cuatro años y financiaba sus viajes vendiendo artículos a revistas y guías de viajes y seguidamente me dijo: “Voy a un lugar, busco una historia y le propongo la nota a varias revistas que encuentro por internet o con las que ya tengo contacto. Muchas veces no me responden, pero casi siempre hay alguna a la que le interesa comprar mi artículo. Con eso genero el dinero suficiente para poder seguir viajando y a veces hasta gano extra”. A lo que yo 3 años después de esa conversación comenzaría a vivir.
Y fue allí cuando de repente sin buscarlo mi vida cambio, sin ni siquiera imaginarlo lo soñado tantas veces desde niña aquel mes de octubre del año más caótico para todo el mundo sucedió, de repente me encontraba sentada en la silla de ese avión rumbo a Europa como en mi sueño mi creador era el piloto y yo solo su pasajera, pero antes de eso, entre la alegría, tristeza y la ilusión iba avanzando por las rectas y curvas de la autopista de aquella bella ciudad que me vio crecer, que descubrió en mi existir las necesidades para vivir, aquella que pudo sentir el calor de mis lágrimas y escuchar el susurro de mi corazón, donde encontré el amor y algunas veces la derrota.
La cual después de 28 años le decía hasta luego, desde las altas montañas que conducen al Oriente Antioqueño donde se avista mi más bella ciudad y, en compañía de mis familiares a las 9:15 de la mañana emprendí mi rumbo a mi nuevo destino alemán el que acogí y asumí con amor y responsabilidad, pues somos hilos conductores que generamos constantemente redes, tramas, relaciones y conexiones. Partimos de puntos distintos, coincidimos, nos alejamos y volvemos a encontrarnos.
La primera sensación que tuve al llegar al aeropuerto de Holanda fue que había viajado en el tiempo, por su idioma, el olor a otro tipo de café, la vestimenta de los policías y hasta la forma del azúcar, fue como si el trayecto en auto y avión desde Colombia a Europa también me hubiese llevado un par de siglos hacia atrás cuando era niña y deseaba ser astronauta y azafata “Esta ciudad debería estar en un museo de Colombia” como las fotografías que solía ver sentada en el sillón de mi casa en Medellín, pensé cuando me preparaba poniéndome el cinturón de seguridad en el avión, “tan parecidas algunas zonas de construcciones antiguas de Ámsterdam y Alemania a Barichara Santander en Colombia”. Dije, descansando un poco mientras esperaba recibir mi maleta para localizar la salida del aeropuerto y encontrarme con JG.
Unos días después de 14 días en cuarentena salí a caminar y me sentí en una Europa muy distinta de la que había conocido hasta el momento. Estaba en una ciudad majestuosa y a la vez descascarada, antigua y melancólica, imponente y un poco descuidada (una dualidad que me fascina y que, para mí, define a las ciudades más lindas). Sentía que Alemania me transmitía una tristeza sutil en suspiros mientras yo la caminaba: “Hola, sí, soy yo, ¡pero ay, qué vida la mía!”, como si levantara los hombros, respirara y se desinflara en recuerdos. A diferencia de Colombia que todo es Alegría, color sabor. No tuve mucho tiempo libre para conocerla de inmediato pues enseguida me metí en la vorágine de la rutina (mis estudios de alemán e inglés y todas las actividades complementarias que ha tenía JG para mí cada fin de semana) y fue desde ahí que dejé que la ciudad se convirtiera en el telón de fondo de mis actividades durante mi estadía.
Comenzando a entender que era parte de un conjunto; el cual cada elemento era tan importante como el todo, donde las jerarquías se disuelven dentro de un sistema en el que, si se jala muy fuerte el hilo, se tensan los demás; donde cada uno es tan valioso como el objetivo completo de la humanidad que lo constituye.
Cuando me desperté de la sienta ya eran las 9:00 de la mañana y en algunas horas sería ya de noche, el techo cerca de mi nariz, como si mi cama estuviera levitando, me hace despertarme rápidamente, y por unos segundos no me acuerdo dónde estoy. Vuelvo a ser consciente del movimiento, la voz de la conductora anunciando la próxima estación más cercana, el canto de los pocos pájaros y los constantes sonidos de ambulancia en la lejanía.
Me doy cuenta de que la pareja de novios alemanes no paró de tomarse fotos y el joven con uniforme militar británico, quien se montó tres estaciones después de mí, no dejo de hablar con su chica y chatear por su celular desde que me dormí; la voz en alemán de mi pareja, su forma de mirar el celular para ver si tenía más reuniones o meetings y las risas constantes de sus colegas de trabajo, quizás eso fue la voz en off de mi siesta, lo cual me hizo pensar que estaría despertando en mi habitación.
Me gusta escuchar sus voces sin entender muy bien lo que dicen. El alemán me suena, de ratos, parecido al inglés o al español en su manera suave de pronunciar algunas cosas. A veces, capto alguna de las palabras que dicen, como Estambul, Duisburgo, Anna Frank, ich, Danke gut, dus, guten tag y algo que suena como hokus pokus. El resto del tiempo es como escuchar una linda melodía en mis oídos que todavía no reconozco, pero que por algún motivo me reconforta y, en mi intento por despertar del todo observó a un hombre que abre la mesa en el interior de la silla del tren y empieza a comer una hamburguesa y papitas con la mano.
El revisor de billetes, se asoma a la silla nuestra para preguntar por el tiquete del tren con destino a Múnich. Todavía no puedo ver la nieve, solo siento que hace demasiado frío y aún sin levantarme del todo, mis ojos ven una fuerte neblina; le pregunto a mi pareja a cuantos grados estamos a lo que me contesta a 6 grados centígrados, (.) mi cuerpo reacciona y miro por 15 minutos a la ventana, pero, aun así, intuyo que seguimos avanzando por espacios abiertos y cerrados, solitarios y cubiertos de blanco como la salida de casa en Essen esta mañana. Son las 2:40 de la tarde, por la hora, estamos llegando a Múnich.
El tren queda estacionado durante al menos 30 minutos. Dicen que el coche comedor va a abrir más tarde, pero ya van a ser las 11:00 de la mañana y me muero de hambre. Le pregunto a JG y del fondo del vagón donde siempre suele estar el revisor de billetes y las camareras, para lavar los implementos de aseo y atender a las personas del tren, miro que lleva en sus manos una manzana y un jugo tropical, que me hacen recordar mi ciudad natal.
Me paro de mi silla rumbo al baño, ingreso y apenas abro la canilla para lavar mis manos, escucho que alguien habla: “No, no, ¡No!” El revisor viene corriendo, me cierra la canilla, me habla en alemán y cuando me ve la cara, hace señas de que abajo están trabajando. Están adaptando el ancho de vía del tren para entrar a la ciudad del equipo de fútbol Bayern Múnich, (.vuel) limpio mis manos como puedo y emprendo camino de nuevo a mi puesto en la posición 36 – 2 del tren ICE 1226, me siento y leo de nuevo a Mario Vargas Llosa (mi nuevo autor favorito, El Héroe Discreto, me parece un gran libro para leer en un viaje como este) y del cansancio, de nuevo me quedo dormida.
Me despierta una música clásica que sale de algún altoparlante cercano y la voz de una señora de cabello corto diciendo algo de Moskva, la capital rusa. Estaba soñando que caminaba por una ciudad nueva en pantuflas y un lindo abrigo de la mano de mi novio (de repente, imagino que desde hace muchos años mi vida la quería así, piensa mi inconsciente). Son las 3:10 de la tarde y hemos llegado a Múnich. No quiero salir del tren, este tren combina los mejores elementos de un día de invierno: puedo ver los paisajes nevados sin levantar la cabeza, puedo imaginarme el olor de la neblina entre muchas otras cosas más.
Ahora, en la silla somos dos: mi novio y yo, en esa misma estación se bajará la pareja de las 10 o 15 fotografías, quienes también esperan la salida y mientras camino a la puerta para bajarme, miro hacia mi lado izquierdo, leo un aviso en alemán sobre las reglas por el Covid- 19 y veo la pareja de esposos abrir la puerta de la habitación en el tren, en el interior, veo a sus hijos de 5 y 7 años, y por un segundo quedamos todos parados, esperando que se detuviera el tren para descender de él. Siento las miradas de esas personas observando detenidamente, intentando reconocer de qué país era yo, y mis ojos se detienen nuevamente a mirar cómo se organizaba la chaqueta, la bufanda y los audífonos mi pareja, para una nueva reunión corta con sus colegas del trabajo; su celular lo pone en su bolsillo y escucho la voz de su amigo hablando en alemán con él. Me toma la mano, me hace señas de que debo salir, lo miro detenidamente, le sonrió y me bajo del tren.
Sin embargo, antes de salir del tren, el vidrio emana frío, aunque de este lado parece verano, vamos por bosques y pueblos de pocas casas, pero con paisajes asombrosos, veo a un señor caminando con una pala, su chaqueta y la poca nieve en las rodillas. Las vías paralelas a las nuestras están cubiertas de neblina; cada vez que veo diez casas juntas, pienso que estamos en las afueras de Essen, pero después vuelven los espacios vacíos. Escribir es aprender a estar despierto, pienso. Me acabo de dar cuenta de que llevo 13 días desde que me fui de Colombia sola por primera vez, y los festejos de Navidad, en esta ocasión a tan solo un mes, (.) vuelvo a mis orígenes, dentro de mi estoy pensando: ¿Y si esto era lo que necesitaba? Reencontrarme con lo que me enamoró de viajar. Ya no sé si quiero vivir de nuevo en Colombia o quizás solo quiero un movimiento constante, pero lo único que sé es que nunca quiero dejar de escribir en mi vida.
Quizá empiece mi nuevo año tomando para siempre la mano de mi ser amado,con viajes constantes offline y mi sueño del café cumplido, de primero viajar y después contar, o de no contar nada. No sé por qué la vida eligió Alemania, pero ahora mismo, solo por estar en este tren, siento una conexión con el país que no me explico. Quizá esta es la pieza del rompecabezas que me faltaba.
Caminamos unos treinta pasos, entramos a un restaurante de la estación para comer algo, le doy 10 euros a mi pareja y le recibo la gaseosa. Me dice en qué parte de Múnich estamos parados en ese momento, parados frente a los señores taxistas, y me indica dónde tengo que botar la basura, me toma la mano, camina rápido y tomamos una ruta nueva para tomar el metro de la ciudad. En el camino, me enfrento a los carteles con letra alemana por segunda vez, y hacer esa combinación de cinco minutos me lleva más de media hora. Pero no me importa, tengo todo el tiempo del mundo y estas son las cosas que me encantan de mi primer viaje: sentirme un poco perdida, desfasada, fuera de mi comodidad. Me gusta tener que descifrar carteles sin acudir a la tecnología, me gusta estar en un lugar donde no entiendo nada. Cuando llegó al barrio de la casa donde ahora vivo y veo todos los autos y edificios de colores pasteles cubiertos, empiezo a hablar sola e imaginar aventuras nuevas, cuando un lugar me mueve y no tengo con quién compartirlo, me sale hablar en voz alta. Y digo, con una sonrisa enorme y las manos heladas del frío: ¡Qué es este lugar tan hermoso!.
Dejo mis cosas en casa, me pongo un saco nuevo y camino hasta el Centro de la ciudad para encontrar y tomar ese café del que me enamoré cuando lo probé. Me quedo parada mirando la Iglesia, con el viento frío del invierno alemán en la cara, y pienso: “Era esto. Esto era lo que necesitaba: venir a Alemania”. Y tengo la sensación de que no llegué por primera vez a este lugar, sino que volví después de mucho tiempo.
Hace dos semanas desde que llegue a Alemania voy a montar en bici por al menos dos días y cada vez que me monto a ella me pasa lo mismo: el primer impacto que tengo es que compite con mi pareja en el manejo de las manos y los pies para pasar un rato agradable junto a él, pero hago dos vueltas y pienso: “oh dios mío ya me aburrí, cómo voy a hacer para aguantar más de 45 minutos montando”. En la bici no tengo libros, ni videos de YouTube, ni conversaciones, ni Netflix, ni cuadernos, ni mapas, ni ventanas que aceleren el tiempo o me distraigan de las repeticiones. Somos mi cuerpo, mi mente y yo en ella que, mientras pedaleo duro, parece infinita la llegada.
Montar es puro presente y si bien me parece el deporte más exótico del mundo, lo quiero aprender desde que soy muy chica y es el único que mi cuerpo me pide en este momento, aunque no soy muy fan de los deportes. Las idas y vueltas en la bicicleta me ponen en un estado meditativo. Monto, luego pienso, luego existo. Es un estado al que solo llego cuando camino durante al menos una hora sin planes ni apuros o cuando voy en transporte por la ruta.
Soy de las que necesitan el movimiento para pensar, sin embargo, elegí uno de los trabajos más estáticos, que es escribir. Por más que parezca actividades opuestas, montar y escribir me resultan cada vez más similares: me cuesta tanto ir a montar bicicleta como ser creativa con los dibujos para mis historias, siempre hay una excusa o algo más importante que hacer, pero cuando voy en contra de mis pensamientos, cuando obligo a mi cuerpo a ir a montar o mi mente a pensar o sentarme en la silla para escribir, cuando entro en calor y voy agarrando el ritmo, ya no quiero frenar, me acuerdo porque es que me gusta hacer esto y me doy cuenta de que tanto en la bicicleta, en los pensamientos o en la escritura, lo que cuenta es lo que hay para disfrutar, es esa práctica diaria que debes tener para publicar o competir son cosas que pasan de vez en cuando, como culminación de un entrenamiento largo. (también es la consecuencia de ser una de esas personas que nunca puede hacer las cosas en orden, como leer un solo libro a la vez, estudiar capítulos en ingles de manera cronológica o usar los cuadernos de a uno).
Así que estoy trabajando en eso, en tener hábitos. Desde que tomé esta decisión sentí que todo cambió de lugar, hubo una inclinación de algún eje planetario interior y tuve que realinearme en un sistema distinto, pasar de ser una mujer estática con planes distintos en Colombia a ser alguien que salió por completo de su zona de confort, que se permitió vivir y aprender de todo a su alrededor quien se reacomoda para volver a funcionar en armonía. Si por 28 años mi desafío fue vivir en Colombia como una persona normal, ahora era vivir escribiendo para contar este mundo mágico que estoy descubriendo mientras lo disfruto observando.
“Con la escritura hay que comprometerse”, “viajar para contar historias” y los “sueños están para cumplirse” son mis tres mantras actuales. Los tengo escritos en papeles y pegados en la pared de mi escritorio compartido. No quiero olvidarme de lo que anoté en uno de mis cuadernos durante los nueve meses que pasé planeando en Colombia y por un instante pienso “Andrea tienes que ser una gran escritora”, y por escritora me refiero a todo aquello que pase por mi mente, el lugar donde me refugiare solo para dedicarme a escribir, crear y sentir porque en Colombia vivía de urgente en más urgente y me olvidaba de lo importante, de lo que quería hacer cuando estaba quieta. Siento que entré en la década de: “si vos no haces que las cosas pasen no van a pasar”, ya no vale el “dentro de un tiempo” el después o el quizás “seguro que en el futuro lo voy a hacer” (¿será cierto? ¿qué diré de mis 30 o 40?).
Hace unos días encontré algo escrito en otro cuaderno, al que bauticé El cuaderno de las pequeñas observaciones cotidianas: “Cuando empecé a soñar con viajar, lo que más me atraía de ese estilo de vida era que mis días fuesen distintos. Durante casi 10 años lo fueron. y ahora que decidí frenar por unos días, tengo otro proyecto que me resulta igual de atractivo: diseñar mis días, crear el mapa ideal de mi cotidianidad. Puedo tener días distintos, aunque esté quieta y repita las mismas actividades: leer, escribir, aprender, enseñar, compartir. Son verbos expansivos, donde caben mundos enteros”. Así que acá estoy, aprendiendo a convivir con la quietud y todo lo que cabe en ella. Por ejemplo:
Todas las mañanas, cuando me despierto, lo primero que hago después de dar gracias es mirar por la ventana del cuarto que hay de nuevo para sorprenderme o quedarme analizando el cuadro con un bello atardecer que hay frente a mí. La señora del frente quien también se sienta a escribir ya sabe quién soy (la que me saluda en alemán) y a veces, cuando JG está distraído, hablo en voz alta sobre mis próximos sueños o mis experiencias. Otras veces lo dejo en silencio y simplemente lo observo detenidamente.
Una vez por semana voy al supermercado Aldi y doy una vuelta por el lugar de las flores que ya tiene decoraciones de navidad o voy a la papelería dm que hay cerca de casa y miro todo y me quedó estática por escasos dos segundos aquella vez que fui compre un café, me supo a Colombia o camino la ciudad y al llegar a casa escribo nuevamente para la revista Dw o para el periódico con publicaciones en digital, sin embargo reacciono y por varios minutos escucho las conversaciones de las personas en alemán, Inglés y otra lengua que todavía no logro descubrir, la sirena de las ambulancias está sonando de nuevo, volteo para mirar y mis ojos se detienen para ver pasar el tren regional de color amarillo que nos ha llevado a la estación central a JG y a mí. De nuevo mi pareja me observa en silencio y está mañana antes de ir a trabajar me ha dicho que está feliz, me abraza, me dice que soy una chica muy inteligente, observadora y guapa que se siente orgulloso de mí, de mis escritos de como soy como mujer, de ver cómo me estoy adaptando al cambio y eso me hace sentirme especial. Por un instante regreso en mí y pienso:
Hay días que el mar tiene olas de tres metros y días que parece un lago como baldeneysee en Werden. Cuando sale el sol, la playa se llena y, cuando no, todo es soledad o tranquilidad. (El viernes pasado antes de sentarme a escribir una nueva historia, arregle la bañera, y casualmente metí los pies y por un instante sentí como si fuera el mar recorriendo todo de mi). Pero reaccioné y recordé que estamos comenzando época de invierno en Alemania y que todavía faltan como tres meses para terminar.
Voy camino a Holanda en la parte trasera del carro de mi novio a su lado va su madre y recuerdo que mientras manejaba la bicicleta está mañana y recorría ese inmenso bosque que no conocía, recordé que en una de las habitaciones de la casa de mis padres donde crecí, siempre hubo varios álbumes con muchas fotografías y algunas de ellas en blanco y negro. Digo siempre porque estaban ahí desde que yo nací, y cuando nacemos y vemos que algo está ahí, nos parece que es así siempre. Hago memoria y me observo de seis años y sé que en aquella época me pasaba tardes enteras mirando esas fotos, clasificándolas, oliéndolas (las fotos viejas tienen un olor tan particular), tratando de imaginarme como habrían sido mis padres a los 6 o 7 años me quede dormida en el asiento trasero del carro mientras llegamos a IKEA en mi viaje de Nordhorn a Holanda.
A veces cuesta entender, creo yo, que nuestros padres y familiares vivieron tantas cosas antes de que naciéramos, cuando yo nací, mi hermano ya era mayor tres años más que yo y hacía mucho tiempo ya tenía sus propias fotografías, si bien hablaba español mejor que yo y eso era algo normal; yo empecé a crear y ver la película desde esa escena. Todo lo que había pasado antes estaba en aquellas fotos y en algunos videos caseros que papa grababa, en cartas, en relatos. A veces estamos tan enfocados en escribir nuestra propia historia que nos olvidamos de observar con detenimiento todo lo que nos rodea para impresionarnos.
En este relato, en este viaje y en esta búsqueda han participado muchas personas. Algunos de ellos desconocidos para mí, españoles, canadienses, marroquines suizos, franceses y muchos alemanes, pero ni uno todavía sudamericano.
Salimos por el pueblo a recorrerlo en las bicicletas y mientras transitábamos los lugares empecé a preguntar en inglés: “¿Sabe dónde queda esta iglesia?”, “¿desde dónde podemos ver este paisaje?”, “¿este museo cuál es?”, y así. No pensé que el no saber alemán iba a ser una barrera tan grande, pero en esta parte de Alemania donde yo me encontraba en el momento no muchos hablaban español o inglés los dos idiomas que por el momento se, así que nos comunicamos como pudimos, mezclando alemánglish con espanglish con traducciones de Google, con «creo que está diciendo tal cosa» y con señas. Muchas cosas no pudimos averiguarlas y otras sí, pero lo que me encanto de esta búsqueda, lo que investigue y analice, es la paciencia, el compromiso, la dedicación y el respeto que ha tenido mi novio conmigo para enseñarme sus tres idiomas (Alemán, Ingles, Frances porque el cuarto que es Español claro, ya lo sé) o cualquier otra cosa que le pregunto al escuchar a las personas con las que conversamos, o nos cruzamos, aunque no puedo mentir algunas de ellas han tenido una muy buena predisposición y ganas de ayudarme. Así que estos momentos que comparto con ustedes, son el resultado de varios días de búsquedas, de preguntas a desconocidos, de risas, perdidas y miradas frías de idas y venidas por las auto rutas de esta ciudad, de este idioma alemán.
Continuo escribiendo y JG me expresa que tengo mucha energía durante todo el día que nunca me ha visto quedarme quieta desde que llegue, él en su descanso por algún rato se queda analizándome y si no es que sonríe, me pregunta cómo me siento, como estoy o que otro sueño tengo por contarle, dice que me ha visto perderme en mis pensamientos y sonrió que para estar en época de invierno en Europa tengo mucho entusiasmo, me abraza de nuevo y me menciona al oído que fue una de las tantas cosas que lo enamoraron de mí. Él continua en sus labores y yo sigo escuchando en la tv las noticias sobre las posibles restricciones por el Covid 19 en alemán, aunque todavía no lo entienda a la perfección. Y mientras lo observo pienso: hace dos días llegamos de la casa de sus padres, subimos las escaleras a casa en Essen y por un momento me senté a descansar en el sillón de la sala con tres paredes blancas y una a color con fotografías nuestras y observándolas, fue allí donde consideré que cada vez estoy más convencida de que las cosas, los momentos y los libros como lo que soñamos nos encuentran a nosotros, y no al revés.
Sin embargo, unos días antes, estando sentada en la sala de la casa donde ahora estoy, revisé mi agenda y en uno de los tantos escritos que tenía en ella encontré uno muy especial: era que iba disfrutar cada biblioteca que me encontrara y vaya sorpresa me di cuenta que desde antes de que tuviera esta profesión (se lo hago a todas las bibliotecas que he visitado) y un título me llamó la atención: Lonely Planet’s Guide to Experimental Travel (lo cito en inglés y en cursiva porque estaba en ese idioma y esa forma y no lo encontré en castellano ni en e-book). Lo abrí. El libro me proponía conocer lugares a través de distintos juegos o experimentos (por ejemplo: caminar —con ayuda de alguien— con los ojos vendados, montar en bicicleta, tomar decisiones tirando los dados, explorar una ciudad a través de canciones que hablen de ella, dejar que un perro local te lleve a pasear, tomar un transporte hasta el final de su recorrido, trazar tu nombre en un mapa y seguir esa ruta, caminar siguiendo un patrón como izquierda-derecha-izquierda-derecha, ponerte una máscara y salir como si nada, entre muchos otros) y sentí que me llegaba en el momento justo. Si bien cada lugar que he visitado desde Colombia hasta aquí es nuevo y distinto, a veces la manera de conocerlo (llegar – salir a caminar – sacar fotos) se me vuelve repetitiva y un poco monótona. Así que tomé nota de los experimentos que más me gustaron y me propuse ir combinándolos, de vez en cuando, con ciudades y personas nuevas.
Y me pregunté porque no comenzar a realizar esto con aquel bosque que recorrí el día de ayer, aquel que tenía olor a almendras y se encontraba ubicado en el valle de una colina de colores verdes y arboladas donde en la mitad de el pasaba el tren y estaba conformado por un conglomerado de casitas rurales con techos particulares y un monasterio para los monjes. Un lugar tranquilo que no figura en el momento en los mapas turísticos ni mucho menos en este libro ya que no hay puntos de interés que atraigan a los viajeros.
Recuerdo que tome de nuevo mi chaqueta mis llaves y baje de la mano de mi pareja por las escaleras, en ese momento caminé sin pensar, dejando que me guiara la intuición. Íbamos a distraernos por 5 minutos a la ruta del tren en Essen antes de volver a las labores de la semana y mientras lo hacía pensé: ¿Esa escalera que había observado antes a dónde llevará? ¿Se podrá pasar por ahí? Me gusta esa planta. Qué buen olor. ¿Y por allá qué habrá? Qué lindo detalle las flores en la ventana. ¿Sera un lindo atardecer desde todos lados? ¿Qué horas serán en Colombia para llamar a mis padres y mi hermano para saludarlos? y no sé bien cómo fue que pasó y me cuesta un poco explicarlo, pero en algún momento de la caminata me abstraje del tiempo y del espacio (es decir, me olvidé de que era domingo y de que estaba en Essen Alemania, Europa, en el Planeta Tierra) y empecé a sentir que estaba dando un paseo por mi inconsciente. Fue como si mi mente hubiese convertido su imaginación, sus preguntas en la representación a gran escala de mi cabeza (con todas sus esquinas) y de todo lo que tengo guardado ahí. Me sentí como dentro de Incepción («El origen», la película con Di Caprio, donde los escenarios de los sueños los fabrica un “arquitecto” como mi hermano y los puebla “el soñador” como yo, con imágenes de toda la gente que alguna vez se cruzó en la vida) o, tal vez, como metida en un cuadro de Dalí o Magritte. Así que, con esa sensación de estar paseando me puse a jugar.
Si el pueblo representa mi mente, toda la gente que me cruzo son personas que conozco (o que por lo menos vi alguna vez) o facetas mías. Los objetos representan mis etapas o experiencias. La arquitectura y el arte, mis gustos o deseos, vamos a ver. Ahí van V y F, hablando de los temas que siempre conversan; mira la cabeza de Buda en la ventana, es de mi época asiática, le dije “buenas tardes” a la señora, ella me miró con mala cara y no me respondió; «me estoy meando», dijo una chica que pasó al lado mío, y yo un poco también; qué buena escena ese señor fumando una pipa, asomado a la ventana entre flores y macetas, está ahí listo para ser fotografiado y yo no me animo a hacerlo por no molestarlo; “oh por dios creo que me acaban de sacar una foto”, así se debe sentir la gente a la que intento fotografiar sin que se dé cuenta; estos van hablando inglés y los de allá alemán, idioma que quiero aprender; esas zapatillas colgando del cable me hacen pensar en mi barrio en San Javier Medellín Colombia y en ese pueblo raro en el que todos andan descalzos…
Seguí caminando y entramos a comprar café (una de mis bebidas preferidas en esta época de invierno) y vi, por la ventana que tenía al lado de mi carro para mercar, que una mujer frenaba con su labrador blanco impecable. Otra chica salió de la tienda, acarició al perro y le puso una galletita con forma de corazón en el marco de una ventana, del lado de afuera de una casa. No llegué a agarrar la cámara porque quería ver qué pasaba. El perro miró la galletita, miró a la dueña y, cuando la mujer le hizo un gesto, se la comió. Me pareció una escena demasiado idílica y sacada de alguna parte muy cursi de mi cabeza.
Mientras bajaba hacia la nueva tienda que conocería con JG, pensé: “Este es un lugar para venir con Faber” (mi hermano de toda la vida, una de las personas con las que hablo de inconsciente a inconsciente) y ahí quise cambiar las categorías tradicionales (“lugar de veraneo”, “lugar mediterráneo”, “medina árabe”, “ciudad europea”, «bla») por mis categorías subjetivas (“lugar para venir con Faber, Vanessa, Blanca, Uriel Silvia Daniel Rudiger y mi pareja”, “lugar para curarse”, “lugar para viajar en otoño, verano o primavera”, “lugar para jugar a crear”) y empecé a imaginar enciclopedias subjetivas, con opiniones de un autor determinado (siempre tan invisible), del estilo: “este ítem no se me da la gana explicarlo”, “la leche de chufa que me dieron mi suegros el fin de semana me suena a bebida de búfalo”, “la naranja que observo en la mesa de la casa de los padres de JG no es solo una fruta, también es mi color preferido”, “sí, Medellín tiene tal cantidad de habitantes, pero para mí es treinta ciudades en una”, y así: poco dato duro y mucha anécdota. Y ahí me dije: mejor le aviso a mis lectores que mis relatos del mundo son tan subjetivos como esa falsa enciclopedia en primera persona. Yo suelo enamorarme de lugares y tener experiencias que tal vez para otros nada que ver, por eso es un peligro que se guíen demasiado por lo que escribo, porque siento que cada persona vive, siente y expresa su propia realidad vivida a su manera.
Acto 4. Life begins at the end of your confort zone.
(La vida empieza al final de tu zona de confort)
A veces cuesta arrancar. Pero no me arrepiento de haber salido, hace ya un mes que “estoy de viaje” y todavía falta mucho. Estuve demasiado tiempo en Medellín Colombia y me acostumbré a mi pequeña rutina: escribir, leer, publicar, hacer locución y editar mi libro personal, mirar por la misma ventana hacia los mismos edificios, dormir en el mismo colchón todas las noches, hacerme el mismo desayuno todas las mañanas, salir a caminar por la ciudad con rumbo prefijado, hacer trámites, ir al taller de escritura, ir al mismo supermercado y comprar las mismas cosas para preparar las comidas de siempre, esperar mi libro de la casa editorial Ita y reclamar papelería del correo enviado por el Club de Prensa de Medellín, ir al CIPA para grabar mis notas para radio, tomar siempre los mismos colectivos para ir a los mismos lugares, reunirme con mis colegas, ver a mi familia, soñar con viajar largo por primera vez y esperar con paciencia a que llegara el momento.
Y el momento llegó tan de golpe, tan de un día para otro, que me costó (mucho más que de costumbre) salir de mi vida no-viajera y embarcarme a descubrirme como una viajera. Todavía estoy en eso, dando pasitos lentos pero seguros de un mundo al otro en medio de una pandemia, la diferencia ha sido observarlo por primera vez por la ventana del avión en medio de esta situación.
En este momento estoy cruzando el puente colgante que hay cerca de casa, asombrada asomándome con timidez a ese estado que antes me resultaba tan natural en Antioquia, porque sin darme cuenta (recién ahora lo noto) mi cuerpo se acostumbró a ciertas repeticiones y costumbres propias de la vida sedentaria y me ha enseñado de otras, propias de la vida nómada.
Por dos segundos me detengo a pensar frente al teatro de la filarmónica de Essen Alemania y sé que me gustaría que mi hermano viviera está experiencia. Mi zona de confort en Colombia era tan concreta y limitada que me fue muy difícil cruzar esa frontera de supuesta seguridad que construí en Medellín durante 28 años y sentirme como lo estoy ahora cómoda, feliz y segura en la zona desconocida de los viajes donde algunos ni se atreven a tocarla por respeto o por miedo.
Pero en esa zona desconocida e incómoda es donde ocurre la magia, dicen. Cuando nos animamos a salir de la comodidad y de lo predecible es cuando empiezan a pasar cosas extraordinarias y ahora sí que me están sucediendo (que probablemente no hubiesen ocurrido de haberme quedado en mi cajita confortale).
Siento este primer mes de mi viaje por Alemania, (Ámsterdam – Nordrhon – Essen – Múnich – Werden, Kettwig y próximamente Dusseldorf) como una sinfonía, en todo mi cuerpo como un inicio formal de mi nueva vida. Todavía estoy en ese estado asombrado del principio, todavía me cuesta por momentos. “Hace mucho aprendí que el comienzo de un viaje siempre es poco fluido, torpe, fragmentado, especialmente cuando se viaja tan de golpe a una realidad tan distinta”. Lo escribí yo misma en mi libro, aunque a veces siento que la que dijo eso es otra persona ahora, me olvido de que ya pasé por varios síntomas parecidos cuando estaba en mi país, pero con mi carrera, muchos no creían en mis capacidades, algunos me cerraron la puerta y solo pocos me han acompañado en toda mi trayectoria.
La diferencia es que esta vez no viajé a una realidad distinta: viajé a otra zona de confort donde estaría completamente sola. Mejor dicho: deje todo y me arriesgue a vivir como siempre lo había querido. Y me siento asombrada del mundo que he encontrada afuera. Los primeros días de este viaje me he admirado con todo: llevar mi maleta, recorrer los aeropuertos, tomar otro tipo de café, comer, observar los paisajes, escuchar otro idioma, no dormir en mi cama, intentar hablar alemán con mis suegros, hacer señas para que me entendieran, no tener una casa propia, sacar fotos, asombrarme con los museos y las esculturas escribir en otro idioma completamente distinto para mí.
Sin embargo, todo eso lo estoy logrando de a poco, y lo que más me encanta de este viaje, es que he desarrollado más mi capacidad de escribir, algo apasionante para mí, pero de a poco, pero segura, sin dejar mi esencia, sin olvidar de dónde vengo y para donde voy, para cumplir todo lo que he soñado, para vivir.
La inspiración cada día la siento más a flor de piel no quiero presionarla quiero que siga fluyendo sola, que me motive, me cuestione me haga seguir descubriéndome en la escritora en la que me estoy convirtiendo. siempre en mi vida he sido arriesgada y soñadora, quizás por eso no fue difícil tomar la decisión de vivir está experiencia, siempre he tenido muy claro lo que quiero y hacia dónde voy, viajar es como estar soñando, y esta no es la primera vez que lo digo: lo que pasa es que cada vez me convenzo más de lo oníricos que son los viajes. O por lo menos los míos.
A veces me cuesta creer que estoy despierta cuando viajo: todo me parece tan sorprendente que siento que estoy soñando. Es que, si uno se deja llevar por el camino, el viaje se convierte en un almacén de sueños: basta con cruzar la puerta para encontrarse con estantes repletos de posibilidades, vitrinas llenas de historias por empezar y heladeras con todo tipo de realidades paralelas listas para ser ingeridas. Una gran parte del viaje está determinada por las decisiones personales que cada viajero toma, otra gran parte está determinada por el azar, y otra por todas esas realidades simultáneas que existen a tan pocos kilómetros de distancia. Sólo es cuestión de tomar el camino que va a la derecha en vez del que va a la izquierda (o vice versa) para caer en una realidad completamente distinta a la que nos hubiese esperado al final del otro trayecto. Un viaje no sería lo que es si el mundo no fuese tan diverso. Porque si todos viviésemos exactamente de la misma manera y tuviésemos el mismo paisaje de fondo, ¿qué gracia tendría salir a conocer lo desconocido? Por eso agradezco que el mundo sea un gran almacén de realidades.
Por otro lado, me impresiona sentir que en cada uno de estos lugares existe cual casillero inamovible de un enorme tablero, un casillero que seguirá estando en la misma posición durante años/siglos, pero que en mi vida será solamente eso: un casillero por el que alguna vez pasé y hoy dejo escrito en papel.
Durante esta historia por Alemania además de viajar, he soñado mucho. Soñé con burbujas hechas de carne y de carbono, soñé que estaba en una librería subterránea y había un terremoto de buenas letras y cuando yo quería salir a la superficie para ver si la gente estaba bien uno de los autores me decía “Ahh no, nosotras no estamos en esa onda”, soñé que filmaba autógrafos de mi primer libro temeraria soledad, con muchos dulces en mi mano, soñé que iba en un barco y apenas baje de él, Maluma, Nicky Jam y J Balvin me hablaban y me montaban en su auto, soñé que esperaba un ascensor durante media hora para subir cuatro pisos, soñé que aparecía en los Alpes suizos y tenía que volver (otra vez) en auto a Medellín a visitar a mi familia, tuve un sueño lúcido en el que me di cuenta de que estaba soñando… Y llegué a la conclusión de que tal vez los viajes son eso: sueños lúcidos, situaciones en las que uno se da cuenta de que está soñando porque nada de lo que está pasando podría ser real… Y al igual que en un sueño, en un viaje lo mejor es dejarse llevar: nunca se sabe en qué lugar, persona o experiencia puede desembocarse un nuevo camino.
Acto 5: Lo que observo mientras estoy sentada frente a la ventana.
A veces mientras observo por la ventana desde el piso cuarto donde ahora por semanas vengo y trabajo en mis proyectos personales y profesionales me quedo detenida en el tiempo mirando la inmensidad de este país que me ha acogido con tanto cariño, Essen y muchas ciudades alemanas que he recorrido me han recibido con los brazos abiertos y agradecida con la vida y todos aquellos que hicieron posible que este sueño se cumpliera me imagino que a veces el mundo es el escenario de una gran búsqueda del tesoro en la que participamos todos, las ciudades son patios de juegos donde la gente deja, tira o pierde cosas que otros al pasar recogen, las miran las encuentran, las levantan y se preguntan de dónde salieron, cómo llegaron hasta ahí, que camino transitaron para haber quedado justo ahí en medio de dos baldosas medio rotas, o justo ahí en medio de uno de los escalones de una iglesia. Las cosas abandonadas van pasando de mano en mano, se resetean cuando cambian de dueño, van reescribiendo su historia, se presentan anónimas, puro presente, con un pasado que solo se puede intuir, imaginar o inventar.
Desde muy niña tengo la costumbre de caminar mirando hacia abajo, no sé si por timidez, por mala postura porque en Medellín hay muchas calles rotas o para no pisar en falso. También puede que camine así porque quiero encontrar cosas. Antes no me animaba a levantarlas: “lo que está en la calle es basura, está sucio, no se toca, no se levantan cosas de la calle, Andrea” decían mis padres. No sé cuándo cruce la barrera, tal vez cuando encontré arrugada una hoja de papel con un bello poema de Pablo Neruda, tal vez cuando vi hace una semana que mis nuevos vecinos habían tirado una caja con muchos escritos o encontré tirados al lado de un árbol hermosos tapetes, cosa que me llevó a tocarles el timbre para preguntarle si no había sido un error, porque la acción de “tirar algo” tan preciado a la basura puede ser bien metafórica pero a mí me está comenzando a generar algo raro lo que me lleva a preguntarme: ¿lo dejaron ahí para que otro se lo apropie y lo disfrute? ¿O lo abandonaron porque ya no les transmite la emoción que en algún momento sintieron?
En las calles del mundo, además de gente, hay muchas cosas. En Europa, por ejemplo, es costumbre dejar muebles, tapetes, o camarotes que ya no se usan en algunos rincones de las ciudades. Mucha gente que estoy conociendo se armó la casa con mesas, sillas y cajoneras que encontró, impecables, en la puerta de algún edificio.
¿Cada vez que salgo a caminar por Essen con vos me encuentro algo?, le dije a JG, sintiendo como mis botas color gris habían pisado un lego color amarillo. He descubierto que Alemania tiene eso puedes salir a cualquier hora del día, sola, acompañada en autobús, a un bar, para escribir, cantar o tocar una guitarra a lo que tu desees y la ciudad como un gran patio de juegos a la potencia. Se preguntarán que paso con el Lego color amarillo pues lo tome en mis manos, le tome unas pocas fotografías, lo dibuje y empecé a sacarle pequeños escritos, intentando exprimir lo suficiente de él. Porque las cosas, así como las personas cuando las observamos, o las encuentras debes de conocerlas muy bien para poder vaciarlas de sentido, descubrirlas, como a la naranja que JG y Yo comemos siempre en la noche y me hace mirarla de todas las maneras posibles para luego escribir sobre ella.
Flecha: Recuerdo que cuando era chica jugaba con baldes llenos de Lego junto con mi hermano, no sabía construirlos porque creo que no era un arte que me gustara tanto, el experto en eso desde niño siempre fue mi hermano, creo que por eso se convirtió en arquitecto sin embargo me gustaba unir las piezas Flecha: ¿está de dónde salió? ¿Se le cayó de la mano/mochila/monopatín a un niño? Lo tiró a propósito, lo perdió. Flecha: nos educan para ser legos, piezas del sistema.
Flecha: somos piezas distintas y nos necesitamos unos a otros para construir relaciones, armar redes y crear sinergias. Flecha: somos piezas indispensables en la vida del otro y de golpe dejamos de serlo. Flecha: los dos objetos que encontré en Essen sirven para construir, aunque ninguno sirve del todo por sí solo, ambos son parte de algo más grande. Flecha: ¿cómo se construye un lego? ¿Cuántos moldes hay? ¿Cómo se piensan las uniones? Determinado número de piezas sólo permite determinado número de uniones. Flecha: el lego no puede cambiar de forma, está condenado a ser la misma pieza por siempre y es por ello que nosotros vamos mutando y cambiando de rol. (…)
Acto 6: Qué me impulsó a viajar y a escribir.
Tal vez ella y yo debíamos tener un grandioso encuentro.
Estoy descubriendo que la escritura de viajes es, en mi opinión, una de las más personales. No me refiero a la redacción de guías ni a la recomendación de lugares turísticos para visitar, sino a la transmisión de experiencias, sentimientos y vivencias del viaje en sí y, viajar es algo que me está involucrando de pies a cabeza, los últimos meses, uno de los dilemas con los que me estoy enfrentando cada vez que escribo es decidir hasta dónde contar, qué limite poner entre “lo anecdótico” y “lo personal” qué tanto abrirme hacia quien me lee y contar, más allá del relato en sí, lo que siento y observo mientras estoy viajando y escribiéndoles y precisamente de esto me acabo de dar de cuenta, porque lo que mejor me funciona es ir alternando mi escritura, con periodos de silencio; A veces no quiero hacer otra cosa que no sea estar escribiendo ideas en mi libreta de apuntes, caminando en silencio para luego plasmarlas en mi computadora.
Me encanta leer y escribir desde que tengo seis años, me gusta nutrirme mucho de ideas nuevas, quedarme estática observando lo que sucede a mi alrededor, perderme en mi mundo y luego de mucho rato convertir todo lo que pienso, siento y digo en literatura. “Pues creo que para alguien que escribe no hay mejor manera de inspirarse que disfrutar del trabajo creativo mientras lo crea”.
Es por eso que cada día se fortalece mi teoría de que la vida es una larga, larguísima cadena de casualidades. O tal vez, de casualidades predestinadas a suceder y por eso me encuentro en este país en la ciudad de Düsseldorf Alemania observando con detenimiento este maravilloso lugar que pone mis ojos aguados y mi mente llena de ideas para escribir. Desde que tengo 5 años recuerdo que me encanta hilar los hechos de lo que sucedía a mi alrededor, no quedarme quieta sin hacer nada, preguntar constantemente y cuestionarme todo para luego convertir lo que me decían en literatura.
¿Pero que me impulsó a viajar y escribir? no sé qué me impulsó a tomar la decisión así de repente, tal vez la necesidad de encontrar mis pensamientos reflejados en frases de otros, quizá para saber lo que se siente estar a la distancia (y no me refiero solamente a la distancia física, sino a la temporal también: para encontrar mis pensamientos en otras épocas, en otras personas, en otra cultura). O probablemente para reforzar mis creencias, mis objetivos y mi concepción de lo que significa vivir, viajar, alejarse, escribir.
Y estoy casi segura que las personas que me conocen piensan que para mí los viajes son «una escapatoria» (creen que huyó de mi país, de mi casa o de mí misma), o me repiten incansablemente «que lo haga ahora que soy joven y puedo» (como si después fuese a cambiar mi vocación para buscarme un trabajo de oficina o como si el mundo fuese tan chico que fuera posible recorrerlo en pocos meses), o dicen, moviendo la cabeza en desaprobación, «esa mujer se la pasa de vacaciones».
Esas personas no saben nada de mí, no saben que nací con dos grandes deseos/pasiones/objetivos: el primero de ellos ser una excelente escritora y el segundo recorrer el mundo de punta a punta con mis libros autografiados. O sino pregúntenles a mis padres si no me creen, ellos lo saben mejor que nadie que desde muy niña, quién sabe por qué, me llamó mucho la atención viajar y contar historias y siempre pensé que si vivimos dentro de una determinada cultura es porque existen otras distintas, lejanas, interesantes, sorprendentes y (lo mejor de todo) que pueden ser conocidas (todas conviven en el planeta Tierra, que yo sepa).
Y siempre pensé también que, aunque muchas veces creamos que las diferencias entre una y otra son abismales o irreconciliables, todas las culturas están conformadas por seres humanos: seres humanos que respiran, viven, se ríen, lloran, aman, odian, sienten, desean y mueren al igual que cada uno de nosotros.
Sin embargo, lo de la escritura me viene de fábrica. A los seis años, empecé con el ritual de leer y escribir todos los días. Al principio, el clásico diario íntimo, o las cartas a mis padres, después fue mutando en historias, pensamientos, reflexiones, catarsis. como la catarsis que estoy realizando parada en este hermoso lugar con atardecer incluido y fue solo así que de a poco fui definiendo en mi cabeza a qué quería dedicarme en el futuro.
Quiero ser escritora, leer. quiero viajar para contar, conocer nuevas culturas y escribir acerca de mi experiencia. Podría haber sido una investigadora «sedentaria», estudiarme todos los mapas y enciclopedias, hacer comparaciones y sacar mis propias conclusiones.
Pero el impulso de viajar siempre fue más fuerte. aquel mes de enero elegí ver la realidad con mis propios ojos así supiera que estábamos en medio de una pandemia y no seguir esperando a que me contaran las historias a través de ojos ajenos que atendía en mi lugar de trabajo. Por eso esperé con paciencia nueve meses y cuando todo sucedió, agarré la mochila y emprendí el viaje. Y si hay algo que sé con exactitud es que quiero mostrar y transmitir a través de la escritura es que no importa en qué lugar del mundo viva ni qué idioma hablen: somos mucho más parecidos de lo que creemos.
La vida es corta y el mundo es grande. Hay mucho para ver y más aún por escribir, viajar es cambiar de realidad, abrir la mente, conocer, buscar, encontrar, extra ambientarse, mirarse bien de lejos, mirarse bien de cerca, caminar, correr, navegar, flotar, volar, subir, caer, odiar, extrañar, amar, llorar, romper, reconstruir, armar y desarmar, escribir, leer, conectarse con, conectarse a, llegar, no llegar, desear nunca llegar, desear nunca volver. No es escaparse, es buscarse.
Debido a eso es que ahora me pongo a pensar: Si no hubiese estado en aquel lugar ese 20 de enero, entonces nunca hubiese atendido a mi pareja llegada desde tierras alemanas y si él no hubiese decidido ir a aquel lugar en Medellín, nunca hubiese pasado esa tarde y noche maravillosa en Café Naturalia, Santa Fe de Antioquia, San Pedro, en aquel bar y por ende no estaría aquí en tierras Europeas presenciando el arte de esta linda ciudad.
Y lo que pasó después no fueron casualidades sino hechos intencionales, Me senté cerca de él siempre con respeto sin siquiera pronunciar palabra, lo miré y me miró a los ojos, mantuvo la mirada durante unos segundos. Después me sonrió con mucha calidez y finalmente se acercó, y todo esto se los escribo porque fue así como he sentido esta majestuosa ciudad.
Pero antes debo decirles algo: De mi viaje de Essen Alemania a Düsseldorf olvide mi objeto más preciado, la olvide en casa y debido a eso por estos días he tenido abstinencia, abstinencia de Ella, la necesité. Necesite contarle cosas, sentir su compañía, tenerla de confidente y diario íntimo de motivadora, de contadora de buenas historias. Por eso computadora querida, “te prometo que no voy a volver a dejarte en casa”. Si te hubiera tenido conmigo en ese momento, aquel fin de semana, te estuviera diciendo lo que sentí cuando parada frente a la inmensidad del Rio Rin y su bello atardecer mis ojos se aguaron de felicidad, agradeciendo el hecho de estar despierta observando las maravillas de este mundo, y debo confesarte que este lugar me transmite mucha paz, seguridad ó contarte cómo mi corazón se aceleró cuando vio las calles y bellas estructuras arquitectónicas junto con sus esculturas pintadas por diferentes artistas en cada calle de la ciudad, en los cafés y restaurantes, y para tu sorpresa encontré uno con olor a mi tierra colombiana, tampoco te he confesado que Düsseldorf es famosa por su industria de la moda y su amplio ambiente artístico y para serte honesta, no me importa que me agregues 2 kilos de peso a mi espalda, no me importa que tenga que cuidarte como oro, no me importa que seas frágil, quiero que sigas viajando por ahí conmigo a todas partes donde quiera que Yo y mi novio vayamos.
No necesito tu internet, (para eso he encontrado como sustitutas mi libreta de apuntes o mi nueva videocámara) necesito tu presencia, tu teclado, saber que estás ahí para escribirte cuando surja la inspiración. Pero cuaderno, no te pongas celoso, a vos también te necesito y te voy a llevar siempre en mi mochila. Además, en este viaje has sido la estrella, así que no te podes quejar, haber viajado sin compu me permitió desenchufarme y ver el viaje de manera más global. ¿Cómo es esto? Claro que cuando viajo con ella me gusta escribir y postear los hechos en caliente, inmediatamente después de que ocurren. Y esta vez como no tenía donde teclear disfruté los paisajes mientras los iba guardando en mi memoria para luego contarlos.
Acto 7 Querida Alemania (carta abierta a un país)
No te digo “Querida” —si bien está más que claro que sos una mujer con todas las letras— porque todavía no te conozco tanto como para llamarte así (aunque no creo que sea difícil quererte, viendo que emanas amor por todos los rincones). Podría llamarte “Estimada”, pero me parece demasiado formal para la pequeña relación que ya entablamos en estos días que pasamos juntas. No te digo “Adorada” porque me parece cursi, “Distinguida” es demasiado aristocrático, “Honorable” es muy gubernamental. Podría decirte “Bella” o “Encantadora”, pero por el momento te digo, simplemente, Alemania. Creo que a las mujeres con nombres lindos hay que llamarlas sin apodos ni adornos, y vos, Alemania, tenéis uno de los nombres más lindos que escuché.
Me hablaron muy bien de vos. Cuando conté que te venía a conocer, todos me dijeron que me ibas a encantar. Hubo consenso absoluto. ¿Cómo haces? ¿Qué generarán en la gente para que te amen tanto? Todos los que te conocen sueñan con volver a verte.
Yo te conocí mientras soñaba despierta, después de un largo viaje en avión desde el otro lado del mundo. Cuando te vi por primera vez, te voy a ser sincera, me sentí un poco abrumada: demasiada belleza, demasiada gente demasiado movimiento, demasiados estímulos para digerir a la vez. Para empezar a descubrirte te recorrí en Nordhord, en esa bicicleta posmoderna que avanza, frena y retrocede obedeciendo los movimientos de mi cuerpo.
¿Qué sentirás cuando esas dos ruedas avanzan por tus empedrados? ¿Te hará cosquillas? ¿Te molestara? ¿Lo notarás? ¿O seguirás regia e imperturbable como siempre?
Al día siguiente te vi desde un bello paraíso llamado Baldeneysee, ese lugar que te enorgulleces tener, y después te miré desde el piso 4 de nuestro apartamento y acompañada de buena música, Te observé boquiabierta, hipnotizada, mientras me soplaba tu aire tibio en la cara de manera indiferente.
Más tarde te volví a mirar desde arriba, desde otro ángulo, y me cautivaste aún más. Me hiciste preguntarme si tanta belleza era posible o si eras solamente un espejismo, un escenario de algún cuento. No me lo olvido, fue en Gugapark. Era domingo, estabas sin maquillaje y me demostraste que las mujeres más bellas son aquellas que no necesitan pintarse, como vos, porque ya brillan con luz propia.
Si por la mañana te conocí por fuera, esa tarde viajé por tu corazón: Te navegué en un barquito observando de nuevo al lago pasé por debajo de uno de tus puentes el más imponente, ya sabes cuál, y saludé a los patos que hicieron de tus orillas su hogar. Ahí, en ese barco, vi fotos tuyas de joven, cuando todavía estabas en blanco y negro, y me enteré que a lo largo de tu historia sufriste: ¿Habrás tenido alguna pena que te desbordó el corazón? ¿Qué te pasó, Alemania? ¿Por qué llorabas? Me hace feliz saber que sos una mujer fuerte y que una vez más sobreviviste a las adversidades de la vida.
Y por fin, el tercer día pude hacer lo que más deseaba desde que te conocí: te caminé todo lo que me dieron los pies, recorrí un poco de tu alma. Salí con mapa porque no quería perderme nada, pero después de un rato lo guardé y dejé que vos me fueras llevando, que tus curvas me invitaran a doblar y tus arcos me invitaran a cruzarte. Y así fui explorando cada parte del rompecabezas de tu ser: empecé a caminar desde la calle Kulssestrase. Miré tus vidrieras en la Plaza y cuando me di cuenta ya estaba en tu centro histórico, en pleno corazón, tu zona más antigua, más admirada y probablemente más concurrida.
Caminé, me perdí entre las construcciones y las callecitas empedradas. Me di cuenta, con algo de alegría, que cada vez que me salía de los recorridos sugeridos por el mapa casi no encontraba turistas, te tenía para mí sola por un ratito, éramos solamente vos y yo. Y así, caminando sin rumbo, aparecí en Kettwig, un antiguo barrio de la ciudad, y llegué a Malá strana, Caminé hacia arriba para ver tu costado más vanidoso: tu castillo. Después bajé y en algún momento tomé el tren, no podía conocerte y no trasladarse sobre vos en tu vehículo más romántico. No sé dónde aparecí, pero por un rato estuve perdida en una de las zonas más auténticas de vos, de esas donde los turistas ni se asoman.
Y en estos pocos días saqué conclusiones, probablemente apresuradas, lo sé, porque no soy quién para definirte ni para decir quién sos, eso lo sabrás solamente vos. Pero mientras te miraba no pude evitar pensar en varias cosas.
Sos uno de los países del amor, Alemania, definitivamente. Inspiras a las parejas a abrazarse y a besarse en cualquier parque y contra cualquier pared. Muchos llegan a vos solamente para sellar su amor, por eso estás llena de castillos ¿Qué promesa le harás a los amantes, para que muchos viajen exclusivamente para casarse en tus iglesias? Sos romántica y tal vez por eso te buscan tanto, porque sos una mujer que seduce y que se deja seducir. Tu sensualidad se deja ver de noche en tus bares subterráneos, en tus conciertos de jazz o en la música que toca la filarmónica para ti en tus vasos de absenta, en tu zona roja. Cada año, cuatro millones de extraños de todas partes del mundo duermen con vos, ¿a cuántos dejarás enamorados? Pero más importante: ¿vos de quién estarás enamorada?
Sos arte, Alemania, exudas arte por todos tus poros. Usas a tus artistas para expresar tu música, tu poesía, tus bailes, tus obras, tu literatura. ¿Te das cuenta de que en algún momento de tu vida tuviste a Kafka escribiendo en algún café? ¿Te das cuenta de que Kundera escribió historias donde sos tan protagonista como el resto de sus personajes? Fuiste, sos y serás la madre de grandes artistas, “Alemania”, ¿alguna vez lo habías pensado?.
Acto 8. Mi primer encuentro con la nieve.
Hay gente que no conoce el mar hasta la adultez y recuerda su primera vez frente al océano como uno de los días más importantes de su vida.
Yo debo haberlo conocido casi el mismo día que nací (o incluso antes), porque a mis padres siempre les gusto ir al mar y, cada vez que podían, nos llevaban a pasar unos días.
Pero con la nieve, ha sido diferente, mi primer encuentro con ella fue planeado. Fui preparada, con ropa de invierno y esa emoción anticipada que sentimos cuando sabemos que va a pasar algo que esperamos hace tiempo, es simplemente sorprendente y el resto de lo que les voy a contar es como mis sorpresas los últimos días desde que llegué.
A ella la vi por primera vez, en vivo y en directo, hace escasamente una semana con tan solo veintiocho años. Me había ido a Alemania de viaje, en el primer avión de mi vida como lo había soñado desde niña y, apenas (literalmente) la vi luego de una larga caminata esa tarde de domingo, empezaron a caer los copos de bienvenida al verdadero invierno.
Todavía me acuerdo. Para mí aquello era, probablemente, un hecho meteorológico sorprendente y esperado: para muchas personas que viven en esta zona europea es muy común observar o sentirla, ellos cada invierno se van de vacaciones a lugares del país, donde casi siempre nieva.
Para mí, era la novedad.
Por cinco minutos me quedé estática frente a ella, solo escuchando latir fuerte mi corazón y saltando como una niña con juguete nuevo, mis ojos se encharcaron de lágrimas de felicidad por tener ante mí tanta belleza.
Me divertía más hacer pelotitas de nieve con las manos o pisar el suelo blanco, tocarla con mis manos y dejar que se me hundieron los pies que solo quedarme dentro de casa viéndola caer.
Fue increíble: hacía casi un siglo que no nevaba en Alemania de tal manera. Y fue uno de esos días que quedó en la memoria colectiva de toda la ciudad.
A que sí. Seguramente, si eres de Alemania, te estarás acordando de lo que hiciste aquel domingo. Nunca imaginé que vería la nieve por primera vez en mi vida, en mis días en Colombia la miraba en programas de televisión o en fotografías por internet. Tampoco, pensé que el invierno de Alemania iba a ser tan frío.
Lo bueno de viajar es que uno descubre que no todo es lo que parece.
JG y yo llegamos ese día de visitar un pueblo en las montañas, muy cerca de casa, con frío, pero con sol. Nos sentamos en la sala a descansar por cinco minutos, mientras tomábamos una taza de café, luego tuvimos una conversación parecida a está:
Yo: —¿Sabés lo que estaría bueno? Que llueva y además nieve.
(Nota: desde que llegué a Alemania mi sueño era ver caer nieve en cantidades)
JG: —Sí, sobre todo, porque tengo una ropa que no sabés cómo abriga para la nieve.
Yo: —Jaja. Quieres nieve también.
JG: —Dios te escuche.
Y fue solamente que terminara de decir la frase para voltear hacia la ventana y ver llover en cantidades alarmantes.
Yo (mirando por la ventana, con alegría y orgullo): —¡Mirá! ¡Está lloviendo!
JG: — Dios escuchó tus oraciones. Dale, pídele que nieve también.
Yo (casi gritando por la ventana de la casa donde estábamos sentados): solo cerré los ojos y dije —¡Nieveeeee! ¡Queremos nieve!
Y, a los pocos minutos, nos encontramos con esto:
Y, tal vez, si la nieve hubiese formado parte de mi vida desde muy chica, ninguno de estos momentos me hubiese parecido tan especial.
Acto 9: Mujeres viajeras
Las mujeres somos, ante los ojos de casi todas las sociedades, más frágiles, vulnerables e indefensas. Una mujer que viaja sola corre más riesgos que un hombre. Una mujer que viaja sola “está loca” (probablemente más que un hombre que decide tomar la misma ruta). Una mujer que viaja sola tiene que tomar muchísimos más recaudos, eso escucho decir cotidianamente.
Una mujer que viaja sola, ante los ojos de un hombre que viaja solo, es una afortunada. Y esto no lo invento, me lo dijeron muchos viajeros que llegaban a mi lugar de trabajo los fines de semana en Medellín, o que me encontré durante mi camino a Alemania: “Para las mujeres, todo es más fácil”. Cuando vamos solas siempre encontramos madres y familias sustitutas dispuestas a cuidarnos en cualquier rincón del mundo (me pasó), cuando vamos solas es mucho más fácil conseguir que la gente local nos aloje en sus casas, cuando vamos solas logramos una conexión más profunda con las mujeres del lugar aunque no hablemos el mismo idioma (me sucedió hoy), cuando vamos solas y hacemos dedo lo más probable es que nos levanten mucho más rápido que a un hombre (todavía no me animé a hacer dedo sola, pero muchos me aseguraron que es así). Cuando vamos solas, somos nosotras (y nuestro instinto femenino) contra el mundo, para bien y para mal.
Desde que empecé a escribir esta crónica me puse en contacto con muchos periodistas y escritores de diferentes partes del mundo (casi todas parejas, como los chicos de Magia en el Camino y como Tillman y Mao, la pareja de Dusseldorf) y muchos de España, donde esto de ser escritor cada vez se consolida más como una profesión y se reconoce como tal.
Hará un año y medio, estando en Medellín descubrí un blog con el que me sentí muy identificada: Trajinando por el mundo, el diario de viaje de Carmen Teira, una chica española que, al igual que yo, viaja sola y ya recorrió Sudamérica y parte de Asia. Cuando la leí sentí, por momentos, que me estaba leyendo a mí misma, y sentí también que, de alguna manera, estaba acompañada. Ya no era yo sola contra el mundo. Después de leer su blog me di cuenta de que éramos yo, Carmen y todas esas mujeres de todas partes del mundo que se animan a viajar sin compañía.
Hace unos días, después de varios meses y mails de por medio, nos fuimos de paseo por varios pueblitos. Nos desvirtualizamos (eso que ocurre cuando dos personas desean un poco de tranquilidad, en ese viaje no paramos de conversar y asombrarnos con pueblos, iglesias y cementerios como un lugar muy verde, con casitas en las montañas, pueblitos medievales (¡es invierno!). Está lloviendo, pero qué importa: los dos teníamos que trabajar yo con mis textos y con sus consultorías así que no hubo mejor excusa que esa para quedarnos frente a la computadora y seguir creando mundos virtuales a través de imágenes y palabras. Total, este mundo por ahora hay que tomarlo lento (y trabajar con calma en el camino) y aun sabiendo que un día de lluvia es, muchas veces, nuestro mejor aliado.
Acto 10. ¿Y por qué me gustó Amsterdam?
Hay ciudades que son siempre bellas. No importa cuánto se engalanen o se adornen. Da igual si se las admira de día o de noche o se pasea por sus calles envueltos en bufandas, gorros y guantes o en tirantes y con un sombrero que nos tape el sol. Si se es bonita, se es bonita. Y precisamente esto es lo que ocurre con Ámsterdam.
No tuve que esperar mucho tiempo para comenzar a descubrir lo que la ciudad me tenía preparada las luces de colores pronto se hicieron dueñas de la noche de la capital holandesa.
Tras aterrizar en el aeropuerto de Schiphol esperé mi equipaje pacientemente y me dirigí a salir para encontrar a JG que me llevaría hasta Nordhorn Alemania. Arrastrando mi maleta entre las cientos de personas que iban de un lado para otro, me propuse buscar dónde tomar un café y esperar un poco más mientras conocía mi próximo destino. Fue entonces cuando noté que había algo diferente en el lugar. Y no se trataba únicamente del enorme árbol de Navidad que decoraba la entrada principal del aeropuerto.
Qué va, había algo más: una inmensa esfera agujereada con forma de queso gruyere cambiaba de color de manera constante junto al puente más cercano. Se trataba de la obra más conocida del arquitecto y filósofo Norteamericano Buckminster Fuller, llamada “Fly Eye´s Dome”. y fue asi como ¡El Festival de Luces de Ámsterdam ya me estaba dando la bienvenida! a Europa.
De inmediato observe la inmensidad de Canales, coffee-shops y bicicletas que se encuentran en esta bella ciudad y probablemente estas sean las tres palabras que más se relacionan con Ámsterdam en todo el mundo. Las tres que más se repiten y las primeras que vienen a la cabeza cuando se habla de la ciudad. Sin embargo, la capital holandesa tiene tantos otros atractivos que hacer una recopilación de ellos resulta prácticamente imposible. Así que en esta ocasión no voy a parar a hacer enumeraciones.
Simplemente voy a hablaros de Ámsterdam.
De Ámsterdam me gustan sus calles llenas de vida, sus edificios de ladrillo, sus barcas atracadas en el borde de los canales y sus cafeterías calentitas aunque en esta ocasión solo ingrese para comprar un rico pastel. Por eso, cada vez que vamos a está ciudad, suelo pasear por los barrios más céntricos sin mirar el reloj, aunque a veces se me va el tiempo y se me pasen las horas sin controlarlas.
También me gustan sus “stroopwafels”, esas galletas tan típicas que elaboran en el momento en cualquier puesto callejero. Y su arquitectura, siempre dispuesta a sorprender con una nueva construcción al doblar cualquier esquina. Me gustan sus parques y sus puentes. Sus zuecos amarillos. Me gusta su arte callejero y sus coloridos tulipanes. Y también, por supuesto, me gustan sus historias.
No recuerdo si tenía 10 o 11 años cuando, mis padres me regalaron un libro. En la portada, una fotografía en blanco y negro de una niña morena, sonriente, sentada en el pupitre de una clase. Supe perfectamente que tenía en mis manos: había hablado y visto tantas veces cosas de ella, que era obvio saberlo.Y fue precisamente allí donde El Diario de Ana Frank se convirtió en mi lectura durante aquel mes de junio.
Por eso siempre tuve muy claro cuál sería una de mis primeras paradas el día que visitará Ámsterdam: la casa de Ana Frank. y aunque solo la vi por fuera por las restricciones del covid, fue imposible olvidar la sensación que tuve cuando vi en primera persona lo que había leído hacía tantos años: esas minúsculas habitaciones en las que convivieron, escondidos y en clandestinidad mientras Holanda era ocupada por los nazis, la familia de Ana, los van Pels y Fritz Pfeffer. Los recortes de revistas pegados en la pared; aquella estantería-puerta secreta hacia la casa oculta; las escaleras que daban a la parte más alta del edificio era una manera diferente de adentrarse en el gran conflicto de la II Guerra Mundial poniéndole cara a las víctimas. Poniéndole nombre y apellidos.
De Ámsterdam también me gustan sus tranvías. Y su Estación Central. Sus bicis de todos los tamaños y colores y sus timbres sonando sin cesar. Su plaza Dam y los canales del Singel. Sus casas borrachas y estrechas. Sus niños que corretean por las calles a pesar del frío y el covid y sus adultos aprendiendo a patinar en las horas donde no hay toques de queda. También me gusta el arte holandés. Disfruto con Rembrandt, Van Gogh y Vermeer. Con Mondriaan y El Bosco. Con sus exposiciones de arte contemporáneo en plena calle. Y me entusiasman los museos de Ámsterdam.
Me gustan sus letras juguetonas. Me apasionan las sorpresas que siempre tiene preparadas. sus noches y sus días. Sus amaneceres y sus atardeceres. Cuando hace buen tiempo y cuando llueve. Por todo esto Ámsterdam me parece una ciudad sin igual. Genuina. En la que nada recuerda a ningún otro lugar y todo es auténtico.
Acto 11. Qué comer en Alemania: platos típicos de su gastronomía
No es cierto que los alemanes solo comen salchichas y patatas. Aunque comen muchas, eso no se lo voy a negar. ¿Tiene pensado un viaje por tierras germanas y quieres saber qué comer? Para usted he preparado este post en el que hablo de la gastronomía alemana y en el que voy a contar cuáles son los 10 platos típicos que puede comer en Alemania.
Codillo al horno:
Empezamos fuerte, no solo por la rotundidad del plato, sino porque es uno de los más conocidos y sabrosos de todo el país. El codillo se prepara al horno, lentamente y a baja temperatura, para que la carne sea tiernecita y que no quede seca.
Lo encontrará bajo el nombre “Haxe” en prácticamente cada menú y suele acompañarse de dos alimentos que nunca faltan: patatas y chucrut.
Chucrut (Sauerkraut)
Tiene casi por igual tanto amantes como detractores, aunque todos estarán de acuerdo en que es uno de los platos más característicos de la cocina alemana (y de otros países de Europa del este).
Se trata esencialmente de col fermentada, así que se caracteriza por un sabor peculiar, muy fuerte. Y no se suele comer solo, sino como acompañante de carnes.
Pretzels
Este pan con una peculiar forma redondeada, como un lazo, es uno de los tentempiés que nunca faltan en los carritos de comida callejera, tanto en ciudades turísticas como en zonas más locales.
Apunte bien su nombre, porque pedir uno en estos carritos es una de las experiencias qué hacer en Alemania sí o sí. Tiene versión dulce, aunque lo más normal es encontrarlo salado y lo suyo es acompañarlo por una cerveza bien fresquita (eso no es obligatorio, claro está).
Quedó claro que las patatas son una de las bases de la gastronomía alemana. Y es normal, este alimento es de lo más versátil (y barato), así que las variantes para prepararlo son casi infinitas.
Eso sí, hay dos platos que casi nunca fallan en los menús alemanes: la ensalada de patatas (kartoffel salat) y la sopa de patatas (kartoffel souppe).
La primera se prepara durante todo el año y se sirve con patatas cocidas, zanahorias, salchichas, apio, pan y salsa (aunque la verdad es que cada sitio le puede dar su toque). La sopa es un plato típico de otoño/invierno y se acompaña con rodajas de wurstel.
Salchichas
Llegamos a la joya de la corona, porque aunque en Alemania no solo comen salchichas, no podemos negar que comen muchas. Pero muchas. Veamos, si preguntas a cualquiera ¿qué comer en Alemania? Seguro que le responde salchichas y con razón! Ahora, hay mil tipos de salchichas y todas están de muerte. Algunos tipos que deberías probar son:
• Bratwurst: la clásica, que se prepara a la parrilla y que puedes comer tanto con pan en plan perrito caliente como en plato, acompañada de ensalada de patatas y chucrut.
• Currywurst: es un plato típico de Berlín que consiste básicamente en un Frankfurt que se sirve con salsa de tomate y polvo de curry.
• München Wißwurst: típica de la zona de Baviera, es una salchicha blanca, con hierbas y especias, muy rica.
Schnitzel
Si bien este enorme filete empanado es uno de los platos originarios más famosos de Austria, en Alemania es tan común que casi se han apropiado de la autoría.
Pero, no queda claro que nació en Viena (de hecho, el nombre original es Wiener Schitzel).
Lo más curioso es el tamaño: a menudo el filete cubre el plato entero, así que una buena idea es pedir uno entre dos personas y otro plato a compartir.
Spätzle
Este plato es típico del sur de Alemania así que, si andas por Munich o por otros lugares de Baviera y/o Suabia, no dejes de probarlo. Se trata de una pasta con una curiosa forma, más bien redondeada, casi parecida a los ñoquis.
Se sirve tanto como acompañamiento en platos de carnes o como plato único (por ejemplo, spätzle con queso)
Rinderroulade
Este otro plato pertenece a la zona de Saxonia, pero se puede encontrar con bastante facilidad en el resto de Alemania. Es carne de ternera que se enrolla alrededor de unos cuantos ingredientes, normalmente bacon, pepinillo, cebolla, hierbas aromáticas, y que se cocina al horno, con vino tinto. A menudo se sirve con salsa de mostaza.
Fischbrötchen
Si viajas al norte de Alemania, será difícil no toparse con uno de los bocados más populares de la zona: el fishbrötchen, un bocadillo de pescado que suele ser arenque, acompañado por pepinillos. Muchos no se atreven ¿tú lo comerías?
Berliner (o krapfen)
Hay bastantes postres en Alemania, pero este es nuestro favorito: las berlinas. Son un bollo dulce y frito, relleno de mermelada.
Empezar el día con un berliner calentito y un café es lo mejor, especialmente en los fríos días de invierno.
10+1. Bebidas típicas de Alemania
¿Y para beber? Lo cierto es que la bebida más típica del país es la cerveza, tanto que hasta se “inventaron” el festival de cerveza más famoso del mundo: el Oktoberfest.
Otra bebida que se tiene que probar, especialmente si se visita Alemania durante el invierno, es el glüwhein, un vino caliente y aromatizado con especias (clavo, canela, anís) y fruta (naranja, limón…). Está de vicio.
Y si conoces más comidas y platos típicos de Alemania que me puedas recomendar probar, házmelo saber, por ahora buen apetito.
Acto 12. Una línea blanca en el cielo de Dachau
Hace solo unos meses, cuando JG y yo estábamos en Munich, me había señalado una fotografía que colgaba de una de las salas. Su cara, con la expresión de horror dibujada en sus ojos, lo decía todo. La imagen había sido tomada en el año 44, aproximadamente, y mostraba una montaña de cuerpos sin vida. Cadáveres apilados esperando su turno. Guardando sin prisa el momento de su cremación.
Pero lo que me señalaba JG no era eso. El horror que habíamos ido viendo durante nuestra visita a aquel lugar casi nos había hecho inmunes a estas horripilantes estampas. Lo que señalaba era algo mucho más sutil: el denso humo que, sin que nadie se percatara apenas de ello, salía de la chimenea de ese horrible edificio.
Un humo que indicaba que los hornos del crematorio estaban funcionando en ese momento. Que decenas de cuerpos estaban siendo quemados. Que miles de ellos habían sido quemados ya y que, lamentablemente, otros miles estarían aún por hacerlo.
Después de 4 horas visitando el campo de concentración de Dachau, a 13 kilómetros de Múnich, Alemania, estábamos un poco consternados de cuánta barbarie ha sido responsable el ser humano a lo largo de la historia. Cuánta crueldad puede salir de nosotros. Qué de sangre inocente derramada y, sobre todo, qué vergüenza. Vergüenza por haber dejado que estas carnicerías ocurrieran. Por seguir dejando que lo hagan. Por volver la cara a un lado y hacer como que no somos conscientes.
Sentados en un banco frente al crematorio, en silencio, ambos pensábamos en todo lo que habíamos visto durante aquel día. De vez en cuando, hacíamos algún comentario. Él, siendo alemán, decía que se trataba de algo que nadie debería de olvidar jamás. Que todos los alemanes deberían de visitar estos lugares cada cierto año para ser conscientes. Para recordar. Para no dejar que estas barbaries ocurran nunca más.
De repente, alcé la mirada y me quedé petrificada. De la chimenea del crematorio, exactamente la misma que habíamos visto en la fotografía, parecía salir un hilo de humo blanco. Un avión acababa de pasar y había dejado tras de sí una estela, posiblemente mucho más limpia y fina que el humo que expulsaba esa chimenea durante los años del gobierno nazi, pero que mi mente volara de nuevo a aquella fotografía que JG me habían señalado.
Entonces pensé. Puede que el humo no saliera directamente de esa chimenea, pero sigue saliendo de otros muchos sitios en el mundo. Puede que los nombres sean otros, también los países y los rasgos. Que las maneras de aniquilar sean diferentes. Que los cuerpos sin vida no aparezcan apilados junto a un crematorio, pero sí flotando en los mares, ríos o bajo los escombros provocados por inútiles guerras. Que las horribles muertes y asesinatos sigan sucediendo.
Y lo peor es que mientras, la gran mayoría de nosotros, seguimos mirando hacia otro lado, esto continúa sucediendo día a día.
Como lo hemos hecho siempre. Como lo seguiremos haciendo siempre.
Nota:
Entre 1933 y 1945 en Dachau, fueron exterminados alrededor de 41.500 judíos. Esa cifra no incluye todos los que murieron por las pésimas condiciones en las que vivían.
Los habitantes del pueblo de Dachau declararon no saber absolutamente nada de lo que había ocurrido durante 12 años en el interior del campo de concentración a pocos kilómetros de sus casas.
Acto 13. La insoportable levedad de los recuerdos en Wickrath
Imagino mi cabeza como una enorme bolsa llena de piezas de Tetris desordenadas, ocupando más lugar del que debieran, debido a los espacios que quedan entre ellas, y que solo ahora comienzan a reestructurarse cada vez que escribo una historia o simplemente caen por su propio peso, encajando donde les corresponde, rellenando los huecos, y dejando espacio para lo que está por venir.
Y, sí. Es inevitable que, en todo este proceso de llevar 4 meses fuera de Colombia, algunas piezas caigan de la bolsa, precipitándose para siempre en el abismo del pasado, no sin antes hacer una última aparición en forma de sueños y pesadillas, recordando sucesos e historias que creía olvidados.
Es curioso, el extraordinario ejercicio de memoria que puede realizar nuestro propio cerebro, tras unos días en la otra punta del mundo, completamente sola, apartado de cualquier tipo de estímulo que nos recuerde nuestra vida, o lo que conocíamos como tal.
No digo que haya que irse a nueve mil kilómetros de distancia para pensar, pero lo que sí es verdad es que la falta de nuevos estímulos, de nuevos acontecimientos en relación a lo de siempre, favorece esa reflexión sobre lo ya vivido, ayudando a ver nuestra propia existencia desde una nueva perspectiva. Mejor o peor, aún es pronto para saberlo.
Fuimos al Castillo Wickrath y Borbeck en Monchengladbach, Alemania, buscando algo de tranquilidad y, por qué no, también un poco de diversión tras los miles de acontecimientos que pasan en el mundo desde el año 2020, y no podríamos haber escogido un lugar mejor para encontrarnos con nosotros mismos.
Si bien este lugar es un bello paraíso, demasiado grande, es sino mirar la entrada para sentirse en un lugar encantado y aún más, teniendo la suerte de observar desde la terraza la maravillosa vista a la naturaleza, que por horas nos tuvo perplejos a JG y a mí.
El principal atractivo turístico de este castillo es su arquitectura en forma de corona, única en todo Renania, y una majestuosa e importante casa señorial, construida desde los años 1746, con senderos, rodeado de agua, que preside la ciudad y nos recuerda su glorioso pasado.
Su visita es recomendable, no sólo por las hermosas vistas que desde allí se contemplan sino porque podemos aprender cosas realmente interesantes de la historia y muchos datos curiosos sobre la cultura del país.
Sin embargo, una vez realizada esta visita, de lo que realmente he disfrutado, ha sido de la compañía y de las personas visitantes de este lugar, pues aquel domingo era como una tarde hermosa de primavera. Ahora bien, mi mayor entretenimiento estos días ha sido salir a la calle, y tras deambular un rato sin rumbo fijo y situarme en un lugar estratégico para poder sacar una fotografía tras otra, sin mover la cámara, dejando que personas, carros y motos entrasen y saliesen de campo para posteriormente poder ver la evolución en la pantalla de la cámara, como si de una película de stop motion se tratara.
Y cuando comienza el atardecer, regresar a nuestra casa, pero primero bajar las escaleras de la terraza de aquel castillo y ver la caída del sol, con la única compañía de un dulce y un poco de agua mientras escuchábamos una nueva canción o tal vez, algo de historia.
Y, desde ahí, como decía al comienzo, observar la vida que se desarrolla en las azoteas de las casas: niños jugando, familias y amigos reunidos, ardillas furtivas buscando algo para comer y, sobre todos ellos, una bandada de pájaros y aves que giran y giran sin descanso, a la espera de dios sabe qué.
Mientras tanto, dentro de mi cabeza, piezas de Tetris buscan también su nueva anécdota para contar.
Acto 14: Una tarde, una ciudad, Münster
3:00 p.m. Atravieso la estación central y el Centro de esta bella ciudad con la certeza de que hoy el frío se siente menos que ayer. Y llevo cinco meses ya desde que llegué a Alemania, y aunque vine especialmente preparada para este clima y estas latitudes, aún siento un poco mis dedos congelados, que de pronto no pueden prescindir de guantes, ni al vaso diario de Caramel Macchiato que el cuerpo me pide, como marcando tarjeta cada día (desde cuándo me veía yo tomando café) ni a que el sol se asome a las 8:00 a.m. para volverse a esconder antes de las cinco.
Según Google Maps, tengo unas casi cinco cuadras hasta el corazón de Münster, que es el centro histórico con sus rutas en tren y, según mi cuerpo, media hora antes de que la piel empiece a gritar por una nueva ducha. Münster se ve vacía.
Pienso que no debe haber en el mundo un lugar tan sorprendente por su cantidad de bicicletas. Puede que más limpio, puede que más seguro, pero al final todos se parecen un poco: un no-lugar donde abundan las construcciones arquitectónicas de cemento, donde casi siempre todo es gris.
Tiziano Terzani, un escritor italiano que si no conocen deberían estar googleando ya, decía que lo bueno del tren es que te deja en el corazón de una ciudad.
A diferencia del aeropuerto, que siempre queda a trasmano, que es artificial y que casi nunca es auténtico, uno sale de la estación de tren y en pocos pasos ya está viajando. No hay que hacer largas filas, no hay que esperar transfer, no hay que hacer nada. Se abren las puertas, sales del andén, y “pum”, ya estás donde querías estar. Yo cruzo un par de calles, sigo cortando el trayecto con los puntitos, y “pum”: adelante mío empiezan a florecer puestos de comida de uno de los mercados junto con lindas Iglesias.
Me siento cansada, pero quiero husmear todo: el stand de los que venden salchichas, el de los panes rellenos, el de los kurtos (esa especie de factura húngara en forma de cucurucho que me volvió loca y que acá venden rellena de Nutella).
En el Winterlichter Markt, o Mercado de las Luces, los puestos parecen estarse armando con lentitud, pero los aromas ya coparon el cielo. Esquivo el perfume de la parrilla, atajó el olor a canela y extiendo mi mano para degustar una especie de pionono al pasar. (Más tarde, mi pareja me dirá que tengo ojos de gaviota para encontrar comida gratis y no voy a tener argumento para refutar la idea).
Cruzo una calle, empujándome hacia el suelo, y entonces aparecen: cercos hechos de pinos, puestos más opulentos y una vuelta al mundo que me indica que, aunque todavía no llegó a mi destino, en cierto modo ya he llegado.
Existe una buena razón para incluir a Münster en esta trilogía de ciudades con Mercados. El Striezelmarkt, que viene a ser el mercado principal de toda la ciudad, es de los más antiguos de Europa.
El primer registro que se tiene es del año 1434 y ahora, en 2021, se celebra su edición 587. Quiero sacarme la chaqueta. Quiero llegar al parque central y sentarme a observar con JG, tomarme una rica bebida y venir corriendo con mi cámara a zambullirme en este mercado y en esta ciudad que, acabo de darme cuenta, entramos por la parte de atrás.
Antes de venir, Johannes me había contado de una Iglesia que había quedado totalmente destruida con los bombardeos y cuyos escombros permanecían apilados a modo de recordatorio.
Y es que a Münster la destrozaron en el 45. No había motivos en realidad: la guerra estaba casi acabada y aunque hay quienes alegan que la ciudad era un objetivo estratégico, la mayoría coincide en que se trató de una demostración de poder. Casi 40.000 personas perdieron su vida en manos del ejército británico y el centro histórico de la ciudad quedó reducido a cenizas. La Iglesia de los recuerdos de Juan es, ni más ni menos, esta, que tengo en frente. Parte de su reconstrucción se hizo utilizando los cascotes originales. Yo no salgo de mi asombro.
Münster se volvió a recuperar económicamente y en 1580 ya era la principal ciudad de Westfalia en la Hansa. La Paz de Westfalia se negoció en Münster y Osnabrück. Se firmó el 24 de octubre de 1648 en la Sala de la Paz del Ayuntamiento de Münster y puso fin tanto a La Guerra de los Treinta Años como a la de los Ochenta Años. Todo esto según lo narra la historia.
Ya me di la ducha obligatoria, ya me tomé el café de cada tarde, ya volví a entrar en calor. No termino de decidirme si me encanta o si me ofusca esto de las noches cortas, pero el reloj aún no marca las 6:00 p.m. y el cielo hoy no admite estrellas.
Tengo una hora para recorrer el Palacio Real, El Palacio, que a pesar de su opulencia no es tan conocido, fue la residencia de los electores y reyes de Sajonia. Quedó destruido al igual que la mayoría de la ciudad con el bombardeo del 45 se salvaron sus obras, porque habían sido trasladadas fuera de la ciudad.
Esto de viajar sola tiene mucho de conversaciones que nunca llegan a dibujarse en el aire. No tengo a quién decirle lo que pienso. Saco entonces mi cuaderno y escribo, a modo de final de viaje.
Pensamientos sueltos desde Münster
• Alguien me dijo una vez ─con mucha claridad y confianza─ que Europa es un continente de viejos, ya no me acuerdo quién. Esta tarde salíamos a caminar por la ciudad para poder sacar todas esas fotos que ayer no pude por falta de luz y me di cuenta de dos cosas: que por momentos se me hacía difícil encontrar a alguien sub 60 que se le animará a mi reflector y que, a lo mejor, hace falta tener cierta edad en el alma para poder apreciar algunas cosas. A mí (creo que ya lo dije) este casco histórico me dejó sin palabras.
• No había visto el sol ni un solo día desde que estoy acá. A las casi 8:00 a.m. aclara y a las 17.00, más o menos, ya empieza a oscurecer otra vez. No recuerdo haber tomado tanto café en mi vida, pero creo que así la ciudad es más hermosa. Hay cosas que, me parece, no pegan con la primavera.
• A Münster la bombardearon en el 45. La hicieron pedazos. Hoy, si nadie te dice nada, casi que caminas sin darte cuenta. Todos reconstruyeron. En algunos edificios, incluso, usaron parte de los escombros. En el audiolibro que escuché ayer, dijeron que los habían enumerado “como piezas de un puzzle”. Me quedo boquiabierta. No sé cómo hacer para que esto no me inspire. De verdad, no sé.
Acto 15. Una taza de té:
Me siento a escribir un viaje que viví hace meses y trato de pensar en lo grande. Evoco para encontrar el esqueleto de la historia. Fallo al intentar tallar las palabras. Recuerdo lo que alguien dijo anoche: “La memoria es como una urraca, solo toma las cosas brillantes”. Pienso en mi memoria-pájaro. La imagino como una paloma tomando pedacitos de mundo sin ponerse a elegir los arcoíris. O un gorrión haciendo un mundo de miguitas de pan.
Vuelvo a mi estado en Kettwig.
Quiero escribir mi próxima crónica y, por un instante, solo me imagino sentir la suavidad de las aves en los labios, el aroma a humedad trepando por los fresnos altos de noches de invierno, las calles frías, el té.
No vienen a mí casas de colores estridentes, ni la arquitectura alemana ineludible, ni los anfiteatros de tipo romanos. Me acuerdo que llegamos a aquel lugar una noche tan húmeda que me recordó un poco a mi pasado. Que caminamos por calles que cotidianamente renombró como en mi memoria,esta se parece a Otoño. Esta es 3 de Febrero. Este podría ser San Luis.
Que después de pasos incontables llegamos a la casa prestada. Que en el cuarto había un cartel pintado a mano que decía: “No piense en arte”. Que había copiado el alfabeto y aprendido un idioma desconocido sin saber que se estaba ordenando a sí mismo. Que no fue algo brillante. Que tomamos té de naranjas disecadas. Que tuve la taza caliente entre mis manos hasta que el té estuvo tibio y fue hora de irse a dormir. Que J.G. me dijo: “No te lo terminaste” y que no tuve justificativos para explicarle que nunca, jamás, me termino una taza de té.
Que salimos al mediodía. Que Kettwig estaba gris y llovían gotitas como mariposas. Que tenía mis anotaciones frescas en mi libreta (el barrio antiguo, el coliseo, la mezquita, el mercado), pero que sus letras prolijas no decían nada sobre la casa de té con lámparas de mosaicos de colores que habían abierto junto a la entrada del templo.
Que había muchos dulces, pero que el aroma que reinaba era líquido, así que J.G. y yo nos sentamos en una mesa en un rincón mientras conversábamos y, predeciblemente, pedimos una taza de té.
Que después me iba a acordar de que por estos lugares el té no viene en taza sino en vasitos que parecen florecitas de tulipán, que son tragos mucho más pequeños y que siempre me tocó guardarme la tentación de agregarle un terrón de azúcar, porque, aunque el terrón es irresistible al té dulce no me lo puedo tragar.
Entonces las palabras vienen solas.
Té para pensar, té para escribir, té para despertar, té para digerir, té para acompañar, té para abrigar, té para llorar, té para calmar, té para dormir y por un instante me acuerdo de haber pasado ratos mirando mapas sin nada más en mi mente. Que la moza se acercó y no fue amable, pero que no me importó, porque el vasito fue como un caleidoscopio acaramelado, y me puse a contemplar la vida de las veredas, de las personas a través de ese cristal sin saquito.
Que al lado había unas mujeres españolas que hablaban de mí como si yo no les entendiera, y que elegí no hacerlo para preservar el momento. Que di un sorbo y fue como un ritual. Que en ese acto mínimo declare ese rincón en el centro de Kettwig un lugar en el mundo ─Acaso se trata de esto. De sentirse cómodo, de quedarse, de reflexionar─. De todo eso me acuerdo.
Y pienso: buscamos lo increíble, el asombro, la inspiración. A veces, las maravillas de los viajes terminan estando en los pequeños actos diarios que viajan conmigo. En los litros de té que tomo en un solo día o alrededor del mundo. En las tazas anónimas que abrigan mis palmas y que quedan siempre por la mitad, (aunque algunos no lo entiendan). En el rol existencial de los rituales caprichosos. En la perfecta sutileza sagrada de una taza de té en Kettwig y dejando el último sorbo a merced de la vida.
Acto 16. El encantador barrio de pescadores sin mar de Ulm.
Para muchos puede ser una ciudad semi-desconocida, pero Ulm está repleta de rincones adorables. Esta pequeña localidad de Baden-Wurtemberg fue una de las sorpresas más gratas. Al principio sólo estaba en nuestro itinerario por estar cerca pero poco a poco nos fuimos enamorando de sus encantos.
Ulm esconde algunas curiosidades que la convierten en una urbe muy interesante. Por ejemplo, es la ciudad que vio nacer a Albert Einstein ¿todo el mundo sabe quién es, no? También alberga la torre de iglesia más alta del mundo, ubicada en su imponente Münster. Y por supuesto está el Danubio, uno de los ríos más impresionantes de Europa que dota a la ciudad de paseos encantadores a lo largo de sus riberas.
También es la ciudad de los gorriones, unas aves que según la leyenda ayudaron a los habitantes de Ulm a terminar el Münster, y que ahora se han convertido en un divertimento para los más pequeños. pueden estar escondidos en cualquier rincón ataviados con los ropajes más inverosímiles. No obstante, lo que más nos llamó la atención de Ulm fue su cautivador barrio de pescadores. Sí, sí, habéis oído bien, una ciudad sin mar pero con un barrio de pescadores y curtidores que es una auténtica delicia para el viajero, sobre todo si te gusta pasear por calles tranquilas pero cargadas de detalles.
En la actualidad, el barrio de pescadores de Ulm ha perdido su propósito original, pero se ha convertido en una colección de postales que conservan el espíritu de épocas más esplendorosas y cierto halo medieval. Está ubicado justo en la desembocadura del río Blau, a muy pocos pasos del descomunal Münster, de la vanguardista Stadthaus o el precioso Räthaus, es decir de los tres edificios más emblemáticos de la ciudad.
En realidad todo en Ulm está a tiro de piedra, así que es más que recomendable dejar el coche a buen recaudo y andar sin que el paso del tiempo importe demasiado. Los adoquines no son el mejor firme para los que viajamos con auto, pero la belleza de las vistas compensan el esfuerzo de dominar un suelo hostil.
Pero ¿Qué encontrarás en el barrio de pescadores de Ulm? antiguas callejuelas que serpentean y se estrechan de repente. Puentes que te llevan de un lado a otro del río Blau y te regalan panorámicas muy fotogénicas de los canales. Casas de vivos colores que se engalanan de plantas y flores espléndidas.
También hay galerías de arte, anticuarios, pequeñas tiendas especializadas o de artesanos. Sin ir más lejos, nos topamos con algunas boutiques de juguetes hechos a mano o de ropa de niño muy tentadora, aunque no apta para todos los bolsillos. Otro atractivo del barrio son las cafeterías y pequeños restaurantes que cuando luce el sol se apresuran a montar terrazas perfectas para ver la vida pasar.
Para ser el primer barrio de pescadores sin mar que hemos visitado no estuvo nada mal el paseo. Sus dimensiones no son muy extensas, así que olvida la prisa y saborea cada rincón como si fuera el primer beso que se le da a una mujer hermosa. Sus piedras, casas y puentes merecen que te olvides del resto del mundo y les dediques toda tu atención.
Acto 17 : Las iglesias Medievales de Lübeck, la corona de la ciudad
Nada más cruzar la Holstentor, la riqueza medieval de la ciudad de Lübeck y la reina de la Hansa en el norte de Alemania salta a la vista. Pero, incluso sin entrar en el Altstadt, la ciudad vieja, es evidente que las torres que se elevan sobre ella formando la llamada “corona de Lübeck”. Son siete las torres de las seis iglesias medievales de Lübeck las que se asoman desde su centro histórico. Da igual en qué parte de la ciudad estés, siempre tendrás una torre a la vista recordándote la “realeza” de Lübeck. Durante la Edad Media, sólo Praga y Colonia tenían más importancia en todo el Imperio Romano Germánico. Eso se tenía que notar, ¿no? No podíamos dejar de incluir las iglesias entre las cosas que ver en Lübeck.
La más grande, la más antigua, la del mirador cada una de las seis iglesias medievales de Lübeck tiene una característica que la hace especial. Además, como suele suceder cuando hay varias iglesias monumentales en una misma ciudad, cada una fue mandada construir por un gremio: los comerciantes, los marineros, los artesanos que se situaban en distintas zonas dentro del Altstadt. En lo que todas coinciden es en su pasado católico, como no podía ser de otra manera dada su fecha de construcción, y su posterior conversión al protestantismo, momento en que los frescos de sus paredes fueron cubiertos de blanco.
LA IGLESIA DE SANTA MARÍA DE LÜBECK, MARIENKIRSCHE
Comenzamos la visita a lo grande. En plena plaza mayor, Markt de Lübeck, junto al antiguo ayuntamiento, se encuentra la iglesia de Santa María, Marienkirsche. Y ¿por qué digo que “a lo grande”? Porque la Marienkirsche es la tercera iglesia más grande de Alemania construida en ladrillo. Fueron los concejales y comerciantes los que mandaron construirla, en el siglo XIII, para rivalizar con el poder del obispo y su catedral.
Lo de “grande” lo comprobarás en cuanto atravieses la puerta de entrada y tengas que levantar la cabeza echando el cuello hacia atrás casi al límite para llegar a ver el techo a 38,5 metros de altura –la nave más alta del mundo en ladrillo–. Pero no sólo el tamaño importa, también el reloj astronómico que cada día a las 12 se pone en marcha –tuvimos la mala suerte de que estaba estropeado los días que pasamos nosotros, un motivo para volver–, el órgano –hasta aquí llegó andando Johann Sebastian Bach para aprender de Friederich Buxtehude, aunque se fue a los tres meses cuando se enteró de que, para heredar su puesto de organista debía casarse con la hija del maestro– y las cruces que recuerdan que la iglesia es uno de los centros de las Cross of Nails.
LA CATEDRAL DE LÜBECK, DOM ZU LÜBECK
La catedral de Lübeck, Dom zu Lübeck, se construyó para demostrar el poder del nuevo obispado, recién creado, a finales del siglo XII. Es la más antigua de las iglesias medievales de Lübeck y fue construida en ladrillo: la ciudad de Lübeck ardió dos veces hasta los cimientos y en la tercera fundación se decretó que todos los edificios debían construirse en ladrillo y no en madera. Esta ley llevaría al desarrollo de la construcción con este material dando vida al llamado gótico de ladrillo del norte de Europa.
Como sucedió con la iglesia de Santa María, la catedral de Lübeck sufrió bastantes daños durante el bombardeo del Domingo de Ramos de 1942 en la Segunda Guerra Mundial, pero ha sido completamente restaurada para devolverle el esplendor que alcanzó en el siglo XIV cuando se reformó a un estilo gótico.
LA IGLESIA DE SAN PEDRO DE LÜBECK, PETRIKIRCHE:
Lo primero que sorprende de la iglesia de San Pedro, Petrikerche, es que no es una iglesia al uso,es la iglesia de la Universidad y, como tal, acoge exposiciones de arte y eventos culturales, así como uno de los nueve mercados navideños de Lübeck. De hecho, su interior no ha sido restaurado como se encontraba originalmente –Petrikerche también fue afectada por el bombardeo de la Segunda Guerra Mundial–, no se han recuperado sus frescos, cubiertos de blanco por orden de los luteranos.
De todas formas, el principal motivo para visitar la iglesia es subir a su torre de 107 metros de altura desde la que ver una panorámica completa del Altstadt y de los canales que lo rodean. No te preocupes, hay un ascensor que lleva hasta lo alto de la torre, nada de escaleras.
IGLESIA DE SANTIAGO DE LÜBECK, JAKOBIKIRCHE :
La de Santiago, Jakobikirche, es la iglesia de los marineros y así lo demuestra el hecho de que en su interior se encuentra un bote salvavidas del Pamir. El Pamir, un velero comercial de cuatro mástiles, se hundió atrapado por el huracán Carrie en las Azores en 1957. Sólo seis de los 86 miembros de la tripulación sobrevivieron. La iglesia, el hospital del Espíritu Santo y el albergue de peregrinos Gertrud forman parte del Camino de Santiago del norte de Europa.
LA IGLESIA DE SANTA CATALINA DE LÜBECK, KATHARINENKIRCHE
Otra iglesia convertida en museo en la ciudad de Lübeck. Santa Catalina, Katharinenkirche, es propiedad de los franciscanos y, en su interior, alberga varias obras de arte, entre ellas La resurreción de Lázaro de Tintoretto. Cuando pasamos por la ciudad, estaba cerrada por obras de restauración pero estaba prevista su apertura para verano de 2016.
Nos explicaron que, durante la Edad Media, los ladrillos negros eran mucho más difíciles de fabricar y, por tanto, más caros. Los edificios que se construían colocando ladrillos negros en su fachada querían hacer ostentación de esa riqueza. La fachada de la iglesia de Santa Catalina tiene ladrillos negros y, dado que no pudimos ver su interior, nos tuvimos que conformar con la promesa que esos ladrillos nos hacían.
IGLESIA DE SAN GIL DE LÜBECK, AEGIDIENKIRCHE
La de San Gil, Aegidienkirche, es la iglesia medieval más pequeña de Lübeck y fue mandada construir por los artesanos del barrio. Fue la única de las iglesias medievales de Lübeck que no sufrió daños en el bombardeo –sólo sus vidrieras– por lo que su interior conserva todo su esplendor: el retablo mayor, el órgano, el púlpito, la pila bautismal.Seis iglesias y siete torres que nos demostraron el pasado esplendoroso de la ciudad de Lübeck durante la Edad Media.
Acto 18. Si queres viajar, viajá
Prólogo: Anoche investigando perfiles de viajeros me topé con el de un francés que vendió todas sus pertenencias (casa, auto, computadora, etc.) para irse de viaje por el mundo y hace varios años se dedica a eso. También leí la historia de un californiano que vivía en su casa rodante e iba de ciudad en ciudad con un cartel de «Free Tea» e invitaba a otros viajeros a su «living» para tomar el té. Hace unos días encontré el blog de un tal «nómade», un estadounidense que se dedicaba solamente a viajar y ganaba 5000 dólares al mes escribiendo su blog de viaje (y tiene más de 5000 suscriptores). Y hace más de un año leí el libro de una pareja argentina que se fue de viaje en auto desde Buenos Aires hasta Alaska durante cuatro años contando todas sus experiencias.
Cada una de estas personas me recuerda una cosa muy importante: QUE SE PUEDE sin embargo después de leer quise irme a dormir, pero las palabras de este texto no me dejaban en paz y tuve que escribirlo
Cómo dejar todo e irte de viaje por el mundo (o no) Al igual que Martin Luther King, vos también tenéis un sueño.
Puede que sea un sueñito o un Sueño. No importa, es lo que deseás para tu vida, lo que harías si pudieras dejar todo atrás y elegir cómo vivir. Pero te sentís atado a un mecanismo del cual ya no podés escapar. O eso creés.
Tu sueño es viajar por el mundo. [O poner un bar en la playa. O ser un artesano en Indonesia. O ser un surfer en Ecuador. O ser un músico itinerante. O ser acróbata de circo. O ser un comerciante en China. O ser un astronauta en la luna. O ser lo que más quieras. Vamos, todos tienen un ideal, no me digas que vos no.]
No se lo contás a mucha gente. Crees que todos te van a responder «Pff, obvio, quién no quiere viajar por el mundo/poner un bar en la playa/ser astronauta/etc». Tenés miedo de que te tilden de nómade, vago, rebelde, idealista (una cualidad que se tiende a descalificar) hippie o loco. Pensás que viajar por el mundo implica demasiada plata, demasiados riesgos, demasiadas preguntas y ninguna certeza. Dejar todo para viajar por el mundo es un camino de ida sin carteles de señalización. Un interrogante que solamente se responde mientras se lo vive.
No le decís a nadie, pero soñás despierto. Cada vez que te tomás el mismo colectivo, subís el mismo ascensor, bajás por las mismas escaleras, te mirás al mismo espejo, apoyás la cabeza sobre la misma almohada pensás:
— Esta no es la vida que quiero. Un día de estos largo todo y me voy. Pero de verdad eh, yo me voy. Ya van a ver.
Pero los días siguen.
Seguís creciendo, conseguís mejores puestos, un mejor sueldo, y tus sueños te parecen cada vez más infantiles e inconcretables.
— ¿Vivir viajando? Es imposible. ¿Cómo hago? ¿De dónde saco la plata? ¿De qué vivo?.
Sin embargo, cada vez que ves fotos de pescadores que viven en islas remotas y paradisíacas, de orientales que se ganan la vida cocinando comida en un carrito, de parejas que venden todo y se van de gira en un auto viejo, de todos los que se animaron y pusieron un bar en la playa, te sentís afectado, pensás.
Te das cuenta de que allá afuera existen miles de maneras de vivir. Tu rutina no es la misma rutina de los seis mil millones de habitantes de este planeta. Es posible vivir de otra manera, fuera de la vorágine, con más lentitud, en un escenario que vaya más con tu persona.
Sacás cuentas y te iluminás. Es más barato vivir viajando que vivir en un mismo lugar Es más caro viajar como turista que vivir en un mismo lugar.
Pero al viajar de mochilero gastás mucho menos, solamente lo necesario, lo que consumís en el momento.
Te emocionas.
— Ya está, yo saco el pasaje sin escalas a Micronesia o donde sea y me voy. Chau. Ya van a ver.
Y otra vez aparecen los miedos, las dudas, las preguntas.
— No, mejor no… Me voy a quedar sin trabajo, y ¿qué hago allá? Mirá si me pierdo, me raptan o si tengo que dormir en la calle. No, mejor me quedo acá.
Gana una vez más la seguridad sobre los sueños. Y la vida sigue.
Y muchos años después pensás.
— Ay, me acuerdo cuando era joven, quería viajar por el mundo.
Qué ingenuidad, qué irreal.
Y suspirás
Nada ni nadie te impide vender todas tus pertenencias, comprarte un pasaje para el primer avión o colectivo que salga a donde sea e irte.
Aunque creas que existe un sistema que te lo impide, ese sistema no está más que en tu cabeza. Aunque digas «pero yo no tengo un peso partido al medio», si tenés manos podés trabajar, si tenés cabeza podés pensar, si tenés humanidad podés crear.
Si dedicás todas tus energías a hacer eso que te hace feliz, por más ridículo/irreal/aburrido que le parezca al resto del mundo, vas a encontrar la manera de sobrevivir.
¿Te hace feliz viajar? Viajá.
¿Te hace feliz pintar? Pintá.
¿Te hace feliz cantar? Cantá.
¿Te hace feliz hacer nadado sincronizado en el canal de Panamá? Hacelo.
Seré idealista (lo cual para mí es algo positivo), pero esta vida es demasiado corta para desperdiciarla dedicándote a algo que no te hace feliz cada día de tu existencia. Pero no pongas más excusas. Si querés viajar, viajá.
Acto 19: Visita al Casco Antiguo de Colonia
Visitar Colonia es conocer la cuarta ciudad más poblada de Alemania. De hecho solo Berlín, Hamburgo y Múnich consiguen superarla en el país bávaro. Esta se encuentra en el Estado Federado de Renania del Norte-Westfalia, donde es la metrópolis con mayor número de habitantes, aunque la capital sea Düsseldorf.
La visita a Colonia nos lleva a conocer una ciudad con más de 2.000 años de historia y de importancia económica y cultural internacional. Sede de importantes empresas tecnológicas, cadenas de televisión y con una gran centro de comunicaciones. De hecho, es una ciudad con unas infraestructuras fantásticas que le permiten estar conectada por tierra, mar y aire con ciudades vecinas y destinos internacionales.
Además, en Colonia se celebra cada año el Carnaval más famoso de toda Alemania. Es posiblemente la ciudad más liberal en cuanto a la población LGBT de todo el país, con importantes festejos durante el mes de julio. Y durante todo el año se desarrollan ferias en el centro de convenciones Koelnmesse como la Gamescom, feria del videojuego, o Art Cologne, feria especializada de arte moderno.
Sin embargo, el patrimonio de Colonia fue fuertemente castigado durante la Segunda Guerra Mundial, prácticamente el 90% de su centro histórico sucumbió a las bombas durante el conflicto bélico, en especial durante la Operación Millennium. El 29 de junio de 1943 fue bombardeada sistemáticamente, durante la noche por la RAF, (Fracción del Ejército Rojo ) y por el día, por las Fuerzas Aéreas del Ejército de los Estados Unidos.
Finalmente, cuando las aguas volvieron a su cauce, la ciudad se comenzó a reconstruir en el estilo de los años 1950, pero respetando el esquema y la denominación medieval de las calles. Eso nos lleva a encontrarnos una ciudad con un perfil no demasiado elevado, salvo excepciones.
Edificios sencillos de postguerra, con otros tantos más modernos. Más una serie de edificaciones que por su importancia patrimonial e histórica fueron reconstruidos. Lo imprescindible que hay que visitar en Colonia se puede hacer en un día. Aunque para mi gusto, si disponemos de otro día extra, podremos disfrutar con mayor calma y detenimiento de cada uno de sus rincones más representativos.
La zona más turística de Colonia corresponde con Altstadt. Por lo que, sin duda, el céntrico casco antiguo de Colonia es la mejor opción para alojarse en la ciudad. Esta área está dividida en norte y sur por la Cäcilienstraße. El norte es indudablemente bastante más caro que las propuestas de alojamiento que encontramos en el sur. Si buscamos economizar aún más nuestro presupuesto, nos tocará cruzar a la otra orilla del Rin. Al este de Colonia encontramos el moderno barrio de Deutz. Se encuentra a poco más de 15 minutos a pie del casco histórico, por lo que ya sea andando o en transporte público puede ser una opción muy a tener en cuenta. Por último, también podemos valorar la opción de Neustadt Nord, se encuentra en la periferia de Altstadt, y la oferta hotelera es bastante importante. Todo será cuestión de echar cuentas y ver si nos sale rentable alejarnos algo más del centro. Pero igualmente hay que volver a repetir que Colonia no es una ciudad excesivamente grande, por lo que usando el transporte público o caminando un poco no tardaran mucho en llegar a la mayoría de lugares de interés.
Altstadt es el barrio antiguo de Colonia. El casco histórico donde se encuentran la mayoría de sus lugares a visitar. En esta entrada les contaré los lugares imprescindibles a visitar en el centro de Colonia. Una primera parte de mi visita de un día a Colonia.
Catedral de Colonia
Es sin lugar a dudas el monumento más emblemático de la ciudad de Colonia. La Catedral de Colonia es un templo católico de estilo gótico construido entre 1248 y 1880. Desde luego si la Sagrada Familia les parece la obra de nunca acabar, en Alemania también tienen y si que saben de ello. Fue el edificio más alto del mundo con sus 157 metros de altura. Aunque este récord le duraría poco, pues en 1880 se culminaría el Monumento a Washington de 170 metros. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1996, y es el monumento más visitado de toda Alemania. Todo ello incluso teniendo en cuenta que su fachada siempre cuenta con algún grupo de andamios. Eso es debido a que la contaminación y las palomas hacen mella a la piedra.
Es indudable y un lujo poder realizar la visita a la Catedral de Colonia de forma gratuita. Aunque bien es cierto que visitar la Cámara del Tesoro y subir a su Torre hay que abonar un importe. Esta joya del gótico junto al río Rin es seña de identidad de la ciudad de Colonia. Una imagen que seguro habremos visto en cantidad de ocasiones y que en directo sigue siendo igual de imponente. A su belleza y sus dimensiones imponentes, hay que sumarle ser un importante centro de peregrinación al encontrarse en su interior un relicario que supuestamente contiene los restos mortales de los tres Reyes Magos. Un regalo que hizo Federico I Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, a la iglesia de Colonia en 1164, tras conquistar Milán. En la actualidad se levanta detrás del altar mayor medieval y constituye, así, el centro de la catedral gótica. Este relicario es el de mayor tamaño, artísticamente más importante y temáticamente más complejo de la Edad Media.
A este importante patrimonio hay que añadirle otros como la Cruz de Gero, la Virgen de Milán, el Retablo de los patronos de la ciudad, los bellos mosaicos del suelo, o las bonitas vidrieras que dejan pasar la luz al interior de la Catedral. En especial los que se encuentran en la nave transversal sur. Diseñada por Gerhard Richter en 2007 que permitió recobrar la grandiosidad perdida tras los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial.
En ocasiones cuando realizamos turismo podemos caer en la sensación que estamos visitando un edificio más. Una iglesia más, un museo más, en definitiva, un lugar por el que pasamos pero que no nos aporta realmente más que disfrutar de su belleza durante los minutos que dura nuestra visita. Eso en la Catedral de Colonia al menos a mí no me ocurrió. Ya tan solo vislumbrándola desde el otro lado del río Rin te das cuenta de lo colosal de la obra. Pero es que según te vas acercando, para luego entrar en ella, es uno de esos monumentos que dejan huella en la retina. La visita imprescindible por antonomasia en Colonia. Y aunque en sus alrededores el ambiente es mucho más animado, la paz y tranquilidad que se vive en su interior es plena. Caminar por sus diferentes pórticos, recorrer sus capillas, el plebiscito y su altar mayor son toda una experiencia. Donde además tuve la ocasión de escuchar su órgano justo al inicio de la misa.
La Catedral de Colonia se encuentra en pleno corazón de la ciudad, en el Domkloster. Y justo alrededor de ella encontramos varios buenos ejemplos de museos que podemos visitar en Colonia. En total les voy a recomendar cinco de los que para mi gusto son los mejores museos de Colonia en el casco histórico.
- Museo romano-germánico en Colonia: es un importante museo arqueológico que fue levantado sobre una una villa romana del siglo III. En el mismo se encuentran una importante muestra de objetos procedentes de la antigua colonia romana de Colonia, Claudia Ara Agrippinensium, Germen de lo que es actualmente la ciudad de Colonia. Gran parte del museo se encuentra sobre el mosaico restaurado de Dioniso. Y podemos visitar la tumba monumental del legionario Poblicio, reconstruida en la sala principal. Y también es destacable la colección de vidrios romanos, una de las más importantes del mundo.
- Actualmente se encuentra cerrado por trabajos de renovación. Solo es posible visitar pequeñas partes del museo por medio de una visita guiada en alemán. Se ubica en Roncalliplatz 4, a los pies de la Catedral de Colonia.
- Museo Ludwig: esta galería de arte es una de las más importantes de Colonia. Cuenta con una gran variedad de obras del siglo XX y XXI, desde el arte abstracto, el expresionismo alemán y el surrealismo hasta el Pop Art. A destacar una importante colección de obras de Picasso, la mayor de Alemania. Y también es interesante destacar la colección de fotografías conocida como Agfa-Photo-Historama que trata sobre la historia de la fotografía.
- El horario es de 10 de la mañana a 6 de la tarde. Y el precio es de 11 euros (año 2019), aunque hay entradas con descuento para distintos colectivos. Se encuentra en Bischofsgartenstraße 1, nuevamente a los pies de la catedral.
fantástico punto de partida para comenzar una visita por Colonia
Acto 20: Muro de Berlín: historia y lugares que visitar.
¿Sabías que… el Muro de Berlín tiene 155km? Berlín es una de las ciudades más interesantes de Europa. Quizá no destaque por su belleza, pero su historia reciente es apasionante y los alemanes no han tratado de ocultarla. Al contrario; siguiendo la máxima de “Quien olvida su historia está condenado a repetirla”, han levantado numerosos memoriales, monumentos y museos que nos recuerdan los capítulos más oscuros de su pasado. Si viajas a Berlín seguro querréis ver el famoso “Muro de la vergüenza”, una de esas manchas negras en la historia de la ciudad. En esta crónica repasaré lo más importante de su cronología y comentaré qué lugares relacionados con el Muro de Berlín se pueden visitar.
Breve historia del Muro de Berlín
La construcción del Muro de Berlín comenzó la noche del 12 de agosto de 1961 con la instalación de una alambrada provisional que en poco tiempo se convertiría en un verdadero muro. De esta manera, y sin previo aviso, los soviéticos levantaban una frontera física entre el Berlín ocupado por el bloque occidental (Estados Unidos, Reino Unido y Francia) y el Berlín ocupado por el bloque del Este, liderado por la Unión Soviética. Tras la II Guerra Mundial las potencias vencedoras se habían repartido Alemania dividiéndola, más o menos, por la mitad. Berlín era un pastel demasiado apetecible para todos, así que la capital (que estaba en la zona de ocupación soviética) también fue separada en dos mitades. La zona capitalista de Alemania se estableció en 1949 como República Federal de Alemania (RFA) y el mismo año la zona comunista se autoproclamó República Democrática Alemana (RDA), dejando claro que los dos nuevos países seguirían caminos diferentes. Berlín se convirtió a partir de ese momento en el auténtico centro de tensiones de la Guerra Fría.
Las disputas ideológicas y las “competiciones” entre el mundo occidental y el mundo oriental se sucedían en este contexto. Ambos bandos se sentían orgullosos de su ideología y sus logros, pero la RDA perdía cada año mucha población, que huía de la escasez en la zona comunista para refugiarse en la próspera zona occidental. Esta situación era tan evidente en Berlín que pronto comenzaron los boicots e incluso los bloqueos de suministros por parte de la RDA. Finalmente, como he dicho, la “solución” a la fuga de compatriotas llegó en 1961 con el levantamiento del Muro. Nadie podía sospecharlo entonces, pero aquellas paredes de hormigón levantadas del día a la mañana permanecerían allí durante 28 largos años.
Familias y vecinos quedaron separados repentinamente. En alguno de los memoriales que visitamos recuerdo haber leído la historia de una madre que dejó a su hijo con un familiar para salir con las amigas el 12 de agosto y al día siguiente no pudo cruzar para recogerlo. Tardó casi 30 años en volver a abrazarle. Y ésta es sólo una de las muchas tristes historias que encierra el Muro. Se calcula que sólo unas 5.000 personas tuvieron la fortuna de cruzarlo con éxito. Entre 125 y 270 murieron en el intento.
Durante casi tres décadas el Muro fue evolucionando. Su longitud máxima llegó a ser de 155km, 43 de ellos dentro de la ciudad y el resto bordeándola. La alambrada provisional se convirtió en pocos días en un verdadero muro con paredes de unos 4m de alto que serían reforzadas con el paso de los años y que se protegerían cada vez más. Pero el verdadero peligro del Muro no eran estas altísimas paredes, sino la “Franja de la Muerte”, situada entre una línea de muro interior y una línea de muro exterior. En este espacio se concentraban numerosos soldados (hasta 14.000), torres de vigilancia (302), búnkers (20), alambradas con sensores, trampas para tanques, patrullas con perros, etc.
La caída del Muro de Berlín se produjo el 9 de noviembre de 1989. La pasividad de Occidente, la mentalidad hermética de los comunistas y el miedo de ambas partes a entrar en un conflicto bélico habían permitido que el Muro se mantuviese allí durante todo ese tiempo, pero la situación se había tornado cada vez más insostenible. La progresiva apertura de fronteras en otras zonas controladas por los comunistas y las masivas manifestaciones dentro de la propia RDA obligaron a anunciar la apertura del Muro aquel feliz 9 de noviembre y el pueblo se encargó de ejecutar la orden el mismo día, destrozando piedra por piedra la barrera que les había separado durante tantos años.
Qué lugares visitar para conocer el Muro de Berlín
Hoy en día aún se conservan unos pocos km del Muro original (muro interior o muro exterior, según la zona), repartidos por seis puntos de la ciudad. Además, existen varios memoriales o museos donde podemos documentarnos, 30 placas informativas en diferentes tramos y una doble línea de adoquines que marca el recorrido original. A continuación os sugiero algunos lugares que podéis visitar, pero para obtener muchos más detalles os recomiendo que visitéis la web oficial de Berlín.
East Side Gallery
La East Side Gallery es el tramo más largo de Muro que aún sigue en pie (1,5km). Lo que en su día fue parte del muro interior hoy se ha convertido en la galería de arte al aire libre más extensa del mundo. En 1990 múltiples artistas internacionales dejaron allí su huella. Los murales representan diferentes puntos de vista en torno al Muro y algunos de ellos se han convertido en auténticos iconos de la libertad.
Sitio Conmemorativo del Muro de Berlín
La Bernauer Strasse, testigo de la primera muerte en el Muro, es el paradigma del sufrimiento causado por el Muro. En esta calle encontraremos una exposición al aire libre, trozos de muro, la capilla de la Conciliación y el imprescindible Gedenkstätte Berliner Mauer (Memorial y centro de documentación del Muro de Berlín) con fotografías, documentos, relatos, cifras, etc. y una terraza desde la cual podremos ver el otro lado de la calle, donde se encuentra la única zona de Muro que conserva casi todos los elementos que lo componían: muro interior y exterior, franja de la muerte, alambradas y una torre de vigilancia.
Checkpoint Charlie
Los siete puntos de control fronterizo que había dentro de la ciudad fueron desmantelados tras la caída del Muro, pero hoy los turistas podemos ver una réplica del punto de control C (Checkpoint Charlie) en la Friedrichstraße. Se trata de un lugar muy turístico donde varios actores se ganan el jornal haciéndose fotografías con la gente, pero no deja de ser de visita obligada. En la misma Friedrichstraße podemos ver el museo Haus am Checkpoint Charlie [Horarios y precios]. Por cierto, vimos parte de los restos originales del Checkpoint Charlie (como la famosa placa) en Leipzig, en el DDR Museum.
Sitio conmemorativo Günter Liftin
Günter Liftin se convirtió el 24 de agosto de 1961 en la segunda víctima del Muro, la primera en morir asesinada. El sencillo Sitio conmemorativo Günter Litfin, ubicado en una torre, expone fotografías y otros documentos en recuerdo de las víctimas del Muro.
“Monumento Muro de Berlín” en Topografía del Terror
A escasos metros de la exposición Topographie des Terrors (Topografía del Terror), centrada en el Horror Nazi, se conserva otro extenso tramo del muro exterior (200m). Los turistas lo fueron despedazando para llevarse trozos de Muro como souvenir y estuvo a punto de ser demolido, pero actualmente se encuentra protegido y se pueden encontrar paneles informativos en los extremos.
Acto 21: Mercadillos de navidad
En estas fechas navideñas, en muchas ciudades y pueblos europeos surgen los mercadillos navideños, una mezcla entre mercado medieval y centro comercial donde todo está orientado a la navidad. En tan sólo un día pude ver hasta cinco de los cincuenta mercados navideños repartidos por Essen, desde los más pequeños con una veintena de puestos, hasta los más importantes, situados en la plaza de la ciudad.
El mercado, quizás el más completo y mejor decorado, ofrece espectáculos teatrales, puestos con dulces y platos típicos de estas fechas (todo comida alemana, no esperes encontrar dulces, aunque si había una especie de turrón), tiendas de artesanía, y hasta un bar cubierto para disfrutar del vino caliente.
Los puestos de artesanía son muy variados, y a simple vista de buena calidad, ofreciendo joyas, figuras y belenes en madera, nidos para pájaros, animales de papiroflexia, gorros peculiares, ropa antigua, ropa moderna, cuadros, posters, velas, inciensos, lámparas de cristal, flores luminosas, marionetas, peluches, estrellas. Tan sólo por ver la cantidad de cosas que tienen a la venta merece la pena la entrada a este mercado. Eso sí, los puestos con más gente eran los de comida, y es que es imposible resistirse a las galletas navideñas y todos los demás productos a la venta, de los que no se su nombre, pero tenían todo un sabor estupendo.
El otro mercado que me sorprendió gratamente es el instalado en Neptunbrunnen, más pequeño que el anterior, pero con una recreación en su interior de un pueblo con tiendas antiguas, noria de hierro, pista de patinaje sobre hielo, ponys para los niños, y muchos más puestos de comida. Este mercado ya es de entrada libre, por lo que lo rentabilizan con la cantidad de puestos gastronómicos, que ofrecen champiñones, revueltos, costillas, chorizos y muchos más sabrosos productos. Es un poco más caro comer aquí que en un restaurante, pero puedes probar muchas más cosas típicas de la época.
Los mercados navideños son una buena disculpa para acercarse por Berlín en diciembre, ya que con el frío que hace no se puede andar mucho por la calle, y en estos mercados hace algo más de calor por la cantidad de gente que los visita, aunque de noche hay que ser un valiente para pasearse por ellos. Además, la nieve decorativa es toda real, y entre el vino caliente y otros brebajes, no pasas nada de frío.
Acto: 22 Enamorate de Alemania
Alemania es el sexto país más visitado de Europa. Cada año, cerca de 38 millones de turistas se acercan a conocer el país germánico. Es por esto que Alemania es una referencia a nivel europeo,por su economía pues es la más importante de la Union Europea. A nivel turístico, el país es muy diverso y ofrece destinos muy variados para todo tipo de viajeros.
Berlín es su capital y la ciudad más visitada de Alemania. Cuenta con una historia muy interesante. Lamentablemente, la ciudad fue destruida casi por completo durante los bombardeos de la II Guerra Mundial, así que se trata de una ciudad nueva. Eso sí, la historia sigue viva y visitar la Puerta de Brandenburgo, el muro de Berlín y sus monumentos conmemorativos es una experiencia muy enriquecedora.
Pero Berlín no es la única ciudad atractiva en Alemania. Múnich es el segundo destino turístico del país y es completamente diferente a la capital. Una ciudad mucho más tradicional y con más encanto. Es la capital de Baviera, uno de los estados más bonitos, lleno de naturaleza. Así que si planeas una escapada a Múnich, no te olvides de visitar algunas joyas de Baviera como Núremberg o el castillo de Neuschwanstein.
Pero hablando de Alemania y Naturaleza, sería injusto no mencionar la Selva Negra. Sus densos bosques son un paraíso para los amantes de la vida natural. Rutas senderistas, lagos naturales donde bañarse y pueblos encantadores como Baden-Baden en los que parece haberse detenido el tiempo.
Y si te apetece hacer una ruta en coche, no hay ninguna mejor que la Ruta Romántica. Recorrerás los preciosos estados de Baviera y Baden-Württemberg, pasando por una serie de pintorescos pueblos y castillos. ¡No vas a querer volver!.
Alemania es un destino apasionante y diverso. No es tan barato como España o Italia, pero tampoco es de los países más caros de Europa. Moverse por Alemania es muy fácil y económico, especialmente en autobús. ¡Así que lo tienes muy fácil para enamorarte del país!
Suena Lili Marleen en una vieja radio de madera convertida en la única luz de un salón desordenado. Sólo la voz lánguida de Marlene Dietrich es capaz de detener el silencio dentro de un abismo de cuatro paredes. Se repite una y otra vez, aunque no hay nadie sentado escuchándola. En la calle tampoco hay transeúntes, ni tiendas de flores, ni se aprecia el olor de la panadería que horneaba pan y pasteles antes de cada amanecer. No veo sonrisas dibujadas en las caras de los niños porque ya no están. La desolación forma parte de esa pesadilla sin final, de esa visión del túnel de la muerte sin una sola luz a la que salir corriendo. No hay huída posible, y tiemblan los recuerdos de los supervivientes convertidos en un collage de imágenes en blanco y negro para quienes ni siquiera habíamos estado allí. Porque no hace falta haber nacido en la primera mitad del Siglo XX para sentirnos todos víctimas de la II Guerra Mundial. Por eso les pido que hoy me acompañen a un viaje al pasado para poner nuestros pies y caminar a través de cinco rincones significativos dentro de la contienda más mortífera que jamás ha existido.
Vamos a hacer un viaje a la II Guerra Mundial en cinco pasos, visitando lugares en los que todavía es perceptible el aroma del horror. Allá donde Lili Marleen se escuchaba con mucho miedo y lágrimas en los ojos.
No eran pocas las opciones que tenía para seleccionar, ya que todavía después de muchas décadas es realmente fácil encontrarse vestigios del conflicto en muchos países, sobre todo europeos. Son muchos los recuerdos que nos quedan de la crudeza de ese monstruo de infinitas cabezas que comprende la madre de todas las guerras. Aquí van aquellos que he podido ver con mis propios ojos y me han impactado emocionalmente.
CAMPO DE CONCENTRACIÓN Y EXTERMINIO AUSCHWITZ – BIRKENAU (POLONIA)
Sin duda lo más significativo y doloroso que se recuerda de la II Guerra Mundial son esas máquinas efectivas de matar seres humanos llamadas Campos de Concentración. El nazismo dispuso sus trampas mortíferas en casi toda Europa y nombres como Auschwitz, Treblinka, Mauthausen o Dachau aún estremecen sólo con pronunciarlos. Millones de personas no pudieron escapar a las garras del holocausto en estos campos en los que vivieron en condiciones infrahumanas y fueron asesinados en masa. Quizás el más popular, por su capacidad aniquiladora y sus números siniestros, fue Auschwitz-Birkenau, campo que agrupa dos complejos prácticamente unidos el uno con el otro (Auschwitz I y Auschwitz II-Birkenau) situados en la localidad polaca de Oświęcim, a 60 kilómetros al sureste de Cracovia. Así como había innumerables campos de trabajo y de concentración en la Europa invadida, el de Auschwitz tenía la misión de exterminar y hacer desaparecer a los considerados indeseables por el III Reich. Es decir, judíos, gitanos, eslavos, homosexuales o disidentes con la política nazi.
Familias enteras fueron trasladadas en los vagones de la muerte, viajando como ganado durante horas o días enteros, sin importar que hubiera niños o ancianos que no fueran capaces de resistir el trayecto. A su llegada les esperaba el horror más extremo.
Aún pervive lo primero que veían los infortunados presos cuando entraban al campo. Letras de hierro forjadas P1040296 sostienen una frase alemana que resultaba tan cínica como cruel e incierta: ARBEIT MACHT FREI, que significa “El trabajo los hará libres”. Una gran mentira, ya que desde los propios andenes se separaba a los débiles de los más aptos para el trabajo. Los primeros, después de quitarles todas sus pertenencias, iban directos a unas duchas que en vez de agua expulsaban Zyklon B, un gas venenoso que podía matar a más de cincuenta personas a la vez en cuestión de segundos. Después sus cuerpos eran arrojados a hornos crematorios, que es lo que hacía que en kilómetros a la redonda tanto de día como de noche se percibiera un olor a carne quemada. Y los segundos trabajarían sin descanso hasta que las fuerzas les abandonaran, enfermaran o un soldado nazi les pegara un tiro.
O lo que era peor, que participaran en experimentos médicos para comprobar cuánto dolor puede soportar un ser humano en condiciones extremas.
Cuando las tropas aliadas estaban a pocos kilómetros del Campo de Exterminio, los nazis incendiaron parte de Auschwitz (sobre todo las cámaras de gas y los hornos) para intentar no dejar pruebas de un genocidio superlativo. Pero fue imposible que no se supiera lo que allí ocurrió durante los años en los que el campo estuvo comandado por seres sanguinarios como Rudolf Hoess, ya que cuando los soldados americanos, rusos, franceses o ingleses llegaron hasta allí se encontraron miles de cadáveres arrojados en fosas comunes y muchos supervivientes desnutridos y debilitados junto a las vallas electrificadas que ya deseaban su muerte inmediata.
Auschwitz, como lugar más significativo del Holocausto, se quiso conservar intacto para que jamás se olvidara lo que allí sucedió. Fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, no por las razones habituales con las que se nombra a los monumentos de nuestro Planeta, sino para asegurar de forma férrea su mantenimiento. Cada año lo visitan millones de personas de forma gratuita (sólo es con costo si se quieren contratar guías que expliquen cada uno de los rincones del campo), dada su cercanía, además, a un lugar tan turístico como Cracovia. estar alli es una sensación muy amarga porque es una experiencia realmente dura pero necesaria.
En Auschwitz I los edificios son de ladrillo y en su interior nos cuentan de forma ordenada todo lo que fue sucediendo durante el tiempo en que estuvo funcionando. Allí también hubo prisiones, pero fue donde estuvieron las oficinas y viviendas de oficiales y soldados nazis, por lo que no encontramos todavía los barracones propiamente dichos que tantas veces hemos visto atestados de gente en fotos y películas. Hay salas que muestran apiladas muletas y piernas ortopédicas, gafas, zapatos, maletas y kilos y más kilos de pelo humano que se utilizaba para realizar tejidos. Es un Museo de los horrores bastante explícito en el que hace falta bastante aguante para no derramar alguna lágrima ni tener un dolor desagradable en el estómago. Sala a sala, pasillo a pasillo, la Historia del Campo de Exterminio y de sus pobres ocupantes se refleja en paredes, vitrinas, polvorientos trajes de rayas y objetos significativos como latas de gas Zyklon B.
Como he comentado anteriormente Auschwitz I yAuschwitz II-Birkenau están separados (hay un autobús que une ambos en apenas 5 minutos, ya que a pie es un “buen paseo”). Birkenau es una explanada que conserva hileras de barracones en los que se puede entrar y percibir incluso el olor del hacinamiento en sus duros camastrones. Personalmente me pareció la parte más dura para visitar porque contiene las siluetas de escenas que aún transmiten el dolor allí sufrido. Es algo muy perceptible en Auschwitz-Birkenau, la energía negativa que golpea como el viento y pesa como una losa.
Los edificios rotos donde quemaban a la gente se pierden en un oscuro bosque con lagunas aún más oscuras debido a las toneladas de cenizas humanas arrojadas durante varios años. Tanto tiempo después el agua continúa siendo negra, como la Historia de este Campo de Exterminio. Uno mire donde mire se va hacia una espinosa alambrada, a un barracón roído y maloliente, a una garita hueca sin soldados, o a un horizonte de vías de tren retorcidas por el miedo. Es, como he dicho, una experiencia dura durísima, pero que se tiene que vivir por dos razones: Comprender qué sucedió y no olvidar de lo que el ser humano es capaz de hacerse a sí mismo.
VARSOVIA, LA MUERTE DE UNA CIUDAD (POLONIA)
Uno de los objetivos de Hitler fue aniquilar a los polacos y destruir por completo su capital, Varsovia. Si no lo consiguió fue por poco, ya que al finalizar la II Guerra Mundial de la ciudad quedó en pie tan sólo un 20% de sus edificios. Monumentos, bibliotecas, palacios y construcciones nobles de una ciudad realmente bella no sobrevivieron al golpeo incesante de bombas y disparos que removieron incluso la tierra. La imagen de la desolación en una Varsovia reventada dio la vuelta al mundo. A mí siempre me llega el recuerdo de la película de Roman Polanski, El Pianista, en la que el músico Władek Szpilman interpretado magistralmente por Adrien Brody, camina por una calle de Varsovia totalmente rota por la Guerra. De hecho el día antes de viajar al este de Europa en el que Polonia formaba parte de la ruta ( hicimos Essen-Auschwitz-Varsovia-Gdansk) vi por enésima vez la que es una de mis películas preferidas.
Varsovia es otro de los símbolos de la barbarie del nazismo invasor. Y por tres motivos
+ Ser prácticamente destruida en su totalidad, siendo destacable un ensañamiento brutal que buscaba hacerla desaparecer.
+ Haber tenido el gueto judío más grande y, probablemente, el más célebre de todos los que se instauraron en urbes europeas.
+ Haberse levantado de su propia muerte. Como Ave Fénix a lo largo de las décadas posteriores a la II Guerra Mundial fue restaurando sus calles muy poco a poco del modo original hasta volver a ser una ciudad preciosa.
Cuando viajé a Polonia una de las grandes sorpresas me las llevé precisamente en Varsovia. Todo el mundo me hablaba de Cracovia, la estrella polaca, pero nadie me contó que la capital tenía un encanto especial. Fue tan profundo y minucioso el trabajo que se hizo para devolverle su esplendor, que al ver todos esos edificios de colores, sus estatuas, su alegría en la calle, me entusiasmó haber tenido la oportunidad de conocerla.
No es complicado aún encontrar restos de metralla en muchos sitios e ir siguiendo la estela de la II Guerra Mundial. Pero por ejemplo, ¿qué queda del gueto de Varsovia? Fue un espacio en el que confinaron a cientos de miles de judíos separándolos de su ciudad habitual por un muro y haciéndoles vivir hacinados dentro de un horror. De cómo era el gueto no quedan más que fotografías en blanco y negro. Pero recuerdo que entrando a un patio de vecinos (tal cual lo cuento) pudimos ver una parte del muro del gueto de 3 metros de altura y no más de diez metros de lado a lado. Son pedacitos de historia trágica que uno se encuentra en un barrio que apenas tiene alguna que otra placa conmemorativa y de la que hay que tirar de mapa para ir buscando los límites de un gueto que fue peor que una jaula para criminales.
Hay múltiples estatuas a lo largo y ancho de la ciudad, siendo una de las más destacadas la del Levantamiento del Gueto de Varsovia.
Igualmente hay un museo de este tema (Museo de la Insurrección de Varsovia) bastante recomendable en Ulica Grzybowska 79, cuya visita es gratuita y que cuenta paso por paso el alzamiento de los judíos del gueto.
Otro de esos lugares sumamente horribles es la Prisión Pawiak (Ulica Dzielna 24/26), que aunque nació en la época de los zares, fue utilizada por el régimen nazi para detener, torturar y asesinar in situ a un número aproximado de 37000 polacos. Los demás que pasaron por Pawiak y no fueron asesinados allí mismo tampoco tuvieron mucha mejor suerte, ya que fueron deportados a los campos de concentración y de exterminio. Hoy es un memorial en el que se observan perfectamente los restos de esta prisión que también supone al visitante un trago amargo, pero que hace una vez más que no se olvide la Historia de las víctimas que vieron perder aquí tanto sus vidas como las de su familia (La entrada es gratuita).
Pero por fortuna Varsovia ya respira otros aires menos trágicos y es posible disfrutar de lugares encantadores como la Plaza del Mercado (Rynek Starego Miasta), que nada tiene que envidiar a la de otras ciudades europeas muy concurridas por el turismo.
Varsovia se deja querer, y no sólo por su sufrido pasado, sino por la capacidad que tuvo para levantarse de su propia tumba.
LAS PLAYAS DEL DESEMBARCO DE NORMANDÍA (FRANCIA)
El día 6 de junio de 1944 se dio un paso esencial no sólo en la II Guerra Mundial sino en la Historia de la Humanidad. Sería el momento más decisivo de la contienda ya que marcaría ese punto de inflexión que catapultaría a las tropas aliadas y arrinconaría al Ejército alemán. El Día-D supuso el desembarco de norteamericanos, canadienses e ingleses a territorio francés para remontar desde suroeste europeo hasta llegar a sitiar a Hitler en su búnker de Berlín. Unos planes que parecían iban a efectuarse por el Paso de Calais pero que dieron un vuelco al escoger Normandía como punto de entrada de los aliados para tratar de vencer utilizando el factor sorpresa. Y funcionó, ya que un total de 7000 embarcaciones, 13.000 aviones y tres divisiones de paracaídistas arribaron a la costa normanda a lo largo de una jornada que vió perecer a miles de soldados de ambos bandos. Era la única solución posible, también la que mayor riesgo entrañaba, y es que a su llegada los nazis les esperaban en los búnkers creados al fondo de grotescos acantilados.
Un total de 80 kilómetros de litoral normando fue renombrado para el ataque en cinco largas playas de complejo acceso: Utah, Omaha, Sword, Gold y Juno. De todas ellas Omaha sería en la que se libraran las batallas más sangrientas y en las que más miembros del ejército alíado perecerían. Hoy en día casi ni se recuerdan los nombres originales de dichas playas porque todo ese tramo es un auténtico museo viviente de la II Guerra Mundial. Uno de los más explícitos es Pointe du Hoc, donde accedieron los primeros soldados norteamericanos (avanzadilla de rangers que escalaron el acantilado antes de que llegara toda la maquinaria venida desde Reino Unido) y donde se puede decir que comenzó la batalla. Hoy día se puede ver perfectamente desde lo alto del acantilado un terreno cubierto de búnkers, alambres de espino y suelo roto por las explosiones.
Entrar a todos esos búnkers y mirar hacia el mar te hace revivir la película de la mayor de las batallas. Las imágenes que se conservan de la aviación, los paracaidistas y los barcos llegando a tierras normandas son realmente espectaculares. Se calcula que durante los tres meses posteriores al desembarco, más de dos millones y medio de personas y medio millón de vehículos acorazados entraron a Francia para poner la balanza a favor de las tropas alíadas y derrocar el régimen nazi.
Hay esparcidos a lo largo y ancho del litoral normando numerosos museos que contienen artefactos, tanques e incluso embarcaciones originales. Un apasionado de la Historia bélica en general y la II Guerra Mundial en particular puede encontrar aquí la mayor colección de objetos y vehículos utilizados en el Desembarco de Normandía.
Ochenta kilómetros de costa es mucho para recorrer lentamente, pero sí se puede ir haciendo de forma tranquila en coche (nosotros alquilamos uno desde París para ver las Playas del Desembarco y el Mont Saint Michel) y deteniéndose en lugares esenciales en los que poder comprender cómo fue “el día más largo” y los meses sucesivos.
Muy cerca de Omaha Beach, campo a través, en la localidad de Colleville-sur-mer, se encuentra el mayor cementerio norteamericano construido fuera de los Estados Unidos. Más de diez mil cruces blancas perfectamente alineadas sobre una hierba repasada hasta el milímetro señalan los lugares de enterramiento de los soldados que no tuvieron la fortuna de regresar a su hogar.
El Cementerio americano de Colleville-sur-mer, que muchos reconocerán por aparecer en el filme de Spielberg “Salvar al Soldado Ryan”, es de gestión estadounidense al 100%, como si fuese un pedacito de su territorio. La solemnidad y el silencio contrastan con el sonido de las bombas y los disparos que llegó del otro lado del Canal de la Mancha aquel 6 de junio de 1944 para cambiar el sentido de la II Guerra Mundial.
DRESDE, TORMENTA DE BOMBAS SOBRE LA PERLA DEL RÍO ELBA (ALEMANIA)
Dresde (Dresden en alemán) es una ciudad sajona bañada por el Río Elba que siempre fue famosa por ser una perfecta representante tanto del Renacimiento como del barroco alemán.
Desde febrero de 1945, cuando estaba a tiro de piedra la derrota de los nazis con una Berlín prácticamente rodeada, esta ciudad se hizo también célebre por por ser el foco de crudísimos bombardeos aéreos en tres días por parte de aviones británicos y estadounidenses. Se calificaron los ataques como una verdadera tormenta de bombas que fueron dirigidas contra una ciudad casi intacta al final de la Guerra, con un objetivo que se desconoce si fue estratégico o un duro castigo a las provocaciones nazis.
Aunque como suele suceder en este tipo de cosas, fue la población civil la que sufrió las consecuencias. Cuatro fueron las oleadas de bombarderos y cazas descargando sin piedad sobre la ciudad sajona. Se calcula que en torno a 40.000 toneladas de bombas fueron arrojadas entre el 13 y el 15 de febrero de 1945. Explosiones e incendios se ensañaron contra Dresde no importando en absoluto si se estaba actuando contra un cuartel militar, un hospital o un edificio de viviendas. Se calcula murió un mínimo de 30.000 personas, aunque se piensa que fueron muchas más. Por supuesto, no se salvó tampoco el Patrimonio Histórico-Artístico de una ciudad que había sido conocida como “La Florencia del Elba”. Monumentos únicos quedaron hechos cenizas o a punto del derrumbe.
Pero Dresde es otro ejemplo de lo que supone emerger de la nada. Recuperó lentamente su Patrimonio, restaurándolo o levantándolo de nuevo tal cual se hizó siglos atrás, mediante la utilización de los materiales y técnicas de entonces. Hoy sólo se observa que parte de sus muros aún están ennegrecidos por las llamas, pero se rehizo perfectamente para ser nuevamente “La Florencia del Elba”. Tanto que fue nombrada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, aunque polémicas aparte por la construcción de un puente donde no debía, le fue retirada dicha denominación, siendo el primer caso en que esto sucede.
Dresde posee, aún así, la que para mí es una de las mejores vistas panorámicas que se pueden obtener a orillas de un río. Si el viajero llega hasta ella sin conocer su Historia, probablemente no se de cuenta de que fue pasto de los bombarderos, pero como siempre me gusta decir, conviene documentarse de los destinos a visitar para conocer el “alma” además del cuerpo de un rincón del mundo.
La ciudad germana es hermosa, repartiendo sus encantos generosamente sobre los reflejos del Elba, y bien comunicada con la capital de la República Checa, Praga. Nosotros la incluimos casi a última hora dentro de un interrail por los Países del Este y dimos cuenta de la elegancia suprema de quien observo el infierno de cerca y supo aguantar el golpe para seguir viviendo.
HIROSHIMA, LA CIUDAD DONDE SE LANZÓ LA PRIMERA BOMBA ATÓMICA (JAPÓN)
Ocho horas, quince minutos y dicisiete segundos del seis de agosto de 1945. En la ciudad japonesa de Hiroshima se detuvieron todos los relojes cuando de las tripas del avión militar Enola Gay salió Little Boy, la primera bomba nuclear empleada en la Historia, la cual explosionó a 550 metros del suelo causando la muerte de más de 150.000 personas e hiriendo gravemente a otras 300.000. Harry Truman, Presidente estadounidense en aquel tiempo, dio la orden más extrema que probablemente se haya ejecutado jamás, permitiendo, a sabiendas de las consecuencias que acarreaba el lanzamiento de la bomba atómica, una matanza tan indiscriminada como veloz de seres humanos cuya única culpa era estar allí en ese momento. A varios kilómetros a la redonda nada quedó en pie, convirtiéndose una ciudad bastante poblada en un auténtico solar.
Se calcula que un 8% de los edificios de Hiroshima no se pulverizaron junto a los demás, auténticos milagros de una devastación nunca vista hasta entonces.
Las radios japonesas, que tardaron en conocer con exactitud lo sucedido, narraron en los días sucesivos su particular Apocalipsis, pronunciando algunas frases que quedaron para la Historia: “Prácticamente todas las cosas vivas, humanos y animales, se quemaron hasta la muerte”.
Hiroshima fue literalmente vaporizada, pero la valentía y la fortaleza de los japoneses les hicieron aferrarse a un futuro en el que todavía había esperanza. Debían luchar con optimismo para no habitar el infierno y lograron derrotar el demonio de una bomba que no logró arrebatar el 100% de vida de una ciudad. Hiroshima, aunque parecía imposible, volvió a florecer, y décadas después se ha convertido en una ciudad moderna iluminada por los carteles de neón y alegre por saber a ciencia cierta que no hay nada que pueda acabar con ella.
La ciudad japonesa de Hiroshima cuenta también con su particular Zona Cero, el Parque de la Paz, repleta de símbolos levantados en honor a la memoria de las víctimas. Pero más que ninguna otra cosa, es la Genbaku dome (Cúpula de la bomba atómica), la representación en piedra de dos caras de la misma moneda: La destrucción y la resistencia ante el ataque nuclear. Apenas a unos metros del epicentro de la explosión, un edificio de 1915 que sirvió como Pabellón de Fomento de la industria de la ciudad, aguantó de pie milagrosamente. Este edificio fantasma, cuya cúpula se encuentra provista únicamente del forjado de hierros retorcidos, se decidió fuese lo único que se dejase tal cual quedó con la detonación para que nadie olvide lo que sucedido. Forma incluso parte de la lista del Patrimonio de la Humanidad.
Hace unos años, en las Crónicas del viaje a Japón donde recogí al detalle el día que visité Hiroshima escribí lo siguiente:
“Nunca su arquitecto, el checo Jan Letzel, podría haberse imaginado que lo que se proyectó en 1915 con motivo de Exposición Comercial de la Prefectura de Hiroshima terminara siendo la única ruina fantasmal y sombría que garantizara para siempre el recuerdo de la muerte de más de doscientos mil inocentes. Tampoco podría creer que la enorme cúpula mostrara sus hierros desnudos como si fuera la metáfora de un esqueleto que se resiste a convertirse en cenizas. La silueta de este edificio representa lo peor de nosotros mismos y a su vez nos advierte lo que nunca jamás se debería repetir.”
Este es el único recuerdo de piedra “vivo”, aunque son muchos los lugares construidos a posteriori en los que se puede conocer al detalle la Historia del lanzamiento de la Bomba Atómica. Considero imprescindible la visita al “Museo Conmemorativo de la Paz”, que recoge el antes, el durante y el después de la explosión nuclear. Es tremendamente duro. Muy explícito. Pero igualmente necesario para comprender que el 6 de agosto de 1944 el mundo vive amenazado por las armas de destrucción masiva que unos locos pueden activar con tan sólo pulsar un botón.
Hiroshima es Historia cruda de nuestro Planeta, pero gracias al tesón de los nipones, es una ciudad resucitada.
Las bombas atómicas caídas sobre Hiroshima y Nagasaki pusieron el punto y final a una II Guerra Mundial que arrasó millones de vidas en apenas seis años. El régimen nazi fue derrocado, pero el perro de la guerra sabe cambiarse rápidamente de dueño cuando más le interesa. Porque tiene que comer y seguir ladrando para que nunca nos olvidemos de él.
Cinco rincones marcados por la tragedia y también por la esperanza. Aunque son muchas más las cicatrices de la II Guerra Mundial porque nunca hubo tantos escenarios para una película de terror.
Acto 24. Cómo hacer un registro de tus dias: El Logbook o journal.
Llevo varios meses sin tener la chispa para publicar. Y dos semanas enteras sin mirar las cosas de mi blog, de mi correo, o de mis redes sociales. Al final -Pensaba mientras regresaba de mi clase de alemán- esto de tener tres personas coviviendo adentro (la viajera / la escritora/la estudiante) me complica un poco las cosas. Cuando una está motivada, la otra medio que se asusta. Y la otra vive de clase en clase. Cuando una sube cosas a su blog —porque ahora cada cual tiene su blog— la otra se traba un poco. O se encuentra estudiando. Y estos días me pasa eso, estoy tan concentrada en seguir aprendiendo aleman, que me desconecte un poco del mundo y aun mas de generar contenido para @contadoradebuenashistorias que dejé por un tiempo de lado escribir y me dedique a leer. Lo que no quiere decir que no haya estado escribiendo.
Como les conté en otro Acto anterior uso varios cuadernos a la vez —también leo varios libros a la vez, debe ser algún desorden de personalidad— y a cada uno le doy una función. En este momento estoy usando tres. Una locura. Pero me permito estos lujos porque estoy quieta y no tengo que cargarlos en la espalda. Además estoy asombrada con el tema de los libros y cuadernos. El otro día me arquile otro de Lynda Barry y cuando vi que pesaba un kilo pensé má sí, dame un kilo de libro como si le estuviese pidiendo papas al ventero. En unos años saldré en esos documentales de acumuladores de cosas: “Murió aplastada por sus propios cuadernos”. En fin. Cuando vuelva a moverme tendré que reducir todos mis cuadernos a uno. Prefiero no pensar en eso ahora.
No sé si a ustedes les pasa, pero yo escribo todo. Aunque ese todo va variando. Cuando estoy viajando, los días siempre son distintos —de eso se trata mi idea del libro:que hace 3 años estoy escribiendo — y necesito tomar nota de todo para no olvidarme. Son tantas las cosas nuevas que aparecen en mi camino que si no las escribo enseguida se me van de la cabeza.
Cuando estoy quieta, los días empiezan a parecerse: es normal que dejemos de mirar el lugar que habitamos y lo transformemos en el telón de fondo de nuestra rutina, pero eso no quiere decir que no sigan pasando un montón de cosas a nuestro alrededor. Es cuestión de prestar atención a lo que consideramos ordinario, algo que estoy intentando hacer desde que llegue acá. Y por eso no debe ser casualidad que, desde que estoy quieta, estoy escribiendo más que nunca: es mi manera de diferenciar mis días estáticos.
De esos cuatro cuadernos activos, los importantes son tres: el cuaderno verde, la libretita negra y la agenda de flores (todos moleskine, estoy en el pico de mi fanatismo). El otro es más esporádicos: uso uno para hacer mapas mentales —en otro post hablaré de esto— y el otro para anotar citas que me gustan o para hacer dibujos. Porque ultimamente me entro la onda de aprender a dibujar. Los tres cuadernos importantes los uso de logbooks. Cuando busco la traducción de logbook me dice: diario de navegación, diario de a bordo, libro de vuelo, cuaderno de trabajo, bitácora. Me gusta lo de libro de vuelo, así que quizá empiece a llamarlos así. Son mis libros de vuelo.
En estos logbooks anoto los eventos más importantes del día, aunque no me centro tanto en qué comí o adónde fui sino en qué escenas vi o viví: qué cosas me llamaron la atención. Son como bitácoras extendidas o diarios simplificados. ¿Por qué necesito tres? Porque estoy mal de la cabeza. Aunque en mi lógica todo tiene sentido:
1. el verde no empezó como logbook sino como cuaderno experimental y al final fue mutando.
2. la libretita negra la uso para apuntes más rápidos y para hacer listas: qué libros estoy leyendo, qué películas vi, qué páginas de internet descubrí, qué canciones escucho.
3. la agenda de flores es mi adquisición más nueva: estaba en oferta y con envío gratuito, no pude resistirme. Hace años que no tengo una agenda de verdad, de esas con las páginas marcadas, así que ya que estoy en la onda diario me pareció lindo tener un cuaderno con una hoja para cada día.
Volví a escribir en formato diario gracias a Syllabus, otro de los libros de Lynda Barry —también haré la reseña, quiero hacer reseñas de tanto libros que no sé si me dará la vida—. Lynda Barry es profesora universitaria y Syllabus es una recopilación de los ejercicios y tareas de dibujo y escritura que le da a sus alumnos. Una de las consignas obligatorias de su curso es mantener un diario durante todo el semestre de clases. Decidí hacerlo también, como si estuviese tomando su clase, y así empecé a experimentar con distintas maneras de mantener un diario.
Lo que me llevo a crear mi propia rutina de esta bella manera: Doblá una hoja en dos y dibujá una linea en el medio. Poné la fecha arriba, y en la columna de la izquierda escribí “erinnern” (recordar) y la de la derecha “sehen” (ver ) y escribe durante cuatro minutos todo lo que te acordás de ayer y todo lo que viste y asi puedes volver tus dias en algo mas divertido.
Acto 25 : Disparador : Comprate un cuaderno y escribí tus sueños. Todas las mañanas.
Ya ni me acuerdo cuándo fue que empecé a escribir mis sueños. Supongo que alrededor del 2005, cuando mis padrinos de bautizo me regalaron un cuaderno con tapa de Hello Kitty y decidí usarlo solo para registrar mi mundo onírico. Se ve que estaba soñando mucho y quería poner todos esos fragmentos en un mismo lugar.
Fue la época en la que empecé a catalogar mis cuadernos por sus funciones y ese, con su tapa psicodélica, no podía tener otro destino.
En el cuaderno Hello Kitty debo tener escritos unos cien sueños. Cuando me fui de viaje a Alemania decidí dejarlo en Colombia y después de un tiempo me arrepenti porque si lo tuviera conmigo se que al leerlo de nuevo me hubiera dado cuenta que cada uno de ellos se ha cumplido. Seguí escribiendo mis sueños, pero quedaron desparramados en un montón de libretas y anotadores. Tal vez en algún momento los pase en limpio y los recopile en el cuaderno Hello Kitty, donde tienen que estar.
Mi relación con los sueños tiene sus épocas. Tengo períodos en los que sueño muchísimo y todo es tan vívido que parece real. Tuve varios sueños lúcidos en los que pude controlar mis acciones. A veces encuentro respuestas en mis sueños, a veces se me ocurren ideas para escribir y a veces recuerdo todo con tanto detalle que me cuesta entender que eso no pasó de verdad. Bah: en realidad pasó, solo que en otro plano. En mi libro, incluso, confieso que muchas veces confundo sueños con realidad: no es que se me mezcle todo, pero hay ciertas escenas que a veces me cuesta diferenciar. Perá, ¿eso lo soñé, no? Y después tengo épocas en las que sé que sueño pero no me acuerdo de nada. Mi capacidad de recordarlos suele estar relacionada con mis períodos creativos.
En su libro What it is —gran libro del que ya escribiré—, Lynda Barry se hace una pregunta que me persigue: Is a dream autobiography or fiction? (¿Un sueño es autobiográfico o ficción?). Yo creo que es una autobiografía disfrazada de ficción. También creo que los sueños solo se pueden interpretar conociendo en profundidad al soñador. Nunca creí en eso de que si soñás con un loco tenés que jugarle al 22 y cosas así. Tampoco creo en las interpretaciones generales que aparecen en internet: hay que entender la cabeza de quien sueña para darle sentido a ese mundo de imágenes. Por eso, mi psicóloga de sueños es mi mejor amiga, que también resulta ser psicóloga y me conoce hace unos catorce años.
Estas semanas estoy soñando un montón. Demasiado y todo muy real. Casi todas las mañanas escribo alguno, aunque a veces no llego a tiempo y me los olvido o me da pereza y los dejo pasar. Anoche tuve un sueño tan pero tan real que sentí la necesidad de escribirlo apenas me levanté, mientras desayunaba. Lo comparto abajo. El número que le puse es al azar, no sé cuántos sueños tengo escritos en total, pero creo que debo ir por ese número. Acá tampoco tengo un cuaderno específico para sueños. Sería como traicionar a mi cuaderno Hello Kitty, que está ahí, incompleto y a la espera.
Por eso este disparador viene acompañado de una recomendación: cómprense un cuaderno, guárdenlo en la mesita de luz y úsenlo solo para escribir sueños. Y si se van de viaje, se lo llevan.
Fragmento onírico #264
“Me encuentro sola por una carretera, de repente aparecí en un jardín lleno de flores color amarillas y en la mitad un crucifijo y al lado la Virgen María; en las esquinas del jardín se encontraban mis padre, mi hermano, y varias tías.
Al cabo de un rato era de noche y observe que estaba parada frente a una reja, dentro de ella estaba mi primo que es militar haciendo ejercicio y cantando a puro volumen con unos audífonos , yo salí corriendo porque quería saludarlo pero no lo alcanzaba, luego de esquivar a varias personas llegue y lo abrace, nos montamos a un carro que conducía hacia donde mis otros familiares a toda velocidad, los salude y pregunte por mi abuela. Mi celular está sin batería así que lo pongo a cargar pero justo aparece mi mamá con una profesora de la facultad. Apagan las luces porque hay un grupo que va a hacer un show de stand-up y después van a pasar un documental. Me voy adelante de todo, donde está J y S y me quedo abrazada a ellos mirando el show.
Me despierto de golpe y pienso en lo feliz que soy”.
Acto 26: La Haya, el comienzo de mi visita a Holanda.
Era un día de calor en primavera, uno de esos días raros que aparecen en mitad de abril. Cuando desperté comprobé que el sueño se había convertido en realidad, estaba en otra casa, en otro Pais. Por fin comenzaba la aventura. La Haya es una ciudad de los Países Bajos que se encuentra en la provincia de Holanda Meridional. Está a unos 65 km. al oeste de Amsterdam y a unos 23 km al norte de Rotterdam. Para que tengas una idea, ir en tren de Amsterdam a La Haya son aproximadamente unos 50 minutos de viaje y en automovil desde Essen 2 horas y 40 minutos.
El nombre original de esta ciudad en holandés es Den Haag y en inglés la encontrarás como The Hague. es tambien la sede administrativa de los Países Bajos. Allí está el parlamento, la casa de gobierno y el palacio real. No hay que olvidar que el sistema de gobierno de Holanda es una monarquía constitucional. Pero además de los organismos locales y los distintos ministerios holandeses, La Haya también está lleno de organismos internacionales como la Corte de Justicia Internacional y la Corte Penal Internacional. A estos se le suman todas las embajadas y consulados de los países del mundo.
Una de las particularidades de Holanda son los canales. Secciones de agua que dividen calles y que son cruzadas por bonitos puentes. En esta ciudad cosmopolita hay canales pero no tantos como en Amsterdam. El paisaje es pintoresco y la arquitectura combina a la perfección con sus canales, convirtiendo cada calle de la ciudad en una hermosa postal.
Si vas alli lo primero que encontraras más destacable es la paz y la tranquilidad que hay en esta ciudad. Si bien viven 500.000 personas, no parece haber mucha gente y es común encontrar calles desoladas. El centro de la ciudad tiene un poco más de movimiento pero es incomparable con grandes centros urbanos como Amsterdam y Düsseldorft ciudades que he conocido.
Decir que es un pueblo, es excesivo, pero en algunas zonas de esta ciudad se puede apreciar una paz similiar al de una ciudad pequeña. En cuanto a la seguridad, en mi corta estadía no presencié o sufrí ningún hecho delictivo ni vi nada raro o ilegal es asi por lo que hemos caminado con tranquilidad tanto en La Haya, como en Alemania o en otros lugares de Europa.
Debo decir que el idioma neerlandés, es una lengua flamenca que se parece al alemán, tiene mucho del inglés y pequeños aportes del francés y el español. Lo bueno es que gran parte de los holandeses son bilingües y pueden hablar con facilidad en inglés. Basta con preguntarles o simplemente lanzar un «Good morning» y ellos automáticamente cambian el chip y salen hablando en inglés. Quizás la excepción sea la gente mayor y personas que viven en zonas rurales o más alejadas de los centros urbanos.
A diferencia de los franceses, que se rehúsan a hablar en inglés, a los holandeses parece darles lo mismo hablar en un idioma u otro. Esto facilita mucho la integración. Por supuesto que no van a hablar en inglés para trabajar, pero sí para atender a sus clientes.
Es asi por lo que se convierte en una ciudad cosmopolita y es común ir caminando por La Haya y escuchar hablar en inglés, en español, portugués, árabe, o en cualquier otro idioma. Hay mucha gente con origen de otros países. En parte, esto se debe a que La Haya es la sede de organismos internacionales, embajadas y consulados, pero también porque han tenido olas de inmigraciones.
La inmigración desde Turquía es inmensa y este grupo representa un porcentaje cada vez más importante de la población. Esto se nota mucho en la calle y también cuando vas a comprar. Es común ver principalmente turcas atendiendo en las cajas. Ocurre también con los deliverys, que principalmente son hombres jóvenes de origen árabe.
Esto me hace pensar mucho el nivel de inmigrantes que tienen en Holanda. A esas personas si les hablás en inglés te entienden y te pueden responder. Manejan, por supuesto, el neerlandés con fluidez y además, deben hablar también en su lengua de origen.
La figura del inmigrante que habla 3 idiomas distintos es más que llamativo en tiempos de xenofobia extrema. Hasta donde pude observar, los holandeses son abiertos en este tema de inmigración.
Y ni que decir de sus medios de transporte el método de transporte universal en Holanda es la bicicleta. Hay bicicletas por todos lados y gente yendo y viniendo de forma caótica en ellas. Es necesario prestar atención al caminar por las calles y detectar dónde están las bicisendas. Y aun así es importante mirar para los dos lados antes de cruzar una calle o un camino. Los ciclistas se desplazan velozmente y suelen salir de cualquier lado.
Uno de los detalles que más me llamó la atención es cómo se desplazan no sólo ellos en bicicletas sino que también llevan a sus hijos en compartimentos especiales. Es normal ver a madres y padres pedaleando con dos o hasta tres niños subidos en esos pequeños cochecitos que se agregan.
El tram es el tranvía que recorre la ciudad en circuitos guiados por rieles. Tiene tres o cuatro coches y es un medio de transporte excelente para moverse dentro de la ciudad.
El bus es igual que el colectivo en mi país. Hay distintas líneas y cada una tiene un recorrido. Sólo que no hay tantas como en Colombia.
Para viajar en estos medios de transporte necesitás tu OV-Chipkaart, que es como el tiquete en Colombia. También podés pagarle al chofer con tarjeta o con monedas, aunque no es lo más recomendable. Para subir se puede parar el bus con una seña y para bajar hay botones para avisar que se baja en la siguiente parada. Por lo que vi, es de buena educación saludar al chofer al subir. Con un «goede dag» en holandés (Buen día).
El Museo Mauritshuis
Es quizás la principal atracción de La Haya. Un lugar que reúne cuadros de pintores holandeses destacados del periodo barroco. No encontrarás cuadros de Van Gogh aquí. Las obras más destacadas es el autoretrato de Rembrandt y la Lección de Anatomía, del mismo pintor. A estos dos se le suma La joven de la perla, de Johannes Vermeer. Un museo pequeño y antiguo que se puede recorrer en una o dos horas.
Escher in Het Paleis
Escher in Het Paleis, el museo dedicado a M.C. Escher es la exposición dedicada a la obra del artista holandés M. C. Escher, famoso por sus ilusiones ópticas y sus dibujos de transformaciones. El museo está erigido en el Palacio Lange Voorhout, sobre la calle más hermosa de La Haya. Allí se muestran las obras de Escher, pero también se aprende sobre la historia del palacio. En la parte superior del museo, hay actividades interactivas con tecnología, todas vinculadas a la obra de Escher. Estas pueden ser de interés para los más chicos.
Binnenhof
El Binnenhof se compone de varios edificios donde funciona el parlamento y donde se encuentra la casa de gobierno de los Países Bajos. Es una vista espectacular para contemplar por su arquitectura y su entorno. Tiene un canal en donde hay patos, gansos y otras especies de animales. Hay fuentes de agua y están las banderas de todas las provincias holandesas.
Lo mejor del Binnenhof es que tiene un pasaje de acceso peatonal que lo cruza. Este da acceso a un gran patio descubierto donde se puede observar mejor la arquitectura del lugar por dentro.
Palacio Real y jardines aledaños.
El Palacio Real es inmenso y ocupa gran parte de una manzana. Pero además, se conecta con parques y jardines. Algunos de ellos son de acceso al público. El recomendado para visitar es el Paleistuin. Un pequeño y cuidado parque donde vas a encontrar distintas especies de pájaros y algunos juegos para niños. Un lugar tranquilo para ir con la familia.
La playa de Scheveningen.
La playa de Scheveningen es una de las principales atracciones de La Haya. Tiene un extenso muelle con restaurantes y lugares para comprar comida. Está a 15 minutos del centro de La Haya yendo en tram o caminando.
En primavera me pareció un lugar familiar pero tengo entendido que en verano cambia por un público más joven. Está lleno de paradores y bares y en verano estos explotan de gente. También he escuchado que en esa época del año «es todo un descontrol», pero no lo he visto con mis propios ojos para confirmarlo. Esta playa también tiene mucha historia. Fue una zona de gente humilde y barcos pesqueros antes de convertirse en un centro turístico de veraneo.
Un cuadro de Van Gogh, Vista del mar en Scheveningen, muestra la antigua playa y las actividades de pesca que allí se llevaban a cabo.
Panorama Mesdag
Siguiendo con la playa de Scheveningen tenemos el Panorama Mesdag. Una obra pictórica en forma de mural en 360° pintado por Hendrik Willem Mesdag que ilustra el paisaje de Scheveningen en 1881. La obra tiene 14 metros de alto y 120 metros de circunferencia. Es verdaderamente impactante estar allí y verla. Se encuentra emplazada en el museo homónimo y si bien hay algunas otras obras del pintor, especialmente marinas, el Panorama es la gran atracción del lugar. El museo no se encuentra en Scheveningen sino en el centro de La Haya.
Madurodam Un pequeño Binnenhof en Madurodam
Madurodam es un parque en miniatura que presenta grandes y alucinantes maquetas de los principales edificios y estructuras de todo Holanda. En Madurodam encontrarás una maqueta del Binnenhof, otra del aeropuerto de Schiphol y hasta una de la zona roja de Amsterdam, entre otras de palacios, estaciones, iglesias e incluso un estadio.
Cada una de estas maquetas tiene un nivel de detalle asombroso y está perfectamente construida para emular la estructura real. Además, en cada una encontrarás información sobre qué es y en qué parte de Holanda queda. Un paseo para hacer con chicos, sacar muchas fotos y quedarse allí toda una tarde.
Quizas ese sea el carácter de estas ciudades que han tenido que adaptarse a los cambiantes tiempos que han sufrido y sin saber muy bien como, han conseguido que esa mezcla de lo moderno con lo histórico lo antiguo y lo nuevo, se complementen de tal manera que incluso esas mismas ciudades han llegado a cambiar el carácter de las gentes que en ellas viven.
Esa mezcla perfecta la encontramos en la Haya, la ciudad de la paz y la justicia.
Acto 27 : Viaje a Berlín
La visita a la capital de Alemania fue uno de los primeros viajes que hicimos con mis padres y quedamos fascinados!! Berlín es una ciudad llena de movimiento, con mucho donde elegir para pasarlo en grande y con un ambiente inmejorable!! Una ciudad que parece mentira que hace poco más de 70 años quedara prácticamente derruida tras la segunda guerra mundial. Una ciudad que durante casi 30 años estuvo dividida por un muro y que hoy en día es un claro ejemplo de recuperación a pasos de gigante.
Es quizás, uno de los destinos más completos de Alemania no sólo por ser la capital, si no por ofrecer a los visitantes una amplia gama de lugares turisticos por observar, dar un paseo relajado por Tiergarten, degustar las auténticas salchichas alemanas, visitar la isla de los museos y finalizar con rememorar la historia del holocausto nazi en un campo de concentración o haciendo la ruta de imagenes repartidas por toda la ciudad son sólo algunas de las cosas que no se puede perder si visitas esta ciudad. Es por ello, que Berlín es considerada como la ciudad que hace palpitar Europa y sin ella Alemania no tendría un verdadero sentido pues se convierte en una gran urbe, por donde pasa el río Spree y es recordada por su pasado socialista y el imperante capitalismo que hoy en día se impone en gran parte del mundo.
Pero si algo me ha llamado siempre la atención de esta ciudad es su historia, seguramente en el viejo continente encontraremos (dependerá de gustos) una serie de ciudades más bellas que Berlín, pero el magnetismo que atrae a varios millones de turistas cada año hasta la ciudad separada por el muro durante algo más de 29 años, está claro que es un imán difícilmente de igualar con otras, y eso es solo uno de sus grandes reclamos, porque tiene mucho más que ofrecer tanto de su pasado como de su presente más vibrante y rompedor. Tan natural,transparente perfecta y única aquellos olores mientras la recorría, aquellos fragmentos escritos de la vida de otros en la pared, el país de personajes como Bertolt Brecht y Marlene Dietrich los cuales descubrí mientras leia desde el sillón de la habitación del hotel donde mi sonido de fondo fue el tren en su lejanía.
Sin embargo,una parte de esta ciudad me recordó la saga ya leída de Carlos Ruiz Safon el prisionero del cielo, el vuelo del ángel, el laberinto de los espíritus entre otros más, porque mientras más te involucras en esta bella ciudad tan apasionante más quieres descubrir y recorrer. Un claro ejemplo de ellos es la famosa Puerta de Brandeburgo. icono principal de la ciudad de Berlín, punto de reencuentro de los berlineses. Se trata de un gran monumento de unos 26 metros de alto y tiempo atrás fue la zona de entrada a la ciudad. Esta famosa puerta que nos puede recordar a la acrópolis de Atenas tiene una gran cuadriga de bronce en la parte superior. Esta cuadriga es una copia de la original que quedó destruida tras la segunda guerra mundial y que ahora se convirtió en un símbolo para los alemanes y sus visitantes.
Otro de los lugares que visite mientras mi recorrido fue la catedral de Berlín ubicada en las proximidades del río Spree, la cual atraviesa la ciudad y fue construida entre 1894 y 1905. Como en muchos otros monumentos de la ciudad, también quedó bastante dañada tras los bombardeos de la segunda guerra mundial, por lo que se ha reconstruido gran parte, especialmente de la cúpula. En el interior lo que más llama la atención es la zona del altar hecho con mármol blanco y su gran órgano, uno de los más grandes que han visto mis ojos.
Por ultimo, una de las cosas que más llama la atención de la ciudad para todo turista, fue la existencia de su tan famoso y polémico muro que dividió la ciudad en dos, entre los años 1961 y 1989. Pues bien, en la ciudad todavía se encuentran tramos de muro sin derruir y si se quiere formar parte de la historia no se puede dejar de visitar,se trata del tramo de la cara este del muro donde famosos artistas han dejado su huella en parte de lo que fue el muro de Berlín.
Esta famosa galería al aire libre alberga aproximadamente100 murales donde en su momento participaron artistas de todas las partes del mundo y donde se documenta sobre todo el triunfo de la libertad. Este lugar está ubicado cerca del centro de Berlín, en la rivera del río Spree en la calle Mühnlenstrasse (distrito Friedrichshain-Kreuzberg) y es una visita imprescindible. Porque realmente es la galería al aire libre más grande del mundo.
Acto 28 Volver a casa.
Fue en alguna esquina de Ámsterdam. Era de tarde y estábamos esperando a que nuestro auto llegará para ir camino al hotel a pasar nuestra última noche en la ciudad holandesa antes de volver, en ese instante pasamos caminando frente a un almacén de artesanías que daba a la calle y por unos segundos sentí que estaba en Colombia, o quizá por un momento fui una mujer paisa que caminaba por la capital Antioqueña en una dimensión paralela. Si me pongo a pensar, para mí hay ciudades que no se parecen físicamente pero comparten una esencia, tienen algo que no se puede reducir a un edificio del mismo estilo o a platos de comida más o menos similares, es otra cosa, una atmósfera, algo intangible o quizás una hermandad. Yo a Ámsterdam la sentí muy Medellín. será por su ritmo de vida tan cotidiano. Son ciudades con historias y realidades distintas, están separadas por miles de kilómetros y, si bien ambas tienen cierto aire antiguo, melancólico y amigable, no es que sean gemelas. Tampoco llegan a mellizas, pero hay algo similar en la relación entre estas dos ciudades y sus habitantes, una identificación muy fuerte entre las personas y el espacio, como esos departamentos en los que a primera vista se nota mucho la personalidad del dueño. cuando llegue a Ámsterdam la sentí muy habitada, con historias por todos los rincones, como suele ser Medellín. También es cierto que uno siempre ve lo que está buscando, y en ese viaje yo ya no pensaba en otra cosa que no fuera volver a casa.
La primera vez que me fui, en ese instante volver me parecía el final indeseado de un estilo de vida que recién empezaba a descubrir. Volver = se termina todo. Volver = el precipicio. Era como saltar al vacío. Ahora lo veo mas como una necesidad. Volver = reencontrarme con mi gente, con mis espacios, conmigo. Cuando el avión llegaba de Bogotá a Medellín yo ya venía llorando sin saber porque fue una mezcla de ansiedad, alegría y nostalgia, por un momento recuerdo que mi esposo me miró y sonrió, seguidamente la gente aplaudió y yo reí emocionada. Fueron casi dos años lejos de casa, dos años con ganas de volver para ver a mis familiares y a la vez sin saber bien qué haría si volvía, dos años sin un grupo de amigos fijo, sin cenas familiares a la antigua, sin ver las mismas caras todos los días , sin recibir los abrazos de la gente que quiero.
Si a cada viaje le pusiera un título, diría que mi primer viaje por Europa fue el de descubrimiento, la iniciación en la vida viajera sin tener ninguna experiencia: durante los nueve meses antes a mi viaje aprendí en qué consiste viajar, cómo es eso de tener una rutina distinta todos los días, cómo es conocer gente nueva todo el tiempo. El de Ámsterdam lo llame el de la exploración: culturas muy distintas a la mía, comidas nuevas, costumbres que no conocía. Y este último — en Italia— fue la búsqueda: me pasé dos años tratando de encontrar el significado de la palabra home para, una vez resuelto el enigma, poder volver a casa. Fue un viaje circular. Todavía no lo tengo muy claro: y ahí surgen estas preguntas ¿qué es el hogar? ¿Es el lugar donde nacimos o el que elegimos? ¿Es una persona? ¿Nuestra familia? ¿Es un estado de ánimo? ¿Un trabajo? ¿Mi hogar es la quietud o el movimiento? ¿Mi hogar es Colombia o Colombia? ¿Mi hogar es un lugar que todavía no conozco? ¿Puedo sentirme en casa solo por estar escribiendo? ¿Puedo sentirme en casa cada vez que abrazo a J y S.? ¿Mi hogar es donde me siento bien o donde está la gente que quiero? Home is where the heart is? Home is wherever I’m with you? No sé si estas preguntas tienen respuesta.
Lo que sí siento es que volver a casa es volver a uno mismo siempre, es un reencuentro entre la persona que vino de viaje y la persona que (nunca) se fue. Viajera duplicada a la potencia porque se fue una y llegaron 3. Un viaje a las raíces de nuestro ser. Llegué a Medellín y me llevó unos días reconocer mis espacios, acordarme de las tazas que usaba para el té todas las mañanas, del huequito aquel donde solía contarle historias a mi hermano donde me gusta leer y dormir la siesta, de esa cobija color verde de osos que tengo en la silla de mi cama, de mi osito de peluche súper fifi que me espera siempre, de la alfombra de colores donde me gusta estirarme, del tupper donde guardo las galletitas, de las postales que dejé pegadas en la puerta, de los cajones llenos de cosas que no necesité durante mis dos años fuera, de todo lo que me gusta hacer cuando no viajo. Cierto que a mí me gusta lavar los platos mientras miro por la ventana, que saco la basura descalza, que tengo un piano en la que toco las únicas canciónes que me acuerdo y que dejé una biblioteca repleta de libros, cajas llenas de cuadernos escritos y un balcón con mucha vista a la ciudad. Cierto que también tengo vida cuando no viajo, que soy Andrea y viví en Colombia y tengo amigos y familia y programas de radio y la vecinos de enfrente y los chinos cerca y el supermercado a pocas cuadras.
Colombia- Medellín me recibió a su manera: con cortes de Luz, con lluvia, con falta de agua, con el tráfico alborotado y con el abrazo más profundo de mis seres queridos (?), precios sumamente inflados después de una pandemia y un invierno impensado para ser época de verano. Pero tal vez si no hubiese sido así, no sería ella y yo no la hubiese extrañado tanto. También me recibió con cenas familiares, reencuentros, almuerzos al aire libre, brindis, tés con miel, empanadas, bautizos, matrimonio y feria de las flores, viajes en avión, comentarios espontáneos en la calle, bebés recién llegados. Y con más dilemas. Si bien sé que los números no importan, haber cumplido 30 marcó un cambio en mi vida. Me encanta haber llegado a esta edad porque siento que durante mis veinte hice todo lo que quise y me preparé, pero ahora me es imposible no plantearme otro tipo de preguntas.
Volví a Colombia siendo otra pero sin perder las sensaciones con ganas de quedarme durante algunos meses más pero debo regresar. regresar y viajar, escribir, estoy tranquila y feliz con mi nueva vida. A la vez tengo ganas de empezar actividades nuevas, de dedicarme a otras cosas, de trabajar por fuera de la computadora, de construir cosas con las manos, de tener un taller donde crear. No sé crear pero creo que lo que escribí es arte. pero crear. Quiero aprender a dibujar, hacer comics y cuadernos artesanales, quiero aprender a bailar rock, tomar clases de cocina, andar en bicicleta, sacar fotos de lo cotidiano, ir a actividades culturales, hacer vida de ciudad. Los primeros días me angustiaba: si a mi viajar y escribir me encanta, ¿por qué ahora no me sale? ¿Por qué no puedo? ¿Será que no es lo mío? Lo sea o no, si hay algo que aprendí en este tiempo es a serle fiel a mi esencia, a respetar mis impulsos y mis cambios, a hacer lo que me haga sentir bien. Y ahora, lo que necesito es estar acá, en mi casa unos días más con mi familia. Cuando sienta que debo irme otra vez, lo haré.
Hay palabras que no tienen traducción literal y que expresan muy bien un concepto: es el caso de homesickness. Es la enfermedad del hogar, el extrañamiento del país natal, la nostalgia por lo propio. Al parecer está comprobado que casi todos lo que viajamos lo sufrimos alguna vez en la vida. Hay quienes lo sienten al principio de un viaje o mudanza a otro país, a mí me llega después de unos meses. Homesickness: extrañar a la familia, a los amigos, la comida, las rutinas, los detalles cotidianos de nuestro día a día en ese lugar que, por nacimiento o elección, consideramos nuestra casa. Yo agrego: extrañarse a uno mismo en su ciudad. Supongo que cuando caminé por Ámsterdam, Alemania en algunos momentos estaba en mi punto álgido de extrañamiento.
Ahora pienso y escribo desde Medellín, y estoy contenta escribiendo este post- viaje, muy conectada a mi yo que no viaja. Era lo que necesitaba. Y entiendo a Natalie Goldberg que me dice, desde uno de mis actuales libros de cabecera: “But don’t go home so you can stay there. You go home so you can be free; so you are not avoiding anything of who you are.”
Les regalo un párrafo del libro 'Las ciudades invisibles' de Italo Calvino. Lo leí ayer mientras iba en el subte y casi me paso de estación.
«Los otros embajadores me informan sobre carestías, concusiones, conjuras, o bien me señalan minas de turquesas recién descubiertas, precios ventajosos de las pieles de marta, propuestas de suministros de sables damasquinos. ¿Y tú? —preguntó el Gran Kan a Polo—. Vuelves de comarcas tan lejanas y todo lo que sabes decirme son los pensamientos que se le ocurren al que toma el fresco por la noche sentado en el umbral de su casa. ¿De qué te sirve, entonces, viajar tanto.
Acto : 29 ¿Dónde quedan guardadas las cosas que no encontramos?
Hace meses mi mamá me preguntó eso. Tiene un teléfono y todavía no lo maneja del todo, hay cosas que ella sabe que están en alguna parte pero no logra localizarlas. Anoté —otra vez ese gran año que se mete en mis textos— la frase en mi cuaderno porque me quedó resonando en la cabeza, orbitándome como un satélite. ¿Dónde queda lo que no escribimos? Ayer un escritor que admiro dijo que cuando no escribes se vuelve tóxico. Esa idea de que lo que no sacamos nos termina aplastando, nos sofoca, nos enferma. El pozo de agua que rebalsa, el estanque que se pudre. El exceso de inspiración también puede ser perjudicial para la salud. Nutrirse es bueno, pero en algún punto hay que pasar a la acción, dejar salir todo eso que se fue asentando en nosotros sin que nos diéramos cuenta. Una vez un lector me escribió contándome que tenía muchas ganas de escribir pero que no podía y que se sentía como un bombero con la manguera a punto de estallar. Dejando el doble sentido de lado, a veces me siento así también, con muchas ganas de escribir, con una voz que me va narrando la vida en la cabeza, me tira ideas, hace comparaciones muy precisas y bien pensadas, un locutor profesional de AM que no para de transmitir mientras estoy en la calle, en una reunión o en un evento, pero que se apaga de golpe cuando me siento frente a la computadora dispuesta a bajar todo eso al papel.
Últimamente quiero pasar menos tiempo frente a la pantalla, y de a poco lo voy logrando, hago de cuenta que la vida virtual no existe, me dejan de importar los likes, si no veo un mail es como si nunca me hubiese llegado —si un árbol cae en medio de un bosque sin que nadie lo escuche, ¿existe. —, si no me conecto no hay angustia ni estrés por todo lo que debería estar haciendo ni por todo lo que me estoy perdiendo. Llegué de Colombia hace un mes y siento que estoy acá hace dos meses. Cuando viajo tengo la agenda completa, pero de una manera distinta, agenda completa de lugares, de caminatas, de presente, en Colombia me sentí así tengo más vida social que en cualquier otro lugar del planeta, una agenda repleta de futuros cercanos, de reencuentros que nunca sé si son bienvenidas o despedidas. Y me gusta, por algo me pone tan feliz volver, pero me la paso pensando que cuando llegue a casa voy a sentarme a escribir, voy a cumplir con esas tres horas diarias de escritura que me puse como meta, voy a llenar mis cuadernos, y al final llego y los mails me absorben como el portal de Rick & Morty (¿viste esa serie? Estoy adicta) y en dos minutos me olvido de todas mis promesas y caigo en el triángulo de las bermudas. Me gusta imaginar que existe un universo paralelo en el que escribo todos los días y no hago otra cosa de mi vida que escribir. Pero a la vez, me pregunto, no sé qué tanto podría escribir si no salgo a vivirlo antes. No soy de las que tienen imaginación para inventarse viajes que nunca ocurrieron, como Julio Verne, ni de las que puede crear mundos de ciencia ficción en 350 páginas. ¿O tal vez sí? La verdad es que nunca lo intenté, mi escritura está completamente pegada a mi vida y solo puedo escribir acerca de cosas que experimenté. ¿Te pasa lo mismo? Creo que sé la respuesta.
“Los escritores viven dos veces”, dice Natalie Goldberg. Viven su vida cotidiana como cualquier persona, pero tienen el mal del acumulador: van captando y juntando detalles para después llegar a la privacidad de su casa y escribir lo que acaban de ver. Peor que una cámara oculta. Leí que Murakami colecciona detalles raros de cada persona que conoce, aunque la vea una sola vez, es capaz de captar algo particular, una mueca distinta, una manera de sostener la taza, un acento irreconocible y lo guarda mentalmente. No lo escribe en un cuaderno —dice que casi no usa cuadernos, qué lujo de cerebro—, sino que lo cataloga en un fichero mental y lo vuelve a sacar cuando lo necesita, quizá cinco o diez años después. Yo si no lo escribo me lo olvido a las dos cuadras, por eso voy siempre con algo de papel en la mochila. Ahora ando con varios cuadernos a la vez, me pasa cada vez que sé que me voy a quedar quieta por un tiempo en un mismo lugar, como si me hubiese quedado el trauma del exilio, de que no puedo tener varias posesiones porque no me van a entrar en la mochila y no las voy a poder llevar al siguiente destino. A Alemania me lleve una mochila. Por primera vez en mi vida viajera me voy a ir de Colombia con una mochila. Necesito llevarme todo eso que me cuesta tanto dejar, trasladar mi escritorio a otro continente, irme con mis rituales cotidianos. Mudar mi persona y todo lo que me define.
Cambié mi misión por la de encontrar sincronicidades (no sé cuál era la anterior: ¿viajar? supongo). Qué te voy a contar a vos, pero me sigue sorprendiendo cómo las cosas se conectan cuando uno presta atención, cuánta magia hay en el día a día. El sábado pasado, JG y yo salimos a caminar por la calle Corrientes de noche (le encantan las luces) y vimos a 20 personas agrupadas frente a una vidriera, mirando un televisor desde la calle. Pensé que había algún partido de fútbol y me acerqué para ver quién jugaba —no es que me importara, pero me dio curiosidad—, pero no había deporte. ¿Sabes lo que estaban mirando? El Anthology de los Beatles. 20 personas habían frenado para mirar un concierto de los Beatles en calle Corrientes. Por cosas como estas me gusta estar aquí. Al día siguiente fui a comprar cuadernos a una papelería y cuando pagué la chica leyó mi nombre en la tarjeta y me preguntó de qué origen era A veces me gustaría tener el superpoder de cambiar una vida a través de un detalle banal.
Te dejo por hoy. Me voy a leer un libro nuevo. Otra vez recuperé esa sensación tan linda y angustiante de “no me va a alcanzar la vida para leer todo lo que quiero leer”. Ni, aunque me lea un libro por día. Mañana termino esta carta, me quedó bastante desordenada, pero no quería dejar de escribir, aunque sea esto.
Acto 30. Otoño
El otoño en los países de clima templado o frío es un tiempo propicio para el recogimiento y la meditación consciente. En mi caso concreto, esta es la época del año en que suelo clarificar ideas y ajustar el paso para llegar en tiempo y forma a las metas que quiero alcanzar. Sin embargo, no siempre fue así. Recuerdo mi primer otoño Aleman Lo pasé con mi esposo, que me acompaño desde el principio en mi aventura Europea. Alemania era un sitio lejano, ni siquiera imaginado antes, un territorio con un idioma raro, con costumbres y normas de vida totalmente ajenas a las nuestras. Eso para no hablar del clima, del que sí había leído y escuchado. Por lo demás, todo es historia. Era nuevo e incomprensible, incluso un tanto misterioso. Y, acaso lo más terrible, ignorábamos nuestro futuro. En esas condiciones no resultaba raro alimentar cierto temor ante el enorme reto que enfrentábamos.
Llegó, pues, el otoño, con sus días oscuros y sus bajones de temperatura, con árboles que se cubrían cada vez más de tonos rojos o amarillos, con ramas que pronto quedarían desnudas. Para conocer la región donde vivíamos solíamos caminar por el bosque cercano, abriéndonos paso entre las hojas que se amontonaban sobre la tierra o eran llevadas por el viento. La Naturaleza terminaba su ciclo y nosotros iniciábamos el nuestro. Por aquellos días empece a estudiar el idioma. Había que ponerse en marcha y aprender a vivir según patrones completamente desconocidos. De todo esto solíamos hablar a la hora de la cena, mientras la lluvia golpeaba el cristal de la ventana y el viento aullaba como un lobo hambriento. Afuera mandaban el frío y la oscuridad; pero en casa hacía un calor agradable y se estaba bien. En el pequeño apartamento donde vivíamos reinaban el optimismo y la esperanza. Y una de aquellas tardes recibimos una llamada anunciando su próxima llegada. Por fin. Pese a la crudeza de un clima tan poco hospitalario, la vida nos sonreía.
Mucho ha llovido y nevado desde entonces. Pero cada año por esta época recuerdo mi primer otoño Y siempre que asisto al espectáculo que la Naturaleza nos regala por estos días, vuelvo a sentir el susto de aquellos meses iniciales en Alemania. Hoy, sin embargo, miro el paisaje con ojos diferentes. Entre aquellos árboles coloridos y estos que admiro hoy en Colombia han ocurrido un cúmulo de hechos importantes para mi tribu y para mí. En el ámbito familiar, ya no somos cuatro sino siete en el profesional, un grupo de libros marca la diferencia. He tenido que trabajar mucho para llegar a ellos; pero ahí están, mirándome desde un lugar de honor en el estante. Cuando el cansancio o el desánimo me asaltan, desvío la vista, les dedico unos minutos a esa variopinta fila de invenciones y sueños, y vuelvo al teclado con fuerzas renovadas. Mis libros me inspiran, alimentan mi voluntad y me dan fuerzas para seguir escribiendo. Puede haber muchas otras; pero esa es mi manera de combatir lo que pueda haber de nocivo o de malas artes en la estación otoñal: voluntad, trabajo y, si llega, algo de inspiración.
Por lo demás, me sigo admirando ante el esplendor de los colores y la tranquila belleza del otoño. Esta estación, con sus temperaturas suaves, su oscuridad temprana y su silencio, es la época del año en que más suelo disfrutar frente al ordenador. Me gusta escribir en este tiempo oscuro y lluvioso, porque me parece que mis horas de trabajo suelen rendir más. Cuando empiezan a escasear las ideas o cuando, sencillamente, me canso de teclear, me levanto y miro a través de la ventana. Veo los árboles repletos de colores y pienso en mi vida, en lo que he escrito hasta el día de hoy; pero, sobre todo, en lo que aún me falta por escribir antes del fin de mi carrera. En tales momentos rememoro las palabras que en uno de aquellos primeros otoños me dijo un individuo que, al parecer, pretendía zaherirme en mi autoestima y socavar mi ánimo. Nunca olvidaré que ello ocurrió también en esta época del año, una oscura tarde de mi segundo otoño en Suecia. Luego de interesarse por mi edad de entonces, la voz del otro lado del teléfono pareció sonreír complacida para decirme que, si quería lograr algo en mi carrera de escritora tenía que darme prisa en escribir y publicar. La vida es así. En lugar de desanimarme, me tomé sus palabras como un reto a mi vocación y mis aptitudes de creadora. De manera que, siguiendo su “consejo”, me senté a escribir y hasta el día de hoy no he dejado de hacerlo.
Acto 31: Querida Amsterdam
Querida Amsterdam hace mucho te queria conocer, recuerdo cuando me hablaban en mis clases de historia sobre ti y esta mañana no pude negar mi felicidad de ir hacia ti, esta vez vamos junto con otros dos visitantes que llegaron de tierras extranjeras, me emociona contartelo ellos son dos personas que leyeron miles de veces mis cuentos favoritos y me enseñaron a tender la cama en cada despertar que vivi a su lado, soplaron mis velitas y cuidaron mis gripas, me han defendido en público y me regañaron en privado; me sacaron tantas carcajadas que de ellas broto mi primera arruga. Cuando tuve miedo, me acogieron en su regazo, me consolaron cuando me rompieron, enaltecieron mis virtudes y pulieron mi caracter.
Hoy me aman como si nunca me hubiera equivocado, como cuando subo el volumen de la musica y afilo mi pluma para escribir, me animaron a usar el metro y a llegar sola donde iba; se desvelaron al esperarme, lloraron mis tropiezos, me enseñaron a cumplir sueños y corrieron riesgos junto a mi.
Y hace un mes y medio caminamos tus calles, olimos tus aromas y viajamos para no quedarnos resguardados en casa y nuestra primera sensación era de felicidad y un poco de nostalgia, porque hace mucho mi cuerpo, mi mente y mi corazón querian estar aquí junto a ellos, y agradecerles todo lo que hicieron por mi pero sigo y me doy cuenta que como toda hija que llega a un país desconocido quiere mostrarles todo. Aunque el tiempo es corto y siempre se eligen aquellos lugares que tienen mucha historia, diversión y los que te recomiendan los residentes porque quieren que vivas la experiencia y tengas algo para contar.
Asi paso en esta ocasión, cuando llegamos habiamos escuchado tantas historias de este país que con tan solo una mirada sentí su emoción porque estaban coleccionando momentos al lado de JG, S, y Yo.
Continuamos, te caminamos y encontramos tus barcos, aquellos canales para una bella postal, frente a mi estaba tu Estación Central desde mi perspectiva y en vivo es una experiencia sin igual. Se que para ellos fue inolvidable y unica. A mi salida, como es normal, quedamos de espalda y acto seguido senti un impulso por voltear para ver que encontraba.
Acto 32 : Otoño y sus calabazas
Las calabazas son las reinas del otoño en Alemania. En estas fechas es habitual utilizarlas para preparar deliciosas recetas. Pero también visitar los festivales de la calabaza que se celebran en todo el país (Kürbisfeste). En ellos se pueden comprar calabazas, aprender a tallarlas y ¡hasta fotografiarse con las esculturas hechas de montones de Kürbis! Es una actividad muy popular, apta para todas las edades.
Con las calabazas llega el otoño. Pero este año la cosecha arrancó ya a mitad del mes de agosto, algo que hacia tiempo no ocurría. A ello han contribuido un invierno suave y el sol que ha brillado durante el verano.
Aunque las calabazas ya tienen una larga historia de más de 8.000 años, es a partir de los años 90 cuando comienza con mas fuerza en Alemania gracias al fenomeno cultural del 31 de octubre. Desde entonces ha aumentado aún más si cabe el interés por la calabaza, no solo entre los amantes de los alimentos naturales, sino también entre los gourmets como un manjar exquisito.
Las calabazas se han convertido en tendencia y son uno de los ingredientes de las cocinas alemanas. Pero no las calabazas grandes o gigantes que podemos ver en la popular exposición en Ludwigsburg(Cerca de la ciudad de Stuttgart, en el estado de Baden- Wúrttemberg), sino mas bien en los pequeños y tiernos ejemplares.
Según la Oficina Federal Alemana, la superficie para cultivar calabazas ha incrementado mas del doble desde el año 2006. El pasado año se cosecharon 70.000 toneladas de calabazas en Alemania, lo que supone un 17% mas que en anteriores años. Las mayores zonas de cultivo se encuentran en los estados de Baviera, Baden-Württemberg, Renania del Norte Westfalia, que representa tres cuartas partes de la superficie del cultivo.
Entre mis gustos, Una de las calabazas que mas me llama la atención es la conocida como Hokkaido. El motivo de su eleccion se debe al aroma. son de un tamaño pequeño, redondo y con un cierto sabor a nuez. Las calabazas son aptas para el consumo saben bien tanto crudas como cocidas.
Es en el mundo de la cocina donde se puede preparar de diversas formas. como sopa de calabaza ( muy de moda en los hogares alemanes),horneada, hervida o incluso como pastel. Por otro lado, las calabazas pueden aguantar hasta medio año, contiene un 90% de agua y aportan vitamina C y E, magnesio, calcio y hierro. Las pepitas que se encuentran en la pulpa son todo un tesoro, pues tambien contienen vitamina E, Magnesio y hierro.
Así que, si quieres sumergirte en una de las tradiciones otoñales más populares de Alemania, lo mejor es que visites alguno de estos festivales de calabazas que se hacen con tanta pasión por esta época.
Acto 33 : Celebración Navideña de los alemanes.
Los sabores de la Navidad llegan con el pan y las galletas con especias, que ya se asoman en las estanterías de los supermercados a inicios del mes de septiembre. A partir del primer domingo de Adviento, con mercadillos de Navidad en marcha, villancicos sonando en la radio y las luces encendidas, se difunde el verdadero espíritu navideño por todo el país.
Si bien es la celebración cristiana del nacimiento de Jesucristo, también los alemanes no creyentes celebran la Navidad. Celebrar la Navidad es para la mayoría una importante tradición familiar. Uno de cada cuatro alemanes va a una iglesia en Navidad. Para muchos, asistir a una misa del gallo en Nochebuena es una costumbre que no quieren perder.
Para la mayoría de los alemanes es importante que en Navidad pueda haber velas, árbol, galletas y comprar regalos. En los últimos años se vendieron cerca de 30 millones de árboles de Navidad, la mayor parte naturales, ya que los de plástico no están muy bien vistos.
En Alemania se celebran dos días de Navidad: el 25 y el 26 de diciembre. El 24 de diciembre, Nochebuena, se divide para muchos en una mañana un poco estresante y una tarde festiva. Si Nochebuena cae en día laborable, las tiendas están abiertas hasta el mediodía y llenas, ya que mucha gente quiere comprar hasta el último momento regalos o alimentos para las fiestas. Luego se decora el árbol de Navidad, con guirlandas de luces y bolas navideñas de diversos colores, se envuelven los regalos y se prepara la comida.
Las familias se reúnen ya por la tarde. En algunas se mantienen tradiciones tales como cantar villancicos o tocar música juntos. Después de la cena vienen los regalos. Pueden desenvolverse los paquetes que estén debajo del árbol de Navidad. Los niños ya habrían escrito una semana antes una carta al niño Jesús y esperan con inquietud que sus deseos se cumplan. También hay jóvenes que regresan a casa de sus padres por Navidad y visitan más tarde a viejos amigos.
Acto 34 :Celebración de Nochevieja en Alemania
El 31 de diciembre en Alemania y el mundo entero es conocida como la Nochevieja, Silvester o Silvesternacht (San Silvestre o Noche de San Silvestre). Es llamada así porque es un reconocimiento al Papa del siglo IV. Y cada año en la ciudad de Berlín se realiza una de las mas grandes celebraciones de Nochevieja en toda Europa,con más de un millón de personas. y el punto mas importante para esas fechas es la Puerta de Brandeburgo.
Lo más popular a realizar de cena en los hogares alemanes para ese día es preparar pescado, la carpa (Karpfen, escrito en alemán). pero otra opción que se ha ido sumando y que se encuentra mas ligada a las costumbres juveniles y se ha ido sumando a la última noche del año es la raclette o fondue. el cual se trata de conocer distintos ingredientes en un aparato electrónico del mismo nombre que tiene una plancha en la superficie y un espacio en la parte inferior para colocar pequeñas bandejas en las que se puede derretir queso o carne, junto al resto de alimentos.
Entre las bebidas no solo están el Sekt (vino espumoso alemán) o el champán, sino también un ponche; Feuerzangenbowle (el ponche para las tenazas en fuego) el ruido de los cohetes y fuegos artificiales es tan inherente esa noche de San Silvestre que un ciudadano común jamás podrá imaginarse que en algún tiempo no podía cualquier hijo de vecino anunciar la llegada del nuevo año como a bien tuviere: el derecho sólo lo tenían antaño los guardas de las torres, los guardianes nocturnos, los pastores y los músicos. El objetivo del ruido era alejar a los demonios.
Otra costumbre o tradición de Nochevieja en Alemania es ver Dinner for one. Se trata de un divertido sketch que todos los 31 de diciembre se repite en la televisión alemana. Dinner for one (cena para uno, pero en alemán se tituló Der Neunzigste Geburtstag, el cumpleaños nonagésimo) es una producción del canal de televisión alemán NDR (Norddeutscher Rundfunk) del año 1963, escrita por el británico Lauri Wylie inicialmente para el teatro en los años veinte.
Se trata de un sketch de corta duración (11 minutos) en el que dos cómicos ingleses Freddie Frinton (el criado) y May Warden (Miss Sophie, señora de la casa) representan un servicio de cena con motivo de la celebración del 90 cumpleaños de esta última.
Durante la cena el criado tiene que hacerse pasar por los ya fallecidos amigos de Miss Sophie. Así en Alemania ya se conoce la mítica frase Same procedure as every year.
Y para el nuevo año los alemanes suelen decir: Einen guten Rutsch ins neue Jahr (te deseo un buen resbalón en el nuevo año). Es decir que entres con buen pie al año siguiente y que sea un buen año para ti.
Acto 35: Algunos de los adornos de navidad Alemanes
Pirámide de navidad (Weihnachtspyramide)
La pirámide de navidad (su origen se remonta al siglo XVIII), con frecuencia de varios niveles superpuestos, está hecha a mano en varios talleres artesanales en Seiffen, la popular «aldea de los juguetes», y también en sus alrededores. El aire caliente ascendente calentado por velas en la base hace girar una hélice en la parte superior de la pirámide. Con figuras humanas y de animales se representan escenas cristianas y seculares, contándose a menudo historias completas. La mayor pirámide de navidad del mundo mide 14,65 metros de altura y se coloca todos los años en la famosa plaza Striezelmarkt en Dresde, donde tiene lugar uno de los más antiguos mercadillos de navidad de Alemania.
Cascanueces (Nussknacker)
Los primeros cascanueces de la región del Erzgebirge se hicieron alrededor de 1870, cuando reyes, soldados y generales le hacían difícil la vida al pueblo. Los habitantes de la región del Erzgebirge se vengaron a su modo: representaron a las autoridades en madera, les pintaron uniformes de fantasía y armas e hicieron que debieran cascar desde entonces duras nueces.
El ángel y el minero (Engel und Bergmann)
La región del Erzgebirge fue durante mucho tiempo el centro de la minería en Europa Central. El adorno navideño del minero surgió ya en el siglo XV. La luz, que el minero pocas veces ve en la mina, es portada orgullosamente por la figura del minero en una o dos manos. A su lado se encuentra el ángel, que también lleva la luz en sus manos, brindando amor y calor. Las figuras, talladas a mano, son los símbolos más importantes de la artesanía de madera de la región y conocidas más allá de las fronteras de Alemania.
El fumador (Räuchermännchen)
De su boca sale el humo de una vela perfumada, que difunde el inconfundible olor de la navidad. Los fumadores, barrigones y hechos artesanalmente a partir de maderas locales, de árboles tales como el abedul, la haya, el tilo y el aliso, son posteriormente coloreados a mano. Los primeros fumadores surgieron alrededor de 1830.
Arco iluminado (Schwibbogen)
Se trata de un candelero decorativo. Su nombre viene de la palabra alemana «Bogen» que significa arco. El primer Schwibbogen se remonta al año 1740. Al principio se hacían en metal y por sus grandes dimensiones no eran propicios para el interior de las casas. En un principio no se trataba de una decoración navideña, sino que simbolizaba una guía de luz para el minero para su regreso diario al hogar.
Acto 36 : Estos son los castillos más hermosos de Alemania.
Además del conocido castillo de Neuschwanstein también hay otros que merecen la pena en Alemania.
Castillo de Eltz
Considerado el castillo feudal alemán por excelencia, desde que fue construido hace 850 años de historia ha estado siempre en manos de la misma familia. Muros entramados, tejados puntiagudos y ocho torreones definen esta fortaleza de arquitectura militar levantada sobre un espolón de roca a 70 metros de altura en un enclave estratégico, junto a un camino que conectaba el río Mosela, una de las principales rutas comerciales del Sacro Imperio Romano Germánico, con la región del Eifel y las fértiles tierras de Maifeld. Además de su patio interior, la visita por sus estancias es un didáctico viaje por la Edad Media y la Edad Moderna, que tiene en su cámara del tesoro, en la sala de los caballeros y en la cocina de la casa Rodendorf sus grandes atracciones.
Castillo de Hohenzollern
A una hora de la ciudad de Stuttgart, sorprende llegar a los alrededores de Hechingen Bisingen y descubrir en lo alto del monte Hohenzollern esta monumental fortaleza. Desde el siglo XIX, luce su actual aspecto neogótico, pero sus orígenes se remontan al siglo XI. Fue residencia real de monarcas prusianos y emperadores alemanes y hoy, además de admirar la valiosa colección de arte que guarda, atrae por sus eventos culturales, las especialidades regionales de su restaurante y las espectaculares vistas.
Castillo de Lichtenstein
A 60 kilómetros de Stuttgart, en los montes Suabos, se levantó sobre un antiguo castillo medieval esta pequeña fortaleza neogótica de diseño romántico propiedad desde su construcción de la familia Wurttemberg. ¿Lo más curioso de él? Su ubicación, en lo alto de un risco que domina el pueblo de Honau, sobre el río Echaz y rodeado de un bosque de cuento. Además está protegido por murallas y rodeado de un foso que salva una pasarela de madera, por la que se accede cuando se visita.
Castillo de Mespelbrunn}
Una sencilla casa señorial junto a un lago resulta ser el origen de este castillo de la región de Baviera, en el pueblo del mismo nombre y entre las ciudades de Frankfurt y la universitaria Wurzburgo. En la Edad Media fue fortificado con murallas, torres y un foso y un siglo más tarde reconstruido dándole su apariencia actual. Hoy museo y lugar de celebración de bodas, lo más llamativo de él es su entorno, su ubicación y su torre circular, que se mantiene en pie del castillo medieval.
Castillo de Reichsburg
En la romántica región del Mosela, en Renania-Palatinado, donde las laderas del sinuoso valle fluvial están cubiertas por viñedos, cada curva del río está dominada por un castillo o un palacio. El de Reichsburg, que domina la localidad de postal de Cochem desde sus torres puntiagudas, es uno de los más espectaculares a vista de pájaro. Sus orígenes se remontan a un castillo feudal del siglo XI, del que conserva su campanario, aunque no sería hasta 1868 cuando fue reconstruido al estilo de los ideales románticos, tan de moda en la Alemania del siglo XIX. La visita por su interior, decorada con muebles de época, pasa por salas tan exquisitas como el comedor del Renacimiento, la sala gótica de los Caballeros, la de las Damas o la Armería.
Castillo de Albrechtsburg
Llegó a ser una de las construcciones arquitectónicas más modernas de la época, con las últimas innovaciones. Y todo gracias al ingenioso maestro de obras Arnold von Westfalen, que, en 1471, supo reflejar en esta fortificación gótica, ubicada en un promontorio rocoso de la ciudad de Meissen desde el que se domina el río Elba, el poder y la riqueza de los hermanos Ernst y Albrecht von Wettin, que gobernaron juntos. Como curiosidad, en 1710 en él se estableció la primera fábrica de porcelana de Europa. En sus salas se muestra la colección de pintura histórica mural más extensa del estado de Sajonia. Adyacente al castillo se encuentra la catedral gótica.
Castillo de Hohenschwangau
Es otro de los grandes castillos de Baviera, fruto del auge del romanticismo alemán, y está a solo 2 kilómetros del icónico Neuschwanstein, mirándose uno a otro. Su ilustre vecino se levantó sobre las ruinas del que fuera residencia de los señores de Schwangau y pasó a llamarse Hohenschwangau cuando fue adquirido por el príncipe Maximiliano (padre de Luis II), quien lo convirtió en su residencia de verano favorita. Del exterior sorprenden sus llamativos muros amarillos y del interior, ahora convertido en museo, la decoración de sus estancias, que conservan el mobiliario original y los frescos de sus paredes.
Acto 37: Wuppertaler Schwebebahn, el tren que viaja en suspensión en Alemania.
Wuppertal es una ciudad alemana situada en el estado de Renania del Norte-Westfalia de unos 355.000 habitantes, es la ciudad más grande y el centro económico, educativo industrial y cultural de Bergisches Land en el Oeste de Alemania. No se trata ni mucho menos de las más populares y visitadas del país, pero tiene algo que la hace única no sólo a nivel nacional, sino también mundial.
Hablamos de su Schwebebahn o monorraíl, la red de ferrocarril colgante que recorre la urbe. En este sistema de transporte el tren viaja suspendido en una estructura de un sólo riel. Hay más ferrocarriles colgantes en funcionamiento tanto en Europa como en otras ciudades del mundo, pero lo realmente peculiar del de Wuppertal es que circula al revés y parece que está volando sobre la localidad. Es decir, el riel se encuentra arriba de los vagones.
Inaugurado en 1901, es el sistema de transporte por monorraíl más antiguo del mundo y fue la solución que se encontró a los problemas de movilidad que plantea el río Wupper que cruza la ciudad.El tren colgante, el símbolo de Wuppertal, recorre la ciudad en un recorrido de 13 km. Esto pasa principalmente por Wupper, solo cuatro de las 20 paradas están en la "ruta terrestre". Más de 80.000 personas utilizan el tren colgante todos los días.
Por lo tanto, es un medio de transporte cotidiano para los residentes de la ciudad, pero también una atracción popular para los turistas. Se puede llegar fácilmente a muchos lugares de interés a pie desde las 20 estaciones de trenes colgantes. Desde el 1 de agosto de 2019, solo se conducen los 15 autos de nueva generación.
Además de este tren colgante la ciudad se caracteriza por ser universitaria y donde se ecuentra el teatro de danza Pina Bausch de renombre internacional.
Acto 38 : El Miniatur Wunderland en Hamburg
Con dos recórds Guinness, el «Miniatur Wunderland» o «País de las Maravillas en miniatura», en Hamburgo, es la mayor muestra mundial de modelismo ferroviario y una de las atracciones turísticas más populares de Alemania.
No es el mundialmente famoso Oktoberfest o el castillo de Neuschwanstein: La atracción turística más popular de Alemania es el Miniatur Wunderland, en Hamburgo. Al menos, así lo asegura el Centro Alemán de Turismo. Más de un millón de personas lo visitan cada año. Según Wunderland, aproximadamente el 25% de los visitantes provienen del extranjero.
Este «País de las Maravillas en miniatura» ostenta un récord Guiness por ser la construcción de modelismo ferroviario más larga del mundo: de aproximadamente 16 kilómetros. Y si los trenes aquí fueran del tamaño de trenes reales, las vías del tren medirían más de 1.300 kilómetros, también un récord mundial.
Wunderland fue fundado por los gemelos Frederik y Gerrit Braun. La exposición se inauguró por primera vez en agosto de 2001. Y rompió el récord de la maqueta ferroviaria más larga del mundo, por primera vez, en 2015. Estos hermanos han estado obsesionados con tratar de romper los récords mundiales desde que eran pequeños.
El Miniatur Wunderland se encuentra en la ciudad de Hamburgo, en el norte de Alemania. Está ubicado en el famoso distrito histórico de almacenes, justo frente al puerto.
Infinidad de detalles hechos a mano
Es más que una simple exposición de modelos ferroviarios: Es un pequeño e intrincado mundo construido a mano. Hay 1.040 trenes con más de 10.000 vagones. El tren más largo mide cerca de 15 metros. También hay 263 mil pequeñas figuras, más de 9.052 aviones, 130 mil árboles y 30 mil litros de agua que forman lagos, ríos y similares.
«Queríamos construir un mundo que inspire a mujeres, hombres y niños por igual a soñar y maravillarse», dijo una vez el fundador de Wunderland, Gerrit Braun. El pequeño mundo que han levantado ofrece millones de pequeños detalles por descubrir, no solo hazañas técnicas, sino también escenas construidas con amor, algunas realistas, otras surrealistas, algunas trágicas, pero muchas divertidas.
Wunderland dice que emplea a 360 personas. Hasta ahora, según la compañía, se han invertido 923 mil horas de trabajo y 5 millones de euros en la construcción de este universo en miniatura de 1.500 metros cuadrados.
Los trenes de Wunderland viajan principalmente a través de paisajes y ciudades europeas, como las montañas de Alemania o Venecia. La única excepción: Un área dedicada a Estados Unidos. Pero este año 2021 cuenta con una sección sudamericana. Se trata de una miniatura de Río de Janeiro y selvas tropicales en exhibición.
Acto 39: Pascua y Semana Santa en Alemania.
En Alemania existe una arraigada tradición con la liebre y los huevos de Pascua. Pero también hay costumbres muy asentadas en la cultura del país como son el fuego de Pascua y el cordero pascual dulce.
En Alemania no existe una tradición de procesiones como en España, pero ello no quita que se celebre la Pascua (Ostern) o Semana Santa.
El Gründonnerstag (jueves santo) es sólo libre para los colegios en el estado de Baden-Württemberg. Luego también se celebran el Karfreitag (viernes santo), el sábado de pascua con los fuegos (Ostersamstag), el domingo de pascua (Ostersonntag) y además, el lunes de pascua (Ostermontag).
Estos días son una buena opción también para organizar unas pequeñas vacaciones, pero no siempre caen en la misma fecha. El domingo de Pascua tiene que ser siempre el primero después de la primera luna llena de la primavera. Esta «regla» garantiza que no haya un eclipse solar el viernes santo.
El Karfreitag (Viernes Santo) y el Ostermontag (Lunes de Pascua) son días festivos para todos, salvo para la gente que trabaja por ejemplo, en el cuerpo de bomberos, en los hospitales, en el transporte público, gasolineras, tiendas de flores, instituciones públicas o en el sector de la hostelería. Sin embargo muchos negocios cierran estos días. Por eso es recomendable realizar las compras en Jueves o Sábado Santo.
¿Por qué celebramos la Pascua?
Si alguien piensa en Ostern (Pascua) en Alemania, seguro que se acuerda enseguida de los nidos de Pascua (Osternester). También se le vendrá a la mente el esconder los Ostereier (huevos de Pascua). Y claro está, las liebres de Pascua y pasar un tiempo agradable en familia.
Con diferentes tradiciones cristianas y no cristianas, se celebra el final del invierno y el despertar de la naturaleza. Las tradiciones en Pascua en Alemania van desde pintar los huevos de Pascua, arbustos y árboles, hasta recoger agua de una fuente o arroyo y, el fuego de Pascua.
Hoy en día es una fiesta de la familia y de la iglesia. En las iglesias cristianas se celebra la resurrección de Jesucristo, el hijo de Dios. La Pascua es una fiesta de la alegría y de la luz. Y todo lo triste se supera. Así la Pascua es percibida por el Cristianismo como la fiesta más importante del año litúrgico. Por eso las iglesias, capillas y altares se decoran con velas y con mucho verde. En Alemania se utilizan sobre todo las ramas de abedul, como símbolo de la nueva vida.
Pero no existe una asignación específica sobre el término Ostern (Pascua). Lo más probable es que la palabra Ostern proceda del término indogermánico «Ostara». Así se llamaba la diosa germánica de la aurora, de la fertilidad y de la primavera. En su honor se celebra cada año en primavera una gran fiesta. Otra posibilidad es que la palabra Ostern provenga del pasado cristiano.
¿Por qué la liebre como símbolo de la Pascua en Alemania?
La liebre de Pascua junto a los huevos de Pascua es un símbolo importante en Alemania. Pero no está muy claro cómo surge dicho símbolo. Lo más probable es que se remonta a una tradición pagana (la liebre como representante de la fertilidad). Y esto se adaptó por parte de los cristianos. Para una mayor popularidad ayudaron a partir del siglo XIX los juguetes y libros de Pascua. Hoy en día se sigue regalando a los niños en Alemania el libro «Die Häschenschule» (la escuela de conejitos).
Y que la liebre de Pascua trae los huevos pintados y los esconde, es una tradición desde el siglo XVII. Antes eran otros animales dependiendo de la región. En Tirol era la gallina la que ponía los huevos de colores. En Schleswig-Holstein, Westfalia, Baja Sajonia y Baviera era el gallo de Pascua, aunque también el zorro, el que escondía los huevos. En Suiza era el cuco el que lo hacía y en Turingia la cigüeña.
Otras tradiciones de Semana Santa en Alemania
Otras tradiciones típicas de Pascua en Alemania tienen que ver con el agua de Pascua (Osterwasser), el fuego de Pascua (Osterfeuer, una de las tradiciones más queridas en Alemania), las velas de Pascua (Osterkerzen), las risas de Pascua (Osterlachen, antes sobre todo en Baviera para celebrar el triunfo de la vida), el paseo de Pascua (Osterspaziergang), montar a caballo por Pascua (Osterreiten, muy significativo en Baviera y Sajonia) y claro está, el famoso y popular Osterlamm (cordero de Pascua). Existen incluso mercadillos en Alemania casi equiparables a los de Navidad con productos típicos de Pascua.
Pero nos vamos a detener en la tradición del Osterlamm. Y es que los alemanes conservan del Cristianismo el símbolo del cordero pascual. Ya sea asado o como bizcocho (un cordero pascual dulce). Para conseguir una forma bonita, se necesita un molde en forma de cordero, aunque siempre está la opción de hacerlo en forma de liebre, o de lo que se quiera. Sobre todo hay que tener cuidado con el cuello para que no se rompa.
Para la receta del cordero pascual dulce se necesitan estos ingredientes:
100 g de mantequilla
8 g de azúcar de vainilla
100 g de azúcar
2 huevos
100 g de harina
50 g de polvo de flan de vainilla
2 cucharadas de levadura
150 g de yogurt
Azúcar glaseado para recubrir
Grasa para el molde
Harina para el molde
Para la preparación es preciso mezclar bien la mantequilla, el azúcar de vainilla y el azúcar. Añadir los huevos y amasar. Mezclar la harina con la levadura y el polvo de flan, y a continuación agregar a la masa, junto con el yogurt. Poner la masa en el molde en forma de cordero adecuadamente engrasado y espolvoreado con harina. Poner al horno precalentado a 180º en horno eléctrico, a fuego medio-alto en horno a gas, entre 30 y 40 minutos. Extraer la masa del horno y recubrir con azúcar glaseado.
¡Buen provecho y Felices Pascuas!
Acto 40: Por las calles de Lisboa Portugal.
Saudade de Lisboa
Siempre quise conocer Lisboa. No sé por qué, era uno de esos lugares que me atraía sin una razón específica, tal vez por algo tan simple como la musicalidad de su nombre (“Lishboa”, me encanta cómo suena). Lo mismo me pasaba con Barichara Santander, en Colombia: me llamaba sin un por qué, simplemente por el mero hecho de existir yo sentía que ella estaba ahí, esperándome. En el caso de Lisboa, sentía (o presentía) que era una ciudad que generaba saudade incluso antes de conocerla. Saudade es ese sentimiento de extrañamiento, de melancolía, que ocurre cuando uno se separa de algo/alguien amado y siente la necesidad de volver a verlo. El escritor portugués Manuel de Melo decía que es “un bien que se padece y un mal que se disfruta”. Como una tristeza feliz. Y yo sentía que Lisboa iba a ser algo así, como la saudade hecha ciudad.
Después de pasar unos días, el camino nos llevó a Lisboa. Yo iba con una lista escrita en mi cuaderno, una lista que había ido construyendo los días previos con JG y otras averiguaciones en internet que nos cruzamos mientras esperábamos nuestro avión. “Lisboa: Cosas para hacer. Caminar por Mouraria y Alfama, los antiguos barrios árabes. Comer pastel de nata en Belém. Tomar el tranvía 28. Subir a Barrio Alto. Ir al mirador en Príncipe Real. Visitar el castillo. Buscar las estatuas del Marquez de Pombal. Mirar a los artistas callejeros en Baixa. Caminar la Avenida Liberdade de punta a punta. Sentir la multiculturalidad en Martin Moniz, el barrio de inmigrantes. Estar atenta a los elevadores. Visitar la estación de tren de Rossio. Ir a la casa museo de Pessoa. Comprar el libro Viaje a Portugal de Saramago”. También iba con ciertas imágenes en mi cabeza, con retazos de una Lisboa que había visto solamente en postales y había oído simplemente en historias. Quería encontrarme /gente en la calle o en las ventanas, mujeres mirando la vida pasar desde su balcón, músicos callejeros, callecitas empedradas en subida, tranvías amarillos, paredes despintadas, mosaicos y restos del pasado árabe mejor dicho sentir su olor.
Sin embargo cuando uno viaja, la relación con las ciudades capitales es otra. Generalmente los vuelos internacionales aterrizan en la capital del país de destino, entonces no queda otra que empezar el viaje por la gran ciudad. Cuando uno va por tierra como me pasaba en Colombia, en cambio, no tiene por qué empezar a conocer el país por su capital, sino que la ruta se arma de otra manera, los recorridos no son impuestos sino intuitivos. Y cuando es así, hay que esperar a que la capital nos llame, es ella la que nos tiene que decir “llegó la hora de venir”. Hay viajeros a los que no les gustan las capitales: a mí me encantan. Siento que condensan como ningún otro lugar la idiosincracia del país, con todo lo bueno y todo lo malo que lo caracteriza. Son como la exacerbación del modo de ser de una nación. Me encantan los pueblos también, pero creo que hay que conocer ambas caras (grandes ciudades y pueblos) para poder comenzar a entender a un país. Llegar a una ciudad nueva me genera esa sensación (excitante y desesperante a la vez) de que los días no me van a alcanzar para ver todo lo que quiero. Lo bueno de eso es que siempre quedan excusas para volver a visitarlas.
Mi primera imagen de Lisboa fue el movimiento de la estación de autobuses. La gente subía y bajaba de los transportes con un destino claro: algunos se estarían yendo de visita a otro pueblo, otros estarían volviendo a casa. Nosotras estábamos un poco a la deriva, haciendo tiempo mientras tomábamos un descanso y comenzábamos a disfrutar del bello paisaje que Lisboa es. Cuando tomamos esa taza de té el metro nos llevó a nuestro destino, y cuando salimos a la superficie pensé: Esta ciudad es el escenario perfecto para una película de Woody Allen. ¿Cómo es posible que todavía no haya filmado nada acá? El apartamento donde nos quedamos las primeras noches no era un lugar cualquiera, era una de esas que se conocen como “La Casa del Pueblo”: antigua y con muchas habitaciones, con gente de todas partes, vecinos que entraban y salían, multitudes que iban de visita para ver la proyección de películas de los martes a la noche, fotos en las paredes, un baño más grande que una habitación y un suelo que crujía cada vez que alguien caminaba. Entrar ahí fue como ingresar a Lisboa por una puerta grande muy local.
Al día siguiente salimos a caminar, a perdernos por sus callecitas. Y pasó eso que pasa de vez en cuando, cuando los planetas se alinean: todo parecía estar mágicamente vacío, como si la ciudad estuviese existiendo solamente para nosotros. Caminamos, caminamos, caminamos todo el día. Subimos, bajamos, tomamos una y otra curva, frenamos a descansar en algún banquito, usamos escaleras, dimos vueltas por ahí. Y Lisboa seguía siendo nuestra: vacía, silenciosa, tan antigua y tan romántica.Por momentos me recordaba a todas las ciudades coloniales que conocí en mi vida, por momentos me recordaba a un lugar en el que nunca estuve pero al que siempre quise volver. Si eso no es saudade…
Lisboa no puede ocultar su edad: es una de las ciudades más antiguas del mundo (es la más antigua de Europa Occidental) y toda su historia está impregnada en sus paredes. Algunos dicen que Lisboa es de origen griego, otros dicen que es de origen fenicio. Su nombre en latín era Ulyssippo y, según la mitología, los griegos se referían a ella como Olissipo, un nombre que derivaba de Ulises (a quien conocían como Odiseo), ya que creían que la ciudad había sido fundada por Ulises tras huir de Troya. Alrededor del siglo 2 AC el territorio pasó a formar parte de Lusitania, una provincia del Imperio Romano, y su nombre mutó a Felicitas Julia. Siglos más tarde (DC), durante las Invasiones Bárbaras, la ciudad fue ocupada por distintas tribus y, en el 585, recibió el nombre Ulishbona. En el 711 la ciudad fue ocupada por fuerzas árabes del norte de África y del Cercano Oriente, y esta es la parte de la historia que más me fascina: últimamente siento una gran atracción (inexplicable) hacia todo lo árabe (su arquitectura, su idioma, su caligrafía, su arte, su literatura, su comida, sus mercados, sus medinas, sus leyendas) y me encanta llegar a lugares donde puedo ver las huellas árabes que dejaron los hechos históricos.
Lisboa pasó a llamarse al-ʾIšbūnah. Los musulmanes construyeron mezquitas, casas y muros, el árabe se impuso como idioma oficial y el Islam como religión, aunque cristianos y judíos podían mantener sus creencias. Luego de este paréntesis árabe, la historia siguió: Lisboa sufrió invasiones vikingas, fue reconquistada por los católicos en 1147 durante las Cruzadas, y se convirtió en capital de Portugal en 1255, vivió una guerra civil, fue el punto de partida de las expediciones portuguesas a América, fue un punto de comercio estratégico y puerto de esclavos, formó parte de la Monarquía Hispánica de Felipe II y obtuvo su independencia (junto con Portugal) en 1640. En 1755 un terremoto mató entre 60.000 y 100.000 personas; tras el desastre, la ciudad fue reconstruida por el Marqués de Pombal, quien en vez de recuperar la ciudad medieval decidió destruir lo que había sobrevivido al terremoto y reconstruyó la ciudad siguiendo las normas urbanísticas de la época.
Me produce respeto caminar por lugares donde hay tanta historia concentrada. En esos momentos quisiera tener una máquina del tiempo y poder trasladarme a cada época para ver y entender cuáles eran los deseos, las pasiones, las vivencias, los sentimientos de la gente que caminaba por esas calles y habitaba ese espacio.
Unos días después cambiamos de lugar y nos fuimos a un lugar más central. Esa noche cogí un libro de mis lecturas diarias y me encontré con un texto llamado “Las 10 profecías del futuro analógico”. lo leí y me sumergí en el.
Hace tiempo que me siento cansada de las redes sociales. Cansada de ver el mundo y de comunicarme a través de una pantalla. Cansada de la velocidad de internet. Pero es mi eterno dilema: ¿Puedo hacer un blog sin difundirlo por Facebook? ¿Tiene sentido sacar fotos y no compartirlas? ¿Alguien me leería si desaparezco de la red? Hay días en los que pienso en dedicarme solamente a escribir libros y dar el blog por terminado. Pero son épocas: si estoy escribiendo este post es porque hay algo en mí que todavía sigue acá y que quiere permanecer, aunque sea por ahora, en el mundo digital. Sin embargo, hace tiempo que estoy intentando tener una vida más analógica, pero cuesta cortar con los vicios virtuales, sobre todo cuando mi trabajo depende de internet.
Y cuando leí ese texto de reivindicación de lo analógico sentí nuevamente una ola de nostalgia, una saudade por lo offline, unas ganas de volver a la época en la que internet no existía y las relaciones (con otras personas, con uno mismo, con el mundo) se establecían de forma más directa y real.
Sentí ganas de quedarme en los cuadernos, en las postales, en los álbums de figuritas, en las notitas escritas en papeles, en las conversaciones sin teclados, en los encuentros espontáneos, en el rollo de fotos, en las cartas y los naipes, en lo hecho a mano, en todo eso que hoy nos parece tan retro y tan obsoleto. Así que al día siguiente tome mi cámara y fotografie, me aleje de redes y disfrute.
Caminamos, tomamos el tranvía, comimos pastel de nata, nos mojamos con dos aguaceros , escribí en mi cuaderno, disparamos fotos sin pensarlas demasiado y sin darle importancia a lo técnico. Decidimos quedarnos en Lisboa unos días más de los planeados, pero la lluvia no nos dejó hacer demasiado. Llovió dos días seguidos, llovió tanto que mis zapatillas eran piletas de natación, llovió tanto que se me mojó todo lo que llevaba en la mochila, llovió tanto que jugamos y recordé mi niñez y además compramos un paraguas, llovió tanto que no pudimos ver todo lo que queríamos ver. Y Lisboa nos despidió así, en ese estado lluvioso, gris, melancólico pero real. Real porque la lluvia fue algo que cayó, que existió, que pude sentir, y no algo que escuché en un noticiero o que vi en una foto. Fue la despedida adecuada de una ciudad que me ayudó a conectarme nuevamente con mi parte offline. Y ahora sé que hasta que no vuelva a visitarla seguiré teniendo saudade de ella. Pero no me queda otra que esperar, y eso es lo lindo de la vida analógica: que la espera también se disfruta.
Acto 41: Cultura cervecera en Alemania y motivos para ir.
El día de la cerveza alemana es una celebración que tiene lugar cada 23 de abril en Alemania desde el año 1994. El motivo es conmemorar la Ley de pureza de 1516 decretada por Guillermo IV de Baviera.
Mediante dicha ley se estableció que la cerveza solamente se debía elaborar a partir de 4 ingredientes: Agua, levadura, malta de cebada y lúpulo. Desde entonces en el sur de Alemania está celebración se ha convertido en tradición. Y si eres aficionado a la cerveza uno de tus viajes obligados es Alemania y no te puede faltar. Si aún no has ido, aprovecha que ya ha llegado el buen tiempo.
Alemania es uno de los países TOP tanto en consumo de cerveza como en tradición cervecera. Una tradición que dura ya más de un milenio pues fue en el año 766 cuando nació allí la primera industria cervecera en el monasterio de Sant Gallen, en Geisingen, a orillas del Danubio. Antes de esto también había cerveza exportada por los griegos y romanos, pero no cerveza propiamente dicha como la conocemos ahora.
Como ya sabemos, el lúpulo empieza a ser usado en la edad media haciendo aún más popular la cerveza y así es como en 1286 se elabora la primera cerveza a nivel industrial y dos siglos más adelante, en 1487, la famosa ley de pureza de Munich, aprobada en 1516 por el príncipe Guillermo IV y que aún perdura.
Esto en cuanto a historia. Pero la tradición allí es beber cerveza prácticamente todos los días y en casi todas las comidas ya que forma parte de la gastronomía alemana, siempre con responsabilidad, obviamente podemos ver que está a la orden del día acompañar platos de comida con un buen vaso de flauta o jarra de cerveza. Incluso hay platos específicos con su cerveza específica para acompañarlos y que prácticamente es un crimen no hacerlo con la cerveza que te recomiendan y sugieren.
Por si esto no fuera poco, en Alemania muchas localidades y pequeños pueblos, urbanizaciones, etc. cuentan con su cervecería artesanal y con su propio estilo de cerveza, haciendo de esto una auténtica tradición. Son muchos los aventureros los que han hecho una gira por todos los pueblos con cervecera local para apuntar en sus anécdotas, probar distintos tipos en irse integrando en la cultura de tomar cerveza o para rellenar de información en su blog cervecero.
¡Pero sigamos con las tradiciones! ¿Por qué debes viajar a Alemania? Pues porque también debes visitar los lugares más tradicionales donde se bebe cerveza:
los Bierkeller y los Biergarten. Los Bierkeller son aquellos sótanos decorados con madera y cabezas de animales cazados y disecados. Y lo contrario, los Biergarten, aquellos patios con asientos y mesas de madera que seguro que habrás visto en más de una fotografía en fiestas alemanas cuando ya hace buen tiempo.
Otro grandísimo motivo para que vayas a Alemania es por su gran Oktoberfest, la fiesta de la cerveza que se celebra la primera semana de Octubre donde infinidad de cervecerías exponen y sirven sus cervezas con espectáculos, con sus trajes típicos de cada región, el famoso concurso de levantamiento de piedras y apertura de barriles que bien seguro has visto en alguna película.
Y si eres amante de las cervezas de trigo, podemos decir que Alemania es trigo, porque infinidad de cervezas están elaboradas con ese cereal. Cervezas de trigo convencionales como sus Weizenbier tanto filtradas como sin filtrar, cervezas de trigo tostado denominadas Weizendunkel, cervezas al estilo Weizenbock.
Acto 42: Dresde la Florencia del Elba
Conocí Dresde a través de un artículo de una enciclopedia de historia que estaba en casa de mis padres. Hablaba de una joya del barroco que fue destruida en el final de la segunda guerra mundial por los bombardeos aliados, la llamaban la “Florencia del Elba” y, no sé por qué esa extraña razón, que desde ese día quería visitarla.
Veinte años después, surgió la oportunidad y esta es la crónica que he preparado en nuestra estancia allí. Como una opera, empezaré con la llamada Obertura mañanera.
Acabábamos de llegar desde Essen, después de manejar seis horas y con demasiado calor, descansamos un poco y luego nos dispusimos a conocer. Sin pensarlo mucho, miramos el mapa y decidimos empezar por el Zwinger.
El complejo de edificios es espectacular, al fondo podes ver la puerta de la Corona (Kronentor) mientras Lady Marian saluda bajo la lluvia.
Su nombre Zwinger, hace referencia a una construcción anterior al palacio, una muralla circular que protegía la ciudad. Lo curioso es que este edificio fue inicialmente construido como un invernadero de Naranjos y luego utilizado para dar grandes fiestas.
Esta joya barroca fue totalmente destruida durante los bombardeos de la segunda guerra mundial y se empleó en su reconstrucción casi 20 años (1945-1963).
Caminar por ella te traslada en el tiempo y, si no fuera por algún coche aparcado en ella, las fotos parecen de otra época, Dresde, en Alemania suena a barroco, a destrucción total y a valle de los que no sabían nada durante la partición del país porque no llegaban las ondas de la radio-televisión de la República Federal.
Desde la reunificación es uno de los pocos lugares dinámicos de la antigua Alemania del este, y como tal un perfecto lugar de encuentro de dos clubes dinámicos como son el Heidelberg-Necker y el Palma Junípero Serra.
Se nos hacía tarde y atravesamos la calle del mural, Augustusstraße, para llegar a la plaza Neumarkt. Allí se encuentra el edificio más famoso de Dresde, la iglesia de Nuestra Señora, Frauenkirche. Donde encontramos un lugar tradicional para sentarnos a cenar.
Sin embargo,veo una ciudad llena de palacios e iglesias de estilo barroco erigida por los monarcas del antiguo imperio sajón y que quedó convertida en cenizas, devastada hasta los cimientos.
Lo sorprendente es que hoy y después de haber sido un país tutelado por la comunista Unión Soviética, el casco monumental de Dresde ha sido reconstruido casi por completo, incluyendo la iglesia católica Hofkirche, el palacio Residenzschlossen, la Semperoper y el palacio Zwinger, uno de los más soberbios del siglo XVIII alemán. Solo la Frauenkirche, la catedral luterana, permaneció 50 años en ruinas como memorial contra la guerra, pero al final
Acto 43: Viajando hacia atrás República Checa.
Los viajes tienen una gran carga onírica. Llegar a un país nuevo se parece mucho a estar soñando —especialmente si el traslado entre un punto y otro se hace en carro de repente estás en un escenario desconocido, todo a tu alrededor está funcionando normalmente (“normalmente” para ese lugar) pero vos no conocés las reglas y sabés que puede pasar cualquier cosa en cualquier momento. En un viaje, al igual que en un sueño, todo es impredecible. Yo llegué a República Checa hace poco más de 24 horas y todavía no entiendo muy bien dónde estoy ni qué está pasando.
Los que me conocen bien saben que tengo todo un tema con los sueños (y en esta crónica cuando hablo de “sueños” me refiero a esas imágenes que aparecen en nuestra cabeza cuando estamos dormidos). Siempre tuve cierto fanatismo por el mundo onírico: recuerdo mis sueños de manera muy vívida (algo que no a todos les pasa, y a los que sí apuesto a que son fans de los sueños como yo…), los escribo en un cuaderno hace más de tres años, de tanto en tanto tengo sueños que considero premonitorios o “reveladores” (me anuncian o explican ciertas cosas de mi vida) y hace poco tuve mi primer sueño lúcido (en el que pude controlar todas mis acciones). Además (no sé si esto es “bueno” o “malo”) a veces confundo sueños con realidad: es decir que no sé si algo realmente ocurrió o si solamente lo soñé. Jejeje seguramente se desilusionaron y están pensando que esto no es más que el delirio de una loca que confunde la realidad con la fantasía. Pero no. Tampoco para tanto. Generalmente lo que no sé si ocurrió o no son pequeños detalles o diálogos.
A veces, es más difícil, para mí, escribir acerca de un viaje una vez que se terminó. Cuando miro hacia atrás desde mi casa (o desde ese lugar que considero de “no-viaje”) los hechos se me superponen, los nombres se me mezclan, los días se condensan y forman “un gran día de viaje”, como si todo hubiese ocurrido durante las 24 horas más largas de mi vida. Una vez que se terminó, el viaje toma otra consistencia, se convierte en algo acabado, cerrado, en una especie de pelota que puedo mirar de lejos. Mientras estoy viajando, en cambio, todavía estoy dentro de esa pelota y veo todo de cerca: cada hecho me parece algo aislado, cada día me parece único y cada experiencia es nueva.Cuando ya se terminó, soy capaz de mirar “esa pelota de hechos, días y experiencias” desde otra perspectiva y con otros ojos (y eso me recuerda a la famosa frase de Steve Jobs: “You can only connect the dots looking backwards”/“Solamente podés unir los puntos mirando hacia atrás”).
Y fue ahí : mientras iba al hotel miraba por la ventana intentando absorber todo y mi cabeza no paraba: ah mirá, tienen tranvía, qué lindo, qué romántica es una ciudad con tranvía, esas casitas qué simpáticas, hay empedrado, me gusta eso, ah esos chicos están caminando con los jeans arremangados, qué lindo volver al verano por fin, después de tantos meses, siento nostalgia del presente como en ese poema de Borges, nostalgia del momento que estoy viviendo exactamente ahora, esa sensación de que ni llegué pero ya sé que quiero volver, eso de nunca estuve acá pero ya extraño, como si hubiera caminado por estas calles en otra vida.
Generalmente escribo acerca de un viaje mientras estoy en ese viaje ya que me gusta tener las ideas frescas y estar metida dentro de lo que estoy escribiendo. Por eso viajo lento: para ir conociendo de a poco y tener tiempo de escribir todas las tardes. Sin embargo, cuando escribo acerca de un viaje mucho tiempo después, logro ver todo desde otra óptica y saco conclusiones que en el momento no se me hubiesen ocurrido. Ver un viaje hacia atrás (y creo que esto se aplica a la vida) me permite entender el por qué de muchas cosas.
En este momento estoy de vuelta en Essen Alemania. Los cuatro días que pasé en República Checa ya me parecen lejanos, como parte de un sueño que tuve en otra vida. Sufro, como cada vez que vuelvo a esta ciudad, el Síndrome de Viajera Duplicada (eso de sentir que vivo dos existencias paralelas: la Andrea viajera y la Andrea -que nunca jamás salió de Colombia o de Essen). Por suerte en mis cuadernos (siempre llevo por lo menos uno por viaje) y mis fotos me demuestran que todo fue real.
Apenas salimos de Praga la ruta queda rodeada de verde. Tenemos unas seis horas de viaje por delante. Vamos charlando sin parar: después de una semana hablando y pensando en alemán, un respiro de castellano no viene nada mal. Soy cómo una catarata de preguntas. ¿Quién construyó ese edificio loco?, le pregunto todavía en Praga, cuando pasamos frente a la “Casa Danzante”. Vlado Milunić, un arquitecto croata-checo, junto con Frank Gehry, un arquitecto canadiense-estadounidense. Ah, ¿y todos esos lagos que se ven en la ruta son de verdad? No, la mayoría son lagos artificiales, creados por el hombre desde el siglo 16 para poder criar carpas; como el país no tiene salida al mar y se necesitaba tener peces para comer durante la Cuaresma y la Nochebuena, se crearon miles de lagos… ¿Cuál es el destino típico de los checos para irse de vacaciones? Supongo que a un lugar con mar, ¿no? Lo más común es viajar a Croacia, a Italia, a la Costa Brava de España, a las Islas Canarias. ¿Y acá en invierno hace mucho frío? Debe ser mágico ver todo nevado.. En invierno la temperatura puede bajar hasta 20 grados bajo cero, aunque generalmente se mantiene entre los −5 y los 5ºC, cuando llega a −20ºC decimos que son “las heladas del Kremlin”.
Voy saltando de pregunta en pregunta, cambiando de tema constantemente, dejando que una historia me lleve a la otra. Pero no puedo parar de preguntar. Por mi manera de viajar, es muy raro que visite lugares con un guía, así que aprovecho sus conocimientos a más no poder. Mientras él nos contaba cosas, yo tomo nota en mi cuaderno. El me habla de Kafka y de Kundera, del Socialismo con rostro humano y la Primavera de Praga, de la separación de “Chekia” y Slovakia. Él también me hace preguntas a mí: ¿Sabes de dónde surgió el término “bohemio”? Mmmm no, ¿de dónde? Y me cuenta. En resumen: el pueblo romani (o gitano) se trasladó a Europa desde el subcontinente indio a partir del siglo 11; sus habitantes se instalaron en distintos países del continente, entre ellos el antiguo Reino de Bohemia (región histórica que hoy forma parte de la República Checa), y llegaron a Francia alrededor del siglo 15. Como se creía que habían llegado desde Bohemia, se los llamó “bohemios”, y luego el término comenzó a utilizarse en la literatura francesa del siglo 20 para referirse a aquellos artistas que tenían un modo de vida no ortodoxo, más abierto y más libre. Interesante.
Acto 44: Visitando a sächsische schweiz. (La Suiza Sajona).
¿Qué sería del mundo sin los parques nacionales? En ellos, la humanidad conserva sus paisajes naturales más valiosos para las generaciones futuras. "Que la naturaleza sea naturaleza" es la máxima del movimiento mundial de parques nacionales. Esto significa que las personas están limitadas al papel del observador asombrado y aprendiendo. Los parques nacionales no son solo refugios fascinantes para especies raras de animales y plantas. También son áreas idílicas de recreación para sus visitantes.
Es por ello que el Parque de la Suiza Sajona es el único parque nacional de rocas no alpinas de Alemania y, con unos 94 kilómetros cuadrados, es uno de los más pequeños de la República Federal. El área protegida consta de dos partes a la derecha del Elba. La parte más pequeña encierra la ciudad balneario de Rathen. La parte principal se extiende hacia el este desde Bad Schandau hasta la frontera checa, donde se une el Parque Nacional de la Suiza de Bohemia. Los parques nacionales requieren atención plena. Cualquiera que pase la señal del Parque Nacional de la Suiza Sajona debe saber que está entrando en una reserva natural particularmente sensible.
Esta belleza natural se encuentra a pocos kilómetros de la capital del Estado de Dresde. A solo 28 kilómetros de Pirna, la puerta de entrada a la Suiza Sajona, es también un Eldorado para excursionistas y caminantes. Una sofisticada red de caminos conduce a impresionantes puntos panorámicos a través de profundos desfiladeros. Para garantizar que nadie pierda el rastro de las cosas, los caminos están codificados por colores y bien señalizados.
Las montañas de arenisca del Elba tienen una larga y fascinante historia como paisaje cultural. Es una naturaleza idílica y ha lo largo de importantes rutas comerciales, la historia europea se escribió una vez aquí. Está presente en palacios, jardines y castillos. Más tarde, los artistas de la era romántica hicieron mundialmente famosas las montañas de arenisca del Elba pintando, escribiendo poesía y componiendo. Todavía se pueden encontrar lugares de interés que sirve para crear una excelente historia sobre ellos en toda la región hoy llegando a permanecer siempre el arte contemporáneo que lo caracteriza y no se descuida.
Es por ello que finalizó con esta frase del maestro Johann Wolfgang von Goethe:
“Todos los días uno debería por lo menos escuchar una pequeña canción, leer un buen poema, ver un buen cuadro y, si fuera posible, pronunciar algunas palabras sensatas, al frente de semejante maravilla".
Acto 45: Max und Moritz, uno de los cuentos más famosos de Alemania.
Max und Moritz – Eine Bubengeschichte in sieben Streichen (Max y Moritz – Una historia de niños en siete travesuras) es un cuento ilustrado del poeta humorista e ilustrador alemán Wilhelm Busch. Se publicó por primera vez a finales de octubre de 1865 y, por tanto, pertenece a los primeros trabajos de Wilhelm Busch.
En su estructura argumental presenta sorprendentes regularidades y patrones básicos de contenido, estilo y efecto estético, que también se repiten en las obras posteriores de Wilhelm Busch. Muchas de las rimas de este cuento ilustrado, como «Aber wehe, wehe, wehe! / Wenn ich auf das Ende sehe!, Dieses war der erste Streich, doch der zweite folgt sogleich» y «Gott sei Dank! Nun ist’s vorbei / Mit der Übeltäterei!» («Pero ¡ay, ay, ay! / ¡Cuando miro el final!, Esta fue la primera travesura, pero la segunda sigue inmediatamente» y «¡Gracias a Dios! La maldad ya ha terminado») se han convertido en palabras muy conocidas en el uso del alemán. El cuento es uno de los libros infantiles más vendidos y se ha traducido a 300 idiomas y dialectos.
Además, este cuento clásico de Busch sobre el terrible dúo forma parte de la cultura alemana. Incluso hoy en día, los padres usualmente leen estas historias a sus niños. Hasta el día de hoy en Alemania todavía existe una cierta familiaridad con la historia y sus rimas. Las dos caras sonrientes son sinónimo de malicia y parecen casi de logotipo de publicidad e incluso graffiti.
Acto 46 Bacharach, Alemania
Un mágico pueblo a orillas del río Rin.
Bacharach es una pequeña ciudad cerca de Coblenza, en el estado federado de Renania-Palatinado, en Alemania. Se encuentra ubicada en el valle del Alto Medio Rin, el cual está declarado Patrimonio de la humanidad por la UNESCO. El nombre de esta ciudad hace referencia a Baco, el dios del vino en la cultura griega. Y, de hecho, esta zona ha sido conocida por su vino prácticamente desde que existe. Como dato curioso, aunque se tenga registro de su existencia prerromana como un asentamiento celta, Bacharach fue mencionada por primera vez en un documento a principios del siglo XI.
En la actualidad, en la ciudad el tiempo parece haberse detenido ya que su arquitectura se remonta a épocas muy lejanas. Además, es ampliamente conocida por ofrecer vistas increíbles del Valle del Rin, con castillos en las colinas, torres, puertas, restos de murallas, fabulosos viñedos, es decir, la combinación perfecta para crear una atmósfera medieval.
DÓNDE SE ENCUENTRA BACHARACH?
Bacharach se ubica en el extremo este del estado de Renania-Palatinado, a unos 48 km de Coblenza y 90km de Frankfurt. Está bien conectada con el resto de Alemania, tanto por autopistas como por trenes. Nosotros manejamos allí en auto , realmente nos encanta viajar, pero también hay trenes directos desde Essen a Coblenza y Maguncia que salen cada hora con una duración de 35 minutos y desde Frankfurt el trayecto toma aproximadamente 1.30 horas, con una sola conexión. La Deutsche Bahn (DB), que es la principal empresa ferroviaria de Alemania, dispone de unos Tickets Regionales que permiten combinar diferentes medios de transporte público para una o más personas a lo largo y ancho de las regiones (estados) que conforman Alemania. Otra opción consiste en alquilar un coche, los paisajes por la región son de los más bonitos de Alemania.
QUÉ VER EN BACHARACH?
A continuación encontrarán una lista con los que, a nuestro parecer, son los principales puntos de interés de Bacharach. Estos son los siguientes:
Torre de Correo (Postenturm): los orígenes de esta torre se remontan al siglo XIV, cuando formaba parte de las fortificaciones de la ciudad y sus viñedos. Posteriormente sirvió como depósito de agua y hoy en día se utiliza como mirador. Su última renovación data del siglo XXI y se abrió al público recién en el año 2005.
Casa Antigua (Altes Haus): el nombre de esta casa se debe a que es el edificio más antiguo de la ciudad. Construida en el típico estilo medieval de entramado de madera, data de 1368 y ha sobrevivido al incendio que destruyó muchas de las edificaciones de la ciudad a principios del siglo XIX. Actualmente alberga un pintoresco restaurante.
Capilla Werner (Wernerkapelle): esta capilla es otro de los lugares imperdibles desde donde podrán admirar la belleza paisajística circundante. Fue construida en memoria de Werner de Oberwesel, un joven de 16 años que fue asesinado en el siglo XIII. Sus ruinas están bajo protección monumental y ante ellas se ha colocado una placa que recuerda los crímenes inhumanos perpetrados contra los residentes judíos.
La iglesia de San Pedro (St. Peter Kirche): esta iglesia protestante fue construida entre 1230 y 1269 como una basílica y renovada a finales del siglo XIX. Se la puede admirar desde cualquier parte de la ciudad ya que se encuentra en el corazón histórico de Bacharach.
Castillo de Stahleck (Burg Stahleck): este castillo fue edificado probablemente a finales del siglo XI o principios del XII. La Asociación Renana para la Preservación de Monumentos y Protección del Patrimonio adquirió el complejo del castillo en 1909 y las obras de reconstrucción como un albergue juvenil comenzaron a partir de 1925. Hoy en día el albergue continua en funcionamiento, por lo que no es posible realizar recorridos por el interior. Sin embargo, lo más bonito es llegar hasta su gran terraza-mirador y disfrutar de las vistas del valle.
Vista desde los Viñedos: un paseo imperdible consiste en la caminata cuesta arriba, pero fácil, a través de los viñedos hasta la torre (Postenturm). Desde aquí obtendrán las vistas panorámicas más esplendidas de la ciudad y de su maravilloso valle.
Acto 47 : Estos son los genios alemanes de la música
Bach, Beethoven y Schumann. Entre muchos otros genios de la música provienen de Alemania. Estos tres compositores marcaron sin duda el desarrollo de la música occidental, y que sin darsen cuenta se siguen escuchando en todo el mundo.
Johann Sebastian Bach (1685–1750)
Johann Sebastian Bach es un compositor del Barroco. Su obra abarca 1.126 cantatas, preludios, misas y corales. Es famoso por sus Conciertos de Brandeburgo, El clave bien temperado, la Misa en si menor y otras obras maestras instrumentales. Además Bach formó parte de una dinastía musical. Su bisabuelo era gaitero y su abuelo, músico de corte. Su padre era violinista, organista, trompetista de corte y timbalero. Al menos dos de sus tíos compusieron. Tres hermanos, todos llamados también Johann, se convirtieron en músicos. Johann Sebastian Bach tuvo 20 hijos. De los que sobrevivieron a la infancia, al menos cinco se convirtieron en compositores.
Ludwig van Beethoven (1770-1827)
Fue un humanista, un radical innovador musical y un visionario. Y sigue siendo uno de los compositores más interpretados del mundo. Su pérdida de la audición, que comenzó a fines de los 20 años de edad, no impidió a Beethoven componer. Cuando se estrenó su famosa Novena Sinfonía, en 1824, Beethoven llevaba ya diez años sordo. El tema del último movimiento, como arreglo instrumental, se convirtió posteriormente en el Himno Europeo.
Robert Schumann llegó a Leipzig a los 18 años para estudiar derecho. Al cabo de un año decidió abandonar el derecho y dedicarse a la música. Se instaló en el apartamento de Friedrich Wieck, su profesor de piano, y se formó como pianista. Allí conoció a Clara Wieck, niña prodigio del piano, entonces de nueve años. El amor lo inspiró: en 1840, cuando él tenía 25 años y ella 16, se casó con Clara e hizo del año de la boda un verdadero «Año de los Lieder (canciones)». Schumann compuso unas 150 piezas para piano, entre ellas el conocido ciclo Amores de primavera.
Acto 48: Un tour fotográfico por Hamburgo
En este país de infinidad de historias conocer Hamburgo fue otro sueño cumplido, pasear por sus calles implica tener la cámara a punto, porque además de ser animada también es fotogenia y posee una gran cantidad de lugares interesantes que visitar.
Hamburgo fue una parada veloz de nuestra ruta después de haber visitado Lübeck Alemania pues está ciudad queda en el camino a nuestra casa y es la segunda ciudad más poblada de Alemania pero se nos antojaba como el punto más esperado del viaje.
La ciudad sufrió muchos bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, cuya huella sigue visible en lugares como la Iglesia de San Nicolás, que fue prácticamente destruida en su totalidad durante la contienda. A través de los años, Hamburgo resurgió hasta convertirse en una ciudad vibrante y versátil, con espacios tan distintos entre ellos que le confieren un encanto caótico muy curioso.
Para comenzar El río Alster se divide en dos dando como resultado dos lagos artificiales conocidos como lago Alster. Esta zona resulta ideal para descansar y contemplar la fuente que brota justo en medio del lago, en la cual, según incida la luz del sol, puede vislumbrarse el efecto arco iris.
Mi mejor consejo es que se ‘pierdan’ un poco por esta zona, repleta de rincones interesantes que ver. Además, en las inmediaciones se encuentra la famosa calle Deichstrasse, con su hilera de característicos edificios de estilo neerlandés, donde es fácil tomar una hermosa fotografía. Nosotros hicimos un alto para descansar y almorzar algo, y así dimos tiempo a que el sol cayera un poco para tomar mejores fotografías en la zona del puerto.
Pero también Puedes dedicar fácilmente un par de horas a recorrer las plantas del museo, repleto de obras de arte que abarcan unos ocho siglos de historia.
Nosotros le destinamos un día antes de volver a Casa y éste es el resultado de nuestro tour por la ciudad. Hay muchos lugares que se pueden visitar en Hamburgo; pero si quieres me puedes acompañar por este viaje fotográfico que aquí les dejo.
Acto 49: Willy Brandt y su historia socialdemócrata de Alemania.
Willy Brandt era un político aleman del partido de izquierda SPD su nombre de nacimiento era Herbert Ernst Karl Frahm un político socialdemócrata alemán que ocupó el cargo de canciller de Alemania Occidental entre 1969 y 1974.
Cómo canciller Brandt se embarcó en un curso de distensión y reconciliación con los estados del Pacto de Varsovia con su "Nueva Ostpolitik" reconocimiento que lo llevo a ser galardonado con el Premió Nobel de la Paz en el año de 1971.
Willy Brandt asumió un alias tras ser víctima de la persecución política del régimen de la Alemania nazi. Incursiono en la política por su madre y al morir, continuo su legado con su abuelo quien era trabajador del SPD. Pero ahí no quedo todo, ya como joven socialdemócrata, oponente nazi y refugiado político o más tarde como político en Berlín y Bonn: el compromiso de por vida de Willy Brandt con la democracia sigue siendo alentador hoy en día. Como casi nadie, cambió la República Federal e hizo campaña por la paz y la libertad en Europa y el mundo. en la ciudad de Lübeck Alemania,tienen la exposición permanente que está dedicada a la vida política y permite un fascinante recorrido por la historia del siglo XX.
Esta exposición, invita a examinar críticamente la historia pasada y la del presente. Como lugar de aprendizaje de la democracia de Alemania y los derechos humanos, la casa de este recordado político también ofrece un amplio programa con exposiciones especiales, debates, conferencias, visitas guiadas y talleres. Prestando especial atención a las ofertas educativas histórico-políticas para las clases escolares y los maestros que la imparten.
Siguiendo con la historia, El 21 de octubre de 1969, el Bundestag alemán en Bonn eligió a Willy Brandt como primer canciller socialdemócrata. Con su nueva Ostpolitik, el gobierno social-liberal de Brandt y el Ministro Federal de Relaciones Exteriores, Walter Scheel, inició la reconciliación y el entendimiento con los vecinos de Alemania en el Este. También normalizó las relaciones entre la República Federal y la RDA. Al mismo tiempo, promovió la unificación de Europa. Las reformas internas fortalecieron la democracia y ampliaron el estado del bienestar.
Su fundación celebra el aniversario del Rectorado de 2019 a 2024 con un amplio programa de actos. No solo se recuerdan logros y éxitos sobresalientes, sino que también se somete el reinado de Brandt hasta mayo de 1974 a un examen histórico-crítico. Combinando la revisión de eventos y temas importantes de 1969 a 1974 con temas políticos actuales.
Cada uno de los años de aniversario tiene un lema. Cada uno de estos representa un enfoque de la “era Brandt” y al mismo tiempo se refiere a problemas presentes y futuros. Estos temas anuales son: Democracia (2019), Paz (2020), Renovación (2021), Participación (2022), Europa (2023) y Crisis (2024).
El diverso programa del aniversario incluye ceremonias, nuevas exposiciones, conferencias, mesas redondas, presentaciones de libros, conferencias y la presentación del Premio de Cine Documental Willy Brandt por la Libertad y los Derechos Humanos . Además de sus ubicaciones, la fundación está presente en muchos lugares en Alemania y en el extranjero. En 2020, la fundación conmemoró los hitos de la Ostpolitik de Willy Brandt con conferencias y eventos científicos en Erfurt , Moscú y Varsovia . En 2021, la entrega del Premio Nobel de la Paz a Willy Brandt fue el tema central de un programa integral en Oslo, Lübeck y Berlín con una amplia gama de ofertas digitales complementarias.
Con motivo del 50 aniversario de la rectoría, la fundación desarrolló dos nuevas exposiciones. El 22 de octubre de 2019, Wolfgang Schäuble inauguró la gran exposición itinerante Willy Brandt: luchador por la libertad, canciller por la paz, constructor de puentes en la Paul-Löbe-Haus del Bundestag alemán . Desde entonces ha estado de gira por Alemania y ya ha hecho apariciones especiales en Colonia, Bonn y Erfurt. La exposición itinerante internacional Willy Brandt 1913-1992. Una vida por la libertad, la paz y la reconciliación entre las nacionesse presentó al público por primera vez en Moscú con motivo del 50 aniversario de la firma del Tratado de Moscú en septiembre de 2020. Presenta hitos de la vida del político y persona Willy Brandt. Tras otras estaciones en Polonia, se inauguró en Oslo en 2021 con motivo del aniversario de la concesión del Premio Nobel de la Paz a Willy Brandt.
Acto 50: Los 10 mejores Biergarten de Alemania
Si eres un fanático por la cerveza en tiempo de verano, aquí te recomiendo 10 de los mejores jardines de la cerveza en Alemania así podrás disfrutar de un buen tiempo y unas hermosas vistas.
Verano, sol, mesas al aire libre y una cerveza recién servida: ¡este es el encanto de una cervecería al aire libre! Inventadas en Baviera, pero populares en toda Alemania.
Königlicher Hirschgarten, München
Buscas la cerveza tú mismo y puedes traer tu propio refrigerio. Lo que sería inaceptable en otros bares es una tradición en los patios cerveceros bávaros, como en el Königlicher Hirschgarten, que data de 1790. Unos 8.000 asientos lo convierten en uno de los más grandes del mundo.
Biergarten Odonien, Köln
Este tiene esculturas de metal e instalaciones que rocían agua o fuego. Está en Ehrenfeld, un distrito de Köln que está de moda. Fue creado por el artista industrial Odo Rumpf. Aquí hay conciertos, un cine al aire libre y otros eventos. Unos 200 invitados pueden disfrutar en un ambiente peculiar y acogedor de una fresca Kölsch, la cerveza local.
Stadtwaldhaus, en Krefeld
El parque municipal Stadtwald de Krefeld ofrece actividades recreativas para toda la familia: parques infantiles, alquiler de botes a pedales, una pista de carreras de caballos y un campo de golf son algunas de ellas. Y después de pasar un gran rato en estas atracciones, ¿por qué no recargar las pilas y relajarse en el jardín cervecero al aire libre frente a este histórico centro de eventos?
Biergarten Prater, Berlín
Este es el patio de cerveza más antiguo de Berlín. Aquí se sirve cerveza desde 1837. Además, no se encuentra en una de las áreas verdes en las afueras de la capital, sino justo en el centro del distrito Prenzlauer Berg. Los berlineses y los turistas adoran este lugar tranquilo en el medio del bullicio de la ciudad, donde pueden disfrutar de su cerveza después del trabajo bajo viejos castaños.
Alte Meierei, Potsdam
El Alte Meierei se encuentra en el parque Neuer Garten, a orillas del lago Jungfern (Jungfernsee) en Potsdam. El edificio fue encargado por el rey prusiano Federico Guillermo II en 1790. El jardín cervecero al aire libre, dispuesto en lo que era una antigua lechería, ahora tiene capacidad para 200 invitados. La cerveza se elabora en el lugar y cambia según la temporada.
Schillergarten, Dresden
Su ubicación hace que sea probablemente el patio cervecero al aire libre más bonito de Dresden. La casa tradicional en el barrio de Blasewitz se encuentra justo al lado del puente sobre el río Elba, el Blaues Wunder. Aproximadamente 850 clientes pueden sentarse directamente frente al Elba y relajarse como lo hizo Friedrich Schiller hace más de 200 años.
Spezial-Keller, Bamberg
¿Un sótano con vista? Es posible en Franconia. Cerca del casco antiguo de Bamberg se encuentra el Spezial Keller (sótano especial). Esta cervecería impresiona con una vista maravillosa de la catedral de Bamberg y el monasterio de Michaelsberg, patrimonio cultural de la humanidad. Las especialidades locales son la cerveza ahumada picante y la Schäuferla, una crujiente paletilla de cerdo asada.
Hafenhalle, Konstanz
Este jardín cervecero ofrece seis tipos de cerveza de barril recién hecha y comida sustanciosa de la región alrededor del lago Konstanz. Entre la orilla del lago y el casco histórico, el ambiente acogedor en la terraza de madera completa cualquier hermoso día de verano.
Gut Kaltenbrunn, lago Tegernsee
Las montañas Wallberg, Setzberg y las Blauberge rodean uno de los lagos más limpios de Baviera: el Tegernsee. Los lugareños y los recién llegados se encuentran en este lugar a unos 50 kilómetros al sur de München y disfrutan de la hospitalidad bávara con este impresionante panorama.
Restaurante Gipfelalm, montaña Zugspitze
¿Palear nieve en un patio cervecero al aire libre en el verano? Nada inusual en la Zugspitze, a una altitud de 2.962 metros, la montaña más alta de Alemania. Por supuesto, la cervecería es también la más alta del país. Ya sea que los visitantes suban en teleférico o a pie, una cruz en la cima y una jarra de cerveza están listas para recibirlos.
Acto 51: Oktoberfest, un festival que no te querrás perder en Alemania.
Tan solo nombrar el Oktoberfest es sinónimo de pensar en litros y litros de cerveza, y no es para menos. Este increíble festival se ha convertido en el evento por excelencia de la cerveza a nivel mundial. Sin duda, es la principal atracción para viajar a Alemania en septiembre.
A este increíble festival repleto de trajes típicos, cerveza y buena comida alemana acuden más de siete millones de personas cada año. Nadie puede negar que tiene mucho que ofrecer tan solo te queda disfrutar de este espectacular festival. Es por ello que este increíble festival cuenta con una gran cantidad de curiosidades. Te cuento las más interesantes.
Sus orígenes :
Todo comenzó en el año 1810. Un tal Príncipe Luis I de Baviera se casaba con Teresa de Sajonia y Hildburghausen y, para celebrarlo, invitaron a todos los habitantes de Múnich a los festejos. Estos tuvieron lugar en una enorme pradera que hoy conocemos como Theresenwiese. La fiesta tuvo tanto éxito que decidieron repetirla al año siguiente y, tras varios años realizandola, se convirtió en la fiesta más popular en Alemania.
La jarra que se utiliza en el festival:
La jarra en la que se bebe la delicia dorada es de vidrio grueso, con un asa bastante grande y fuerte. Su peso es de 1 kilo cuando está vacía. Esta espectacular jarra tiene capacidad para 1 litro de cerveza fria. Esto quiere decir que cuando está llena hasta rebosar pesará unos 2 kilos. Pero ojo: estas jarras no se pueden sacar del festival y el mero hecho de intentarlo conlleva una multa.
Sus comienzos:
Al grito de O’zapft is! (está abierto, ¡que comience la fiesta!) se inaugura cada año este festival. Desde 1950 es tradición que sea el alcalde de Múnich el encargado de, a golpe de mazo, abrir el primer grifo de cerveza. Para romper el grifo suelen ser necesarios varios golpes. El alcalde que más necesitó lo consiguió en 19 golpes, y el récord del más rápido lo ostenta el alcalde Ude, que tan solo necesitó 2 golpes para abrir el grifo.
Consejos para disfrutar del festival
Algunos consejos que te pueden venir bien si vas a viajar a Alemania para disfrutar al máximo de este festival:
– Disfruta de la variedad cultural: en esta celebración se reúnen más de 7 millones de personas de todas partes del mundo, aprovéchalo para conocer y hacer amigos.
– Come mucho: la protagonista del festival es la cerveza, pero la comida no se queda atrás. Podrás degustar espectaculares salchichas, sabrosos codillos de cerdo, embutidos, pollos asados, pretzels y mucho más.
– Visita las casetas: seguramente no podrás visitarlas todas, ya que son demasiadas, pero te recomendamos que vayas a todas las que puedas.
– Contrólate: no te bebas toda la cerveza al llegar, porque seguramente no puedas disfrutar de todo lo que tiene que ofrecer este festival. Recuerda que la cerveza no se va a acabar. Comer bien y estar bien hidratado es importante para no acabar por el suelo perdiendo la fiesta.
Acto 52: Cultura y tradiciones Alemanas.
Alemania es un país diverso y culturalmente rico, y cada región tiene sus propias tradiciones y festivales que reflejan su historia y cultura únicas. Aquí hay una lista de algunos de los festivales y eventos culturales (aparte del Oktoberfest) más relevantes en cada región de Alemania:
1. Norte de Alemania:
– El Kieler Woche: es el festival marítimo más grande de Alemania, que se celebra cada año en la ciudad de Kiel en el norte de Alemania. Durante este festival, se llevan a cabo competencias de vela, conciertos y eventos culturales en toda la ciudad.
– El Hamburger Dom: es un festival de tres semanas que se celebra en Hamburgo. Es el festival más grande de la ciudad y cuenta con una gran cantidad de atracciones, incluyendo montañas rusas, juegos y puestos de comida.
2. Oeste de Alemania:
– El Carnaval de Colonia: es el festival más grande de Alemania y se celebra en Colonia en la región del Rin. Este festival dura seis días y cuenta con desfiles, música, disfraces y mucha diversión.
-Festivales del Vino: Los festivales del vino son una parte importante de la cultura y la tradición en Alemania. Con sus 13 regiones vinícolas, Alemania es el hogar de una gran cantidad de viñedos y bodegas, que producen algunos de los vinos más reconocidos en todo el mundo. Los festivales del vino son una oportunidad para los amantes del vino y los turistas para probar una variedad de vinos de alta calidad, disfrutar de la gastronomía local, conocer a los viticultores y aprender sobre el proceso de producción de vino. Estos festivales incluyen música en vivo, desfiles y eventos culturales.
3. Centro de Alemania:
– El Festival Bach: se celebra cada dos años en Leipzig y es una celebración de la música de Johann Sebastian Bach. Durante el festival, se llevan a cabo conciertos y eventos culturales en toda la ciudad.
– El Festival de la Luz de Berlín: se celebra en octubre y es un evento en el que se iluminan edificios, monumentos y lugares icónicos de Berlín. Durante este festival, se llevan a cabo muchos eventos culturales, como conciertos y exhibiciones de arte.
4. Sur de Alemania:
– El Festival de la Rosa: se celebra en la ciudad de Baden-Baden en la región de Baden-Württemberg. Durante este festival, se llevan a cabo desfiles, exhibiciones de flores y música en vivo.
– El Festival de la Ópera de Bayreuth: se celebra en Bayreuth, en la región de Baviera, y es un festival de música clásica que se centra en las óperas de Richard Wagner.
– La Oktoberfest: aunque es conocida en todo el mundo, la Oktoberfest se celebra en Múnich, en el sur de Alemania, en la región bávara. Este festival es una celebración de la cerveza y la cultura bávara, y cuenta con cerveza, música en vivo, comida y mucho más.
En resumen, Alemania tiene una gran cantidad de festivales y eventos culturales en todas sus regiones que ofrecen algo para todos los gustos. Desde la Oktoberfest hasta el Carnaval de Colonia, estos festivales son una oportunidad para disfrutar de la cultura alemana y sumergirse en la historia y tradiciones de cada región.
más sobre los Festivales del vino
Alemania no sólo produce cerveza. También produce un muy buen vino. En la época de la cosecha (vendimia) se celebran festivales del Vino en las regiones vinícolas alemanas, por ejemplo Rhein-Nahe, Rheingau, Pfalz y Mosel. Estas festividades se llevan a cabo en los meses de Septiembre y octubre.
Dürkheimer Wurstmarkt – El festival del vino más grande del mundo en Bad Dürkheim
Rheingauer Weinwoche – Una semana completa de festival del Vino en Wiesbaden
Rhein in Flammen – Festival del vino con shows increíbles de Pirotecnia por el río Rín.
más sobre Karneval o Fastnacht
La llamada quinta estación del año es la época de carnavales. La inauguración de la época de carnaval es el 11.11 (once de noviembre) a las 11:11 am. Los días más festivos son el Weiberdonnerstag (jueves de las mujeres) y el Rosenmontag (lunes antes del miércoles de ceniza).
Se realizan desfiles, se tiran dulces a la multitud y se come bastante. La comida de carnaval tradicional son las Berliner o Krapfen (una especie de donuts rellenas de mermelada y cubiertas de azúcar), falsche Hase o Hackbraten, o tostadas como la stramme Max.
Durante los desfiles las multitudes gritan el saludo de Carnaval que varía de lugar a lugar. En Colonia se grita „Alaaf„, en Mainz „Helau„. Estos son los dos más grandes carnavales
Weihnachtsmärkte
En vísperas del primer adviento inician los mercaditos navideños en Alemania. Glühwein (vino caliente con especias), Plätzchen (galletas navideñas) y diversos objetos navideños se venden en los puestos de estos mercados. Un plan genial es ir con amigos, familiares y colegas en los días de invierno y tomar un vinito caliente.
Der Nürnberger Christkindlesmarkt – El mercado navideño de Nuremberg. Uno de los más antiguos y famosos
Además de los nombrados anteriormente, en ciudades y pueblos se celebran festivales todo el año. Sea Kirmes (también llamado Kerwe), Frühlingsfest, Sommerfest o Herbsfest, en Alemania se aprovecha la ocasión para tomar una buena bebida, comer un plato rico y pasar con familiares y amigos un buen momento.
Bosques verdes hasta donde alcanza la vista y un lago con una isla tranquila en el centro, que recuerda más a la publicidad de Sauerland y Krombacher y, sin embargo, no está ubicado en el país de las mil montañas, sino en Duisburg, que está fuertemente influenciado por la industria. Un distrito de los lagos de Mecklenburg.
La popular área de recreación local cubre un total de 283 hectáreas. El paraíso natural es el lugar perfecto para pasar el tiempo libre: una piscina, senderos para montar a caballo, parques infantiles y un total de 25 km caminando prometen un agradable descanso del ajetreo y el bullicio de la ciudad.
Nadar, hacer barbacoas, navegar: cualquiera que busque recreación local está en buenas manos aquí 450 metros de playa de arena y 30.000 m² de zona para tomar el sol: ¡eso es un espectáculo para la vista!
En Huckinger Mark, densamente arbolado, la construcción del patio de clasificación de Wedau y la expansión del asentamiento del mismo nombre comenzaron a principios del siglo XX. Para este propósito, por razones de costo, se utilizaron los ricos depósitos de grava y arena en el suelo y se excavaron profundos pozos debajo del nivel freático. De esta forma, el Masurensee fue el primero en crearse en las inmediaciones de la estación de tren. Con el tiempo, hasta la década de 1990, se agregaron cuatro lagos más, algunos de los cuales desembocaban entre sí o estaban conectados: el Wambachsee, el Böllertsee, el Wildförstersee y el Wolfssee. Entre 1994 y 2002, la meseta de cinco lagos se convirtió en una meseta de seis lagos con una superficie de agua de 158 hectáreas cuando se añadió Haubachsee en el extremo sur.
Los lagos individuales son claramente visibles. Los aparcamientos más grandes en Masurenallee y Kalkweg están especialmente marcados (P). Las rutas azules son las rutas más importantes del distrito de los lagos. Conducen alrededor de los lagos y hacia el Wolfsberg en el centro, en el que se encuentra la torre de observación. Sin embargo, el mapa también es interactivo: según el dispositivo, puede usar el mouse o el dedo para cambiar entre la situación histórica y la actual. Aquí puede ver el Huckinger Mark densamente arbolado y en gran parte deshabitado, incluido el Haubach que le da su nombre. El extremo sur también muestra las dimensiones del otrora gran patio de maniobras de Wedau.
Hoy en día, los cinco lagos del norte sirven como un área de recreación local extremadamente popular. El Haubachsee está reservado para la conservación de la naturaleza, está a cargo de Biostation Westliches Ruhrgebiet y en su mayoría no es accesible, excepto por una pequeña plataforma de observación. Un rebaño de cabras pasta aquí y mantiene bajos los arbustos. Los lagos del norte suelen estar separados unos de otros por estrechos promontorios, algunos de los cuales tienen solo unos pocos metros de ancho. Por ejemplo, la ruta circular entre Wolfssee y Böllertsee solo pasa por una presa estrecha que desciende suavemente hacia el agua a la derecha e izquierda del camino. Muchas bahías invitan a nadar y acampar, especialmente en verano. En algunos lugares hay miradores y refugios especiales.
Una red bien desarrollada de senderos de unos 25 kilómetros de longitud conduce alrededor de la mayoría de los lagos en el bosque umbrío.
Pequeños recorridos a pie, recorridos para trotar o caminatas más largas se pueden organizar individualmente como lo desee. Si el circuito completo alrededor de la Meseta de los Seis Lagos todavía es demasiado corto, puede hacer el circuito adicional alrededor de Entenfang en el otro lado de la pista. La piscina al aire libre con playa de arena e instalaciones de ocio se encuentra en el extremo norte de Wolfssee.
Hay un puerto deportivo y un alquiler de botes a pedales. Un parque infantil en el bosque entre Wamb, achsee y Böllertsee y otro parque infantil en Kalkweg son destinos para los más pequeños. Casi no hay nada que le recuerde dónde se encuentra realmente, ya que la ciudad de Duisburg es en realidad un símbolo del área industrializada del Ruhr con chimeneas de fábrica, altos hornos, minas de carbón y tierras en barbecho.
Hay una montaña prominente entre Wolfssee y la reserva natural de Haubachsee. El Wolfsberg se eleva sobre el área circundante por unos 28 metros. Su punto más alto es de 63,1 metros sobre el nivel del mar. Sobre una superficie de unas 6 hectáreas se construyó un vertedero de desechos, escombros y escombros, que cubre una antigua instalación de artillería de la Segunda Guerra Mundial. En 1994 se construyó la primera torre de observación de madera en Wolfsberg, que se incendió ocho años después.
Fue reemplazado por un sucesor de acero no combustible. No solo tiene una vista de todos los lagos y la piscina de ocio desde allí: si el clima lo permite, es posible una vista panorámica impresionante desde esta torre de 22 metros de altura. Se extiende desde Düsseldorf en el sur hasta Moers en el noroeste y Bottrop en el noreste.
Detalles como la montaña rusaTiger & Turtle , el Puente de la Solidaridad, las torres de radio y televisión de Duisburg, Düsseldorf y Mülheim o el paisaje industrial del Rin destacan como hitos. Sin embargo, lo que llama especialmente la atención es la idílica zona del lago con una vegetación casi ilimitada, que no se espera de esta forma para la región del Ruhr especialmente por los extranjeros, pero también por los conocedores.
Es probable que sea algo de índole cultural y típico alemán. Pero estas 9 cosas no deberías hacerlas en Alemania. No siempre resultan de buen agrado para las personas. Aquí te escribo unas breves advertencias si vas a viajar.
Llegar con retraso:
Se suele decir que la puntualidad alemana consiste en llegar cinco minutos antes. Así pues, las citas o los horarios de medios de transporte tienen un valor importante en Alemania. Llegar tarde no está nada bien visto, salvo que tengas una buena excusa. Sin embargo, la mayoría de la gente no pone reparos si se avisa que se llega tarde.
Hacer ruido a ciertas horas:
En Alemania el ruido está sujeto a horarios. Todo aquel que corte el césped, utilice un taladro o toque un instrumento entre las 10:00 pm y las 7 de la mañana, al mediodía o los domingos y días festivos es considerado un asocial. La única excepción: el ruido que hacen los niños está considerado socialmente adecuado.
Hacer visitas espontáneas:
Nunca visites a nadie en Alemania sin haberle avisado antes. Excepción: para advertir a los vecinos de que la casa está en llamas. A los alemanes les gusta estar preparados emocional y formalmente para recibir visitas. Les gusta tener la sensación de haber tomado todas las precauciones, con suficientes reservas de café y pastel y un apartamento ordenado. En Alemania no se improvisa.
Cruzar en rojo
Aunque no venga ningún coche y sin importar cuánto tiempo tarde, detente cuando el semáforo esté en rojo, sobre todo, si hay padres con hijos pequeños cerca. A los padres les desagrada mucho el mal ejemplo que das a los pequeños. Cruzar con el semáforo en rojo es también una infracción de tráfico. Además, siempre habrá alguien junto al semáforo que te va a regañar.
Llamar tarde:
Las llamadas telefónicas a partir de las 20 horas se consideran una perturbación y están mal vistas en Alemania, ya que algunos alemanes están terminado de cenar, están en el sofá o viendo la televisión. Además, los peores momentos para llamar a alguien por teléfono son el sábado entre las 6 y las 7 de la tarde (emisiones deportivas en la televisión) y el domingo entre las 20:15 y las 21:45, cuando se emite la serie policíaca Tatort (El lugar del crimen). Los comentarios o mensajes en redes sociales como WhatsApp, Instagram o Facebook están considerados aceptables las 24 horas del día.
No separar la basura:
Separar la basura en Alemania está sujeto a normas más estrictas que las convencionales. ¡Ni se te ocurra tirar papel en el cubo de la basura orgánica! En los reglamentos se enumera qué residuos deben depositarse en cada cubo, bolsa o contenedor. Este rigor vale la pena porque Alemania es líder en la separación de residuos.
Brindar sin mirarse a los ojos:
En otros países suele levantarse la
copa y brindar sin más exigencias. Pero así no es en Alemania. Es recomendable mirar a la otra persona a los ojos mientras se brinda, de lo contrario acecha la mala suerte en el amor.
Aparcar en el carril para bicicletas:
Alemania es un país de automovilistas, pero las ciudades están siendo conquistadas por los ciclistas. Los conductores que estacionan en carriles para bicicletas deben contar con rayones en la pintura. Y los peatones que obstaculizan la circulación por el carril-bici pueden ser objeto de fuertes insultos. Normalmente se advierte con el timbre.
Charlas un tanto superficiales:
La charla superficial no es una especialidad alemana. Siempre se va directamente al grano. Preguntas tales como ¿Qué tal te va?, por ejemplo, que en otros países se entienden como simple saludo, son para los alemanes, a menudo, una ocasión para explayarse sobre los problemas o asuntos particulares. Así que, en tal caso, deberás contar con tiempo suficiente.
Los Repair Cafés son lugares de libre acceso dónde se quiere fomentar que la gente intente y ayude a reparar los objetos cotidianos en vez de tirarlos a la basura y comprar unos nuevos.
Los Repair Cafés también se han puesto de moda en Alemania. Actualmente existen allí ya más de 400. Son lugares de libre acceso para la gente y lo que se persigue es arreglar objetos del día a día, en lugar de desecharlos.
La idea original surgió el 18 de octubre del año 2009 en Ámsterdam (Holanda), cuándo la periodista de medio ambiente Martine Postma, decidió organizar el primer encuentro de reparaciones de este tipo.
Los así llamados Repair Cafés (cafés de reparación) están abiertos al público y combinan a la perfección dos ideas: Por un lado las ganas de hacer las cosas uno mismo y por otro, luchar contra la cultura de querer deshacerse de todo aquello que no funciona o no sirve.
El concepto de los Repair Cafés
El concepto es muy sencillo: Voluntarios que tienen habilidades técnicas y herramientas, ayudan a otros a reparar sus cosas rotas. En los Repair Cafés hay materiales suficientes para reparar toda clase de objetos. Por ejemplo, el calentador de agua que ya no funciona, la aspiradora que ya no arranca o la camiseta con la costura rasgada.
Por eso, lo mismo se atornilla, se hace soldadura, se pega y hasta se cose. Y claro, hay café y bizcocho mientras se reparan o arreglan las cosas. De ahí el nombre también.
Por lo general se trata de cosas que rápidamente terminan en la basura, a diferencia de antes, cuando aún no existía la fiebre de las compras y los objetos duraban casi para toda la vida. Así es que la idea que quieren transmitir también los Repair Cafés es frenar un poco esa «sociedad de consumo».
Por otro lado, algunos pueden preguntarse si le hacen competencia desleal a los reparadores profesionales. Para Repair Café la respuesta va en sentido contrario, ya que con los Repair Cafés se quiere concienciar a la gente de que existen posibilidades de reparación e incluso se remite a los visitantes a los pocos reparadores profesionales que aún existen.
Además, la idea de los Repair Cafés tiene éxito global. Así, desde marzo de 2016 ya se han registrado a nivel mundial 1.127 Repair Cafés en un total de 27 países, repartidos por los seis continentes. Los puedes encontrar además de en Holanda y Alemania, en países como Bélgica, Francia, Reino Unido, los Estados Unidos, India y Japón entre otros.
Iniciativas de los Repair Cafés en Alemania y en el mundo:
También se pueden encontrar diversas iniciativas en Alemania y por el resto del mundo. La mayoría de las iniciativas que tienen lugar en Alemania forman parte de una red llamada «Reparatur-Initiativen» (iniciativas de reparación) y que puedes consultar en esta web.
Ahí encuentras precisamente más de 400 iniciativas que van desde arreglar una bicicleta hasta por ejemplo, reparar electrodomésticos, ordenadoKMXX res o incluso teléfonos móviles. Puedes buscar iniciativas, apoyar las que existen, crear nuevas e incluso intercambiar ideas a través de su foro.
Ya a nivel más internacional funciona la red de la fundación del Repair Café desde Holanda. Puedes consultar todos los detalles en su web que está disponible en español, alemán, inglés, francés y holandés.
Comienza el otoño, maduran los últimos frutos y caen las primeras hojas. Si la primavera es tiempo de renovación y el verano de plenitud, el otoño es tiempo de maduración y culminación, de soltar y de sembrar las semillas de lo que dará fruto el año próximo. Una estación para la reflexión y la intuición y es ahí donde las emociones sintonizan con la naturaleza.
En el mundo de hoy, sobre todo en las ciudades, las prisas y la tecnología nos hacen a veces olvidar en qué momento del ciclo anual nos encontramos. Sin embargo, para abrirnos a la armonía del mundo es esencial conectar con los ritmos de la naturaleza.
La metamorfosis del mundo nos cambia también a nosotros. Con el paso de las estaciones no solamente cambia la naturaleza que nos rodea, también se transforma nuestra existencia, que sintoniza con nuevos ritmos de luz y oscuridad, de calor y frío, cambios en la humedad y en los vientos que renuevan el aire, cambios de actividad en los ciclos del agua, flora, fauna y cielos. Dentro del ciclo anual, el otoño corresponde al atardecer en el día y a la culminación de la madurez en la vida.
Atrás queda el lúdico paréntesis del verano y vuelve a comenzar el curso, la vida. El paso del verano ha ido secando el aire y, por eso, en otoño disfrutamos de cielos especialmente nítidos, de día y de noche. La luz de la primavera es joven y agitada. La del otoño es sabia y madura.
Friedrich Nietzsche alude a ello viviendo en Italia, en una latitud como la nuestra, al soñar con una música que sea “jovial y profunda como un mediodía de octubre”.
Pero también se convierte en el momento para interiorizar y soltar por eso desde la filosofía china, el otoño es una estación yin, tendente a lo receptivo, a la intuición y a la interiorización. La savia de los árboles se retira de las hojas y ramas y vuelve hacia las raíces, Los animales disminuyen su actividad Anochece cada vez más temprano y poco a poco vuelve el frío.
El otoño se asocia tradicionalmente a la melancolía, nos retiramos del mundo exterior, física y psicológicamente, y nos volvemos hacia el interior. Pasamos menos tiempo al aire libre y estamos más en casa, dedicados a actividades menos energéticas que las del verano: leemos, conversamos y podemos volver a gozar del fuego del hogar.
Las puestas de sol son más largas que en verano. Por eso el otoño nos regala un festival de cielos rojizos, reflejo de los tonos cálidos que cubren primero las hojas de los árboles y luego el suelo, para convertirse en fértil humus del que volverá a brotar la vida.
El otoño es la estación en que más llueve en nuestro clima. Con la lluvia emanan de la tierra nuevos aromas y un olor a plenitud impregna el bosque.
Decaen las hojas y las flores, pero abundan los frutos. Brotan las apreciadas setas, maduran las bellotas, nueces, avellanas, algarrobas y castañas.
En otoño, la naturaleza practica el desapego y se desprende de lo que no es esencial, nos corresponde soltar lo que ya no necesitamos, desapegarnos de las formas de ser que ya no dan fruto, encontrar un lugar de calma interior y prepararnos para empezar de nuevo.
Podemos soltar relaciones marchitas, despidiéndonos de manera genuina, con agradecimiento y responsabilidad.
Es así como uno de los significados del otoño es:
Caen las hojas de manera tranquila y dulce ofreciendo un espectáculo en Europa, en el este de Asia y en el este de Norteamérica. El verde del verano se transforma en rojo, oro, amarillo, luz cálida sobre la tierra que se enfría.
En lituano, el idioma actual más cercano a las antiguas lenguas indoeuropeas, el nombre de la estación, ruduo, evoca el color rojizo y pardo que adquieren las hojas. En el inglés de Norteamérica, la caída de las hojas da nombre al otoño: the fall (“la caída”). Sin duda, los primeros colonos británicos debieron maravillarse con el otoño de los bosques caducifolios de Nueva Inglaterra.
En otros idiomas europeos, el nombre del otoño evoca lo que la estación tiene de último, final y tardío. Así, en euskera, el otoño es udazken (de azken, “último, final’”), en asturiano es seronda (del latín serotinus, “tardío”) y en español es tardor (del latín tardationis). En aragonés se llama agüerro (derivado del vasco agor, “agotado”, como la tierra que ya no da fruto).
El poeta Juan Ramón Jiménez personifica la estación: “Otoño, joven andaluz de ojos ardientes y cabellos áureos, / todo vestido de brocado malva, con hojas amarantas en las manos”. El poeta evoca en las hojas el color rojizo del amaranto, planta cuyo nombre significaba en griego “que no se marchita”.
El otoño también se asocia con la decadencia y el declive. Lo vemos en el título de una famosa novela de Gabriel García Márquez, El otoño del patriarca, y en el de un clásico de la historia cultural, El otoño de la Edad Media, del erudito holandés Johan Huizinga, también conocido por mostrar cómo el juego es un aspecto esencial de la cultura.
El otoño es declive, pero ese declive prepara la renovación, tal como el otoño de la Edad Media llevó al Renacimiento.
EL OTOÑO EN EL MUNDO
Hace ahora nueve años desde que el mundo se declaró en “crisis”. Había otras crisis desde mucho antes, en múltiples ámbitos. La crisis ecológica, por ejemplo. Pero se suponía que el mundo iba bien. Hasta que el hundimiento de la burbuja inmobiliaria y especulativa, en el otoño de 2008, significó el otoño de la economía global.
La crisis sistémica en que vivimos es como el otoño de muchas estructuras marchitas con las que habíamos intentado dominar el mundo. Sus ramas irán cayendo. Algunas harán ruido. Pero también es un momento en el que se abren nuevos espacios y nuevas posibilidades.
Se empiezan a sembrar las semillas de una sociedad más sabia, ecológica y consciente que empieza a cuestionarse lo que dicen los representantes de un mundo caduco. Nuestro futuro dependerá de si triunfa la codicia o la lucidez.
¿CÓMO VIVIR ESTA ESTACIÓN?
Como formula la tradición sufí: “Si no podemos leer en la naturaleza, o leer la existencia, entonces ¿qué podremos entender o aceptar? (…) lo que hay que adquirir es la capacidad de reconocer signos. Esta es la ciencia más alta”.
Este es el tiempo para seguir tu propio criterio, para confiar en tus intuiciones y en los signos que ves a tu alrededor, en la naturaleza.
Que el otoño te ayude a soltar lo que ya no te sirve, a reforzar tu interior y a prepararte para renacer en un mundo transformado.
Año cero. La memoria es una trampa de la ficción que nos induce a creer que lo rememorado es verdad. Yo prometo ser fiel a mis recuerdos, a mi país, pero no puedo garantizar que mis recuerdos sean igual de leales a los hechos, briznas cubiertas por los sedimentos que han ido depositando estos casi 3 años viviendo fuera de casa, de donde ahora escribo. Tras esta aclaración, vuelvo a empezar.
Año cero: Era principios de noviembre y me recibía una bocanada de aire frío abrazador tras atravesar las puertas del aeropuerto de Ámsterdam, Holanda.
La primera sensación fue placentera, ese sofoco seco, 9 grados a las 10:00 am, me devolvía ecos latinos de mis orígenes, vientos de frío y de un corazón lleno de sueños siempre con la espectativa de algo nuevo.
Nada hacia presagiar que las cosas irían a cambiar. Los elementos se habían ordenado de tal manera que desembocan en mi buena suerte: Este cambio sabía que seria increíble pero aún acostumbrada a lo cotidiano que hacia en mi tierra, podría subsistir con moderada autonomía, ayudada por el pequeño empujón de mis propios temores porque a decir verdad necesitaba un cambio pero leve y paciente, ese que advierte pero con la conciencia de haberme zambullido a mi edad adulta sorteando un montón de obstáculos pero orgullosa de haberlo logrado.
Atrás dejaba mi profesión que no me abrió muchas oportunidades laborales llamada Periodismo. La codicia de los medios que solo ofrecían contractos de prácticas y un caudal de amigos a los que era imposible independizarse. Después de todo, parecía que iba salvándome.
La vida lejos de casa, la vida en solitario por una pandemia que nos encerró, la vida atascada en una burbuja ¿que burbuja? Esa en la que muchos hemos vivido pero pocas veces tocamos, aquella que quizás sabemos pero nos da miedo tocarla, la que nos pone a pelear constantemente ¿ contra quién? Y que casi siempre ganaba ¿el qué? al menos tenía independencia de una libertad recién rosada con los dedos.
Detenerse, caerse, esperar, volver a tocar puertas, insistir de eso se trata emigrar, nunca dije que fuera fácil pero así fueron pasando los días, las semanas, los meses y quizás los años en un país que me dio mi familia, mi todo y a lo que hoy llamo hogar, año y medio en que las lágrimas, la ansiedad, los miedos, la felicidad y las miles de preguntas estaban a flor de piel, siempre oscilando entre mi rutina diaria y un nuevo idioma, una nueva ciudad, un nuevo clima buena parte de lo que en este momento me rodea.
No fue hasta que hubo transcurrido 2 años en que empecé a aceptar, que soy de allá pero también de aquí, que en mi patria tengo mi profesión, familiares y amistades pero que aquí la vida me dio un comienzo nuevo, un matrimonio y una residencia, que a los de allá los extraño demasiado pero que aquí tengo la certeza de que voy por buen camino.
Todo esto cuando en mi rutina cotidiana escuchando la FM de Radio RCN me parecía que mi Colombia hervía en manifestaciones, desaparecidos y muertes esas noticias aterradoras, que fui consciente de mi propia circunstancia migratoria y empecé a imaginarme como una suerte de superviviente del Titanic: por una parte, no me hundía con aquel barco, cada vez más lejano; por otra, ¿Querría permanecer siempre a la deriva en un bote salvavidas? ¿Y si el hundimiento fuese más apacible? Acaso ¿No está todo mundo luchando en la calle, gritando colectivamente, mientras yo me quedaba en el extremo, al margen? ¿ Y que tal simplemente pertenecer a la orquesta que toco hasta el final?
El bote, sin iceberg debajo era demasiado pequeño, contenía a casi nadie, y a mi me estaba pinchando insistentemente una nostalgia en el corazón de aquel crucero desvencijado que, pese a la temeridad y fortaleza de la capitana fue mi hogar por 29 años. Y dentro de mi una vocecita diciéndome. "No te vuelvas, es un suicidio económico” me dijeron algunos colegas. Y no volví no tanto por aferrarme a mi nueva vida, a mis tardes de lectura y mi tranquilidad sino a quien, desde otra embarcación llegó y me volvió más fuerte, más sólida, creyó en mí y mis sueños me tendió la mano y me llamo hogar: aquel hombre de profesion economista, nieto de abuelos aporreados por la guerra no me abandonaría para irse a otro lugar.
Y si me preguntan si volvería a tomar esta decisión diría que sí, aunque mi corazón siempre está dividido, aunque sigan las preguntas, aquí soy inmensamente feliz, a los de mi patria los extrañaré siempre pero hoy mi yo del pasado ya sano, ya perdono, ya olvidó, decidió emprender la marcha y continuar, sin olvidar que siempre sere colombiana, pero que Alemania me abrió sus puertas y me llamo hogar.
Me fui de Colombia por decisión propia aunque para todo mundo fuese una locura y sorpresa después, pero nunca empujada por la crisis, sino más bien porque en ese momento de mi vida necesitaba un cambio radical, estaba cansada de la ignorancia de algunos medios y también de muchas empresas a las que yo enviaba mi candidatura como comunicadora social, periodista pero nunca veian mi valor como profesional por ser mujer y verme más joven que las demás.Tanto así que deje de insistir y empecé a crear con más determinación mi emprendimiento, mientras hacía trabajos freelance y trabajará en otro lugar.
Recuerdo que al llegar al Aeropuerto de Rionegro muchas cosas pasaron por mi mente en cuestión de tres minutos, mi primera vez lejos de casa, un nuevo lugar, nuevas costumbres y cultura comenzar desde cero y en un idioma completamente diferente al mío, pero teniendo siempre claro que quería esta experiencia, vivir fuera como muchos, arriesgando todo.
Llegué a la ciudad que me acogió hasta el día de hoy, directamente a estudiar, recuerdo muy bien esos primeros días y la emoción de estar viviendo en uno de los mejores países de Europa para mi, me adapté paso a paso descubriendo todo a mi alrededor y dejándolo como memoria en mis escritos, porque la idea de conocer gente de otros países y culturas siempre me había gustado mucho. Sin embargo creo que lo más difícil fue aceptar que el sol no se dejaba ver mucho por Alemania en época de invierno.
Durante mis primeros años, me daba “bajónes muy fuertes”, volver después de pasar unos días que sin pensar se convirtieron en años.
Normalmente me fui de Colombia con un sol radiante y a mi llegada a Alemania me esperaba un cielo gris con nieve.
No obstante, conforme pasaron los años, me fui acostumbrando a mi nueva vida y solo me veo volviendo a Colombia a vivir de nuevo cuando me jubilase.
Pero en 2020 llegó el COVID-19. A raíz de la pandemia pasé bastante tiempo en casa ya que podía teletrabajar desde aquí. Me acostumbré a estar cerca de mi esposo y al buen tiempo, me di cuenta de que ya no me iba a conformar solo con los fines de semana de descanso por su trabajo.
Por ello, empecé a pensar en opciones para trabajar. Una de ellas era crear mi propio café o mi emprendimiento de escritura, que me dejasen trabajar desde Alemania para Colombia o otros países de forma permanente. Aun así, sabía que lo más probable era que me dijesen que no, y por eso pensé de inmediato en un plan B.
En Mayo de 2021 me casé por lo civil porque debimos esperar casi 9 meses por todo el papeleo y la burocracia en este país, meses después nació mi hijo mayor y ahora puedo decir que estoy feliz de estar en Alemania tener mi residencia aprender de otra cultura y haber construido mi hogar algo que no cambiaría por nada.
Pero llegar hasta aquí no fue fácil. Al principio llegó un momento de empezar a hacer realidad la decisión que había tomado, y tuve momentos complicados en los que me planteé tirar la toalla. Después de todo, tenía mi vida hecha en Colombia, buena estabilidad, mi familia y mi profesión. Me costó adaptarme, pero después de estar dándole vueltas varios días y recordarme a mí misma los motivos por los que estaba aquí, me despedí poco a poco de todos los rincones que me traían tantos recuerdos buenos y malos los que me produjeron mucho dolor, y hubo bastantes lágrimas durante mis últimos 2 años. Sin embargo, el proceso de adaptación fue bastante bien. El haber pasado muchos meses aquí durante la pandemia hizo las cosas más fáciles y, aunque echo de menos a mis amigos y de vez en cuando siento nostalgia, no querría volver a la vida que tenía en Medellín.
Ahora mismo no estoy escribiendo tanto, Me habia tomado el verano como descanso hasta septiembre, por lo que estoy teniendo bastante tiempo para reflexionar sobre la decisión que tomé. Estoy muy contenta con las experiencias que he vivido tanto a nivel personal, y lo recomiendo a todo el mundo. Quizás también recomendaría tener en mente un plazo para volver a casa otra vez de visita, porque en mi caso siento que la idea de regresar siempre está ahí, pero pasaran los años y no haré mucho al respecto. Dejar, soltar, desaprender, aprender pero un día volver a regresar a lo que un día fue mi hogar a la que siempre será mi patria.
Münich es una ciudad cosmopolita con corazón, encantadora y relajada, animada y a la vez soñadora: es la capital de buen estilo para vivir de Alemania y tiene una de las plazas más bonitas del país, Marienplatz, ubicada en el centro de la capital bávara, con el Antiguo y el Nuevo Ayuntamiento. Su famoso carillón es tan parte de la ciudad como el Hofbräuhaus y la Frauenkirche con sus verdes cúpulas. Un paseo por el Viktualienmarkt es un festín para los sentidos. Y en las nobles calles comerciales como la Ludwigstraße o la Maximilianstraße se puede encontrar todo lo que es bueno y caro. Los barrios de moda de la ciudad bávara Glockenbachviertel y Gärtnerplatz, son consistentemente más baratos, pero aún más alegres.
Sin embargo siguiendo el recorrido una visita al Jardín Inglés, el oasis verde entre el Isar y la ciudad, no cuesta nada: todo, desde no hacer nada hasta surfear el Eisbach, es posible allí. Y el hecho de que las cervecerías de la Torre China y el Seehaus estén entre las más bellas de Munich también habla de una tarde relajante.
La gente de Münich también está orgullosa de sus museos, algunos de los cuales están entre los más renombrados del mundo: El Deutsches Museum, el mayor museo técnico y científico del mundo, la Alte and Neue Pinakothek, la Pinakothek der Moderne y el Lenbachhaus son algunos de ellos, al igual que el Museo Brandhorst y muchos más. El Museo BMW está dedicado a la cultura del automóvil, y en el Allianz Arena, el FC Bayern muestra cómo se juega al fútbol.
El ambiente en el estadio, como en todo Múnich, es siempre de clase mundial, porque los bávaros adoran su Múnich. Y cualquiera que visite la ciudad entenderá inmediatamente por qué. Así que déjese llevar y emprenda un viaje de descubrimiento.
La Oktoberfest. Cuando esto ocurre, Múnich está al revés. Pero los muniqueses también saben disfrutar de la vida de otras maneras, y la ciudad ofrece todos los requisitos para ello: es rica en hermosas plazas, agradables barrios, edificios centenarios e importantes museos. Y luego están los parques, las cervecerías y el Isar.
La visita a la ciudad fue de una forma muy clásica, caminamos hasta la popular Odeonsplatz con las joyas barrocas Theatinerkirche y el palacio del centro de Múnich, la Residenz. Detrás y a la vista están la Feldherrnhalle y el teatro de ópera rococó Cuvilliéstheater. Frente a ella se extiende el hermoso Hofgarten, donde los muniqueses juegan a la petanca en medio de la ciudad. A un lado se encuentra la Cancillería del Estado con su moderna ampliación, y cuando el sol brilla, las escaleras de piedra son un popular lugar de encuentro. ¿Te apetece participar?
Tiene una población de 1.588.330
Y a la hora de comer, puede ir al cercano Barrio de Lehel El centro de la ciudad es la plaza Sankt-Anna-Platz, con algunos cafés agradables. Así que toma asiento. Si le interesa la arquitectura, puede dar un paseo desde Friedenheimer Brücke hasta Rotkreuzplatz: Aquí, de hecho, encontrará una emocionante mezcla de diferentes estilos arquitectónicos, incluyendo el Art Nouveau, por ejemplo.
Si viaja con niños, puede ir al parque Hirschgarten por la tarde: Es una de las favoritas de los niños de Múnich porque aquí hay un parque infantil especialmente bonito. Los padres aprecian el jardín de la cerveza allí. Los demás pueden tomar el autobús o el tren hasta el Jardín Inglés, el parque favorito de todos los muniqueses. Es uno de los mayores parques del mundo y está en pleno centro de la ciudad. En definitiva, aquí se puede encontrar de todo: cervecerías, agua y parques infantiles. Aquí podrá maravillarse con el Panteón y disfrutar de la magnífica vista, en la Casa del arte contemporáneo e incluso el surf: en la ola de Eisbach. En el borde del parque también se encuentra el Antigua Pinakothek una de las galerías de pintura más importantes del mundo.
El 2º día directamente por la mañana nos dirigimos al punto de referencia de Múnich, el Nuevo Ayuntamiento con su Glockenspiel. Se encuentra en la popular Marienplatz, con su hermosa fuente de peces y la iglesia parroquial más antigua de Múnich, la de San Pedro. La plaza es especialmente bella por la mañana, cuando la ciudad se despierta, o en invierno, cuando se celebra el mercado de Navidad. La Marienplatz y todo el casco antiguo son también ideales para ir de compras. Continúe hasta la cercana Iglesia de San Pedro y luego hasta el Viktualienmarkt. En este centro culinario con especialidades de Baviera y de todo el mundo se pueden comprar pequeños recuerdos. Aquí también podrá darse un festín en innumerables posadas y restaurantes, así como en bares y cafeterías. Así que ya es hora de tomar un descanso para comer. Pero, ¿cómo pasar la tarde? Tenemos tres sugerencias: 1. te diriges a Schwabingen. Este distrito ofrece un estilo de vida puramente muniqués. Le esperan un animado barrio de pubs, cafés y restaurantes, así como numerosas boutiques y tiendas, además de hermosos edificios antiguos. La gente de Múnich lo encuentra casual aquí. 2. te sientas con los muniqueses en el Isar. Es especialmente bello en el puente Cornelius, en la isla Schwind, en el dique Oberföhring y en el Flaucher. 3. tiene ganas de cultura: entonces vaya a la romántica Weißenburger Platz o camine hasta la Königsplatz, cerca de la cual también encontrará la importante Centro de documentación de las Nacional Socialismo.
Y si no sigue sentado junto al Isar por la noche, contento y relajado: Siéntese en un bar de Múnich. Prueba la cerveza y las salchichas blancas. Los vegetarianos prueban los pretzels, que Munich come a todas horas. Diviértete.
Acto 60: Así celebran en Alemania la Nochevieja
La Nochevieja se conoce en Alemania como Silvester o Silvesternacht (San Silvestre o Noche de San Silvestre). Se llama así porque hace referencia al Papa del siglo IV. Y cada año Berlín acoge una de las más grandes celebraciones de Nochevieja de toda Europa, con más de un millón de personas. El punto más importante es la Puerta de Brandeburgo.
Para la cena de dicho día se suele preparar un pescado, la carpa (Karpfen, en alemán). Otra opción que se ha ido sumando a la última noche del año es la raclette o fondue. Se trata de cocinar distintos ingredientes en un aparato eléctrico del mismo nombre, que dispone de una plancha en la superficie y un espacio en la parte inferior para colocar pequeñas bandejas individuales en las que derretir el queso junto al resto de alimentos.
Entre las bebidas preferidas no sólo están el Sekt (vino espumoso alemán) o el champán, sino también un ponche: Feuerzangenbowle (el ponche de las tenazas para el fuego). Esta mezcla de ron, vino tinto, naranja, limón, clavo y canela se calienta sin que llegue a hervir, se le retiran los trozos de limón o naranja, y con una tenaza se le coloca por encima un gran terrón de azúcar que ha sido previamente rociado con ron. Se le prende fuego y el azúcar se derrite al calor. También se comen Berliner (berlinesas con mermelada dentro).
Después de acabar la cena le toca el turno a la tradición de predecir el futuro: un trozo de plomo se coloca sobre una cuchara y se calienta al calor de una vela. Se conoce como Bleigießen (vertido de plomo). El material derretido se echa en un recipiente con agua fría y la forma que adquiere al endurecerse da pie a las más variadas interpretaciones del porvenir. Flores, pelotitas y estrellas son augurios de buena suerte; círculos y coronas: matrimonio; un ratón exhorta al ahorro o enuncia un amor escondido.
El ruido de los cohetes y los fuegos artificiales es tan inherente a la noche de San Silvestre que un ciudadano común jamás podría imaginarse que en algún tiempo no podía cualquier hijo de vecino anunciar la llegada del nuevo año como a bien tuviere: el derecho sólo lo tenían antaño los guardas de las torres, los guardianes nocturnos, los pastores y los músicos. El objetivo del ruido era alejar a los demonios.
Otra costumbre o tradición de Nochevieja en Alemania es ver Dinner for one. Se trata de un divertido sketch que todos los 31 de diciembre se repite en la televisión alemana. Dinner for one (cena para uno, pero en alemán se tituló Der Neunzigste Geburtstag, el cumpleaños nonagésimo) es una producción del canal de televisión alemán NDR (Norddeutscher Rundfunk) del año 1963, escrita por el británico Lauri Wylie inicialmente para el teatro en los años veinte.
Se trata de un sketch de corta duración (11 minutos) en el que dos cómicos ingleses Freddie Frinton (el criado) y May Warden (Miss Sophie, señora de la casa) representan un servicio de cena con motivo de la celebración del 90 cumpleaños de esta última. Durante la cena el criado tiene que hacerse pasar por los ya fallecidos amigos de Miss Sophie. Así en Alemania ya se conoce la mítica frase Same procedure as every year.
Y para el nuevo año los alemanes suelen decir: Einen guten Rutsch ins neue Jahr (te deseo un buen resbalón en el nuevo año). Es decir que entres con buen pie en 2024 y que sea un buen año para ti.
Acto 61:Museo de fútbol Alemán en la ciudad de Dortmund
Alemania es un país en el que el fútbol es casi religión. Es el deporte más seguido y practicado del país, por lo que esta disciplina despierta pasiones.
Uno de los principales arietes de esta afición por el balompié es la Bundesliga. La liga alemana es una de las más fuertes del mundo y en ella juegan dos clubs con gran rivalidad entre aficiones: el Bayern de Múnich y el Borussia de Dortmund. Ambos a su vez son primeras espadas en el fútbol europeo. Esto ha propiciado que en la ciudad de Dortmund desde 2015 se pueda visitar el Deutsches Fußballmuseum o Museo del fútbol alemán para los que no dominen la lengua germánica.
El Museo del fútbol alemán pertenece a la Federación Alemana de fútbol, por lo que todo su contenido en el interior es oficial y riguroso. Se ubica frente a la salida de la Estación Central de Dortmund. Y es que su ubicación es perfecta para bajarse del tren y volverse a retomar la marcha. Aunque pienso que Dortmund se merece al menos un día completo, pero claro sin lugar a dudas este museo es una visita imprescindible para los amantes del fútbol.
Una vez pagamos nuestra entrada, nos introducimos en el museo a través de unas escaleras mecánicas. Por las mismas iremos descendiendo rodeados de aficionados exaltados que nos comienzan a introducir en este recorrido por el pasado, presente y futuro del fútbol. Un recorrido que evidentemente está marcado por La Bundesliga, el fútbol de clubes y, por supuesto, los triunfos de la selección alemana. No obstante habrá espacio para las grandes gestas y menciones a otros clubs y selecciones del panorama internacional.
Las primera estancias nos llevan a conocer los inicios gloriosos de la Selección Alemana de Fútbol. Aterrizamos en la simulación de un estadio que nos hace aterrizar en el «Milagro de Berna». Allí se encuentra expuesto el balón original de la Copa del Mundo de 1954. Despues encontraremos a los jugadores que hicieron posible la consecución del primer mundial de Alemania de la mano del entrenador Sepp Herberger.
Esta zona evidentemente será mucho más placentera para los alemanes que visiten el museo. Aunque igualmente si les gusta el fútbol es una oportunidad única para conocer un poco más de las grandes gestas del futbol alemán. Y la verdad que la exposición con todos los objetos clásicos de la época, maquetas y trofeos es una maravilla.
Posteriormente llegaremos a la Golden Generation. Este espacio gira entorno a un gran balón en el que se van proyectando los diferentes momentos que ha vivido la Selección Alemana de fútbol desde la Copa del Mundo de 2006 que se realizó en Alemania, hasta la consecución de su última Copa del Mundo en 2014 en Río de Janeiro. Este espacio es simplemente espectacular y el guion es digno de película de Spielberg. Con momentos que nos marcaron incluso a los que no somos seguidores alemanes, con ese histórico Alemania 7 – 1 Brasil. Una goleada a la anfitriona de ese Mundial que posiblemente hoy en día no hayan ni sanado las heridas tras semejante exhibición. Para terminar ganando en la final a Argentina. De esta forma conseguiría su cuarto Mundial. La proyección en la pelota gigante es un disparate técnico. Y es que incluso terminada la proyección, invita a verla una vez más de la pasada que supone ver estos eventos en tan singular emplazamiento.
Aunque el fútbol alemán es lo más representativo, también hay espacio para menciones significativas a otras competiciones y eventos destacados. Por eso nada más entrar a la zona donde se proyectan diferentes momentos de la Copa del Mundo, rápidamente fui directo a presenciar uno de los momentos más gloriosos que nos ha dado la Selección Española de Fútbol, la consecución del Mundial de Sudáfrica 2010.
Y es que habrán pasado más de 10 años, pero volver a ver el gol de Iniesta ante Países Bajos en Johannesburgo y a Casillas levantando la Copa del Mundo va a ser algo que no me cansaré nunca de presenciar. Por tanto, seamos del país que seamos, seguro que encontramos alguna referencia a nuestros países de origen que nos harán erizarnos la piel. Al menos si somos de algún equipo o Selección que haya tenido cierta trascendencia en las máximas competiciones a nivel internacional.
Esta última sala es un punto de inflexión. Pues sirve como lugar para controlar el aforo del museo. Y es que cada cierto tiempo nos darán paso a un cine 3D. En el mismo se realiza una proyección en alemán e inglés en el que veremos a diferentes futbolistas alemanas que nos hablarán un poco de su historia. Ciertamente muy interesante, pero evidentemente la barrera del idioma puede ser un problema.
De esta forma vamos pasando al resto de la exposición y van gestionando que las diferentes salas tengan un volumen de visitantes controlado. El siguiente espacio es lo que en muchos museos de equipos de fútbol solemos encontrar. Una selección con trofeos originales de ganadores de la Copa del Mundo y Copas del Campeonato de Europa. Ciertamente impresionante y más aún considerando el magnífico currículum que atesoran la Selección Alemana y los clubs de la Bundesliga. Todo ello acompañado de innumerables menciones a los equipos alemanes, camisetas, objetos deportivos históricos y numerosas infografías de lo más didácticas.
A destacar también espacios para hacer mención a grandes clubs y jugadores a nivel internacional. Y, como no podía ser menos, a competiciones europeas como la UEFA Champions League y la UEFA Europa League. Y, como no podía ser de otra manera, el Real Madrid está muy presente en este área. Como siempre, barriendo para casa.
Ya afuera encontraremos un área enfocada a los niños. Una pista deportiva en la que entrenar y aprender diferentes técnicas. Algunos futbolines y juegos que harán la delicia de los más pequeños. Y que sin duda son la guinda a un museo que es una auténtica joya dentro de sus pretensiones. Como era de esperar, también encontraremos una tienda en la que se puede comprar merchandising futbolero de todo tipo.
El empeño de muchos clubs y federaciones de fútbol para homenajear su pasado siempre se suele plasmar en la mayoría de equipos y selecciones del mundo. Pero sin duda en Europa podemos catalogar a este museo del fútbol alemán como una exposición sobresaliente y muy por encima de la media de lo que solemos encontrar en la mayoría de clubs del mundo.
Evidentemente museos como el del Real Madrid en el Bernabéu nos puede llegar más a la aficción. Pero eso no implica que no vayamos a disfrutar de un recorrido tan bien planificado y con una historia contada de principio a fin. Por lo que podemos decir que este Museo del fútbol alemán es uno de los 5 mejores museos de fútbol de Europa.
Por lo que si son futboleros y vas a Renania del Norte-Westfalia, la visita a Dortmund está más que justificada.
Finalmente el museo nos despide desde el Salón de la fama del fútbol aleman. Una auténtica maravilla de exhibición repleta de jugadores icónicos que han pasado por la Buldesliga y la Selección de Alemania. Donde además están muy presentes el Borussia Dortmund como era de esperar estando donde estábamos. Pero evidentemente también aparece el Bayern de Múnich, el auténtico ogro del futbol alemán. Algo que sin duda me reconfortó ver es que tienen como jugador destacado en su paso por la liga alemana a Raúl González Blanco. El histórico jugador del Real Madrid está presente con su 7, pero esta vez impreso en la camiseta del FC Schalke 04. El paso del madrileño por el club alemán sin duda dejó huella. No será la ciudad más turística y pintoresca del país, pero rincones como el Museo del Futbol alemán o su pulmón verde, Westfalenpark, haran que tu paso por europa valga la pena.
Acto 62 : El Mural del Ministerio de Economía Alemán
Ubicado frente a la estación de metro de Potsdamer Platz en Berlin se encuentra el Ministerio de Economía Alemán enclavado sobre una de las mayores esquinas del barrio y con una estética típica de las construcciones comunistas (cuadrados, grises y funcionales). Además el amplio bloque ofrece una particularidad que llama la atención de quienes pasan por él y no pueden más que detenerse para observar el interesante trabajo de muralismo que ocupa toda la fachada principal sobre la entrada de acceso.
Fiel a las características y técnicas del muralismo, la obra alcanza dimensiones gigantescas y además, expone las mismas temáticas que, algunos kilómetros de distancia, por los mismos años le quitaron el sueño al famoso trío mexicano integrado por Orozco, Rivera y Siqueiros.
La juventud y la niñez fueron dos grupos sobre los cuales el comunismo intentó trabajar ya que veían que de esa generación surgiría la nueva dirigencia política que sostendría el régimen al otro lado del muro.
El rol de la mujer dentro de la vida política y social era fundamental y queda al descubierto en esta porción del mural. Para el comunismo la mujer no sólo es quien contiene al militante y cuida de la casa sino la que engendrará luego a la futura clase dirigente. El rol que se le dió a la mujer en la Berlín comunista obedecía al mismo que se le daba en Rusia, el cual quedó excelentemente documentado en La Madre, de Gorki, paradigma de la mujer en el estado soviético (recomiendo la lectura de este libro tanto para un viaje a Berlín como a Moscú).
El pueblo que apoya feliz al régimen y marcha camino a un progreso inminente es una de las postales más vistas en testimonios artísticos de la época. (Cabe aclarar que expresiones similares se dieron en otros sistemas políticos y de las más variadas ideologías en el mundo).
Si están por la zona de Potsdamer les recomiendo que se aparten unos metros y lleguen al Ministerio de Economía para ver esta obra. No sólo es interesante desde el punto de vista artístico sino que es un buen ejemplo para entender las mentalidades de la época hasta la caída del muro en 1989.
Recuerden que es gratuito (ya que se encuentra pintado sobre la entrada principal) y si advierten presencia policial pregunten antes si les permiten hacer fotografías. Durante el día, con la actividad normal es probable que esté repleto de gente pero si lo visitan por la tarde, cuando el horario administrativo ya terminó, podrán observarlo con tranquilidad y tomar fotografías sin inconveniente.
Acto 63: Hermosas rutas para hacer deporte en Essen Alemania
Primavera, verano, otoño o invierno: el jogging (trotar) es uno de los mejores deportes para mantenerse en forma. Por supuesto, es aún más divertido cuando la ruta para realizarlo es tan hermosa como la adrenalina. Los numerosos espacios verdes de Essen invitan a hacer deporte al aire libre y quizás también a (re)descubrir nuestra hermosa ciudad. Independientemente de si eres un corredor de la mañana, del mediodía o de la noche, un principiante o un profesional, solo o con un compañero de carrera, aquí hemos preparado para ti las rutas de jogging más bonitas. Así que ¡ponte las zapatillas para correr y listo!
comenzamos:
Corriendo por el idílico bosque de la ciudad :
Una de las rutas populares para correr se encuentra en el bosque de la ciudad. Además de la ruta principal, hay muchas variantes interesantes con diferentes niveles de dificultad. El mejor lugar para empezar es en la estación de S-Bahn o en el aparcamiento de Frankenstrasse/Ägidiusstrasse. Luego atraviesa el idílico bosque, pasa por instalaciones deportivas, praderas a la luz de la luna y llega al restaurante Zur Kluse. Un largo circuito por el bosque tiene una longitud de unos tres kilómetros, pero se puede ampliar según se desee. Para un recorrido tranquilo, continuamos hasta el lago Baldeney. Y si buscas un entrenamiento perfecto de fuerza y resistencia, definitivamente deberías hacer ejercicio hasta Villa Hugel. Aquí no sólo podrás superar tu debilidad interior, sino también uno o dos metros de altitud.
Correr en el parque del castillo real:
El castillo de Borbeck, blanco como la nieve: antaño la residencia preferida de las princesas abadesas de Essen, hoy es una oportunidad perfecta para que los residentes de Essen amantes de la naturaleza se desahoguen. El extenso parque del castillo adyacente impresiona por sus numerosas ramas y, por lo tanto, es adecuado tanto para principiantes como para profesionales. Más allá del antiguo pabellón, posadas, masías y ruinas artificiales, el recorrido de al menos 10 kilómetros de longitud también se puede cambiar individualmente. Si corre con cuidado, verá que gran parte del área no está cortada ni plantada abundantemente como de costumbre. En cambio, se han desarrollado extensas praderas silvestres que no sólo florecen de forma especialmente diversa y colorida, sino que también albergan numerosas mariposas y pájaros cantores.
Borbecker Schlosspark.
Pequeño pero bonito recorrido por los jardines de la ciudad:
¿Tienes poco tiempo y buscas una ruta fácil para correr relajadamente? El parque de la ciudad, situado entre el Teatro Aalto, la Filarmónica y Rüttenscheid, es el lugar perfecto para hacer jogging. El recorrido de aproximadamente 1,5 kilómetros es ideal especialmente para principiantes. En el bonito parque, todos los senderos bordean el lago, pasando por cerezos, prados de flores, así como esculturas y obras de arte. Si lo desea, aquí también podrá jugar al baloncesto, al ping-pong o a la petanca.
Jardín municipal, Brunnenstraße.
Correr por la naturaleza industrial en Zollverein:
Este sitio declarado Patrimonio de la Humanidad es de libre acceso en cualquier momento y ofrece, junto con el parque Zollverein y su característico carácter industrial o el paseo circular de 3,5 kilómetros de longitud, extraordinarias rutas para hacer jogging. Aquí podrá pasear por el entorno industrial que rodea el famoso Doppelbock y la gran planta de coque y simplemente desconectar. ¿Has conquistado al grupo pequeño y quieres enfrentarte a uno grande? Ningún problema. Puede ampliar su recorrido a más de 10 kilómetros a través de las antiguas rutas del tren de mercancías hacia Hallo Park. Como recompensa, podrá disfrutar de un panorama muy especial del norte de Essen en el Hallo Sportpark de Stoppenberg. Y si viajas en coche, podrás aparcar gratis en Zollverein o "Am Hallo". Consejo: no sólo puedes dar una vuelta por el césped más grande de Essen, sino también utilizar algunos aparatos de fitness independientes.
Patrimonio Mundial de la UNESCO Zollverein, Gelsenkirchener.
Carrera relajada después del trabajo en Grugapark:
La ruta clásica para realizar deporte, e ideal para correr relajadamente después del trabajo es el Grugapark. Aquí podrá dar vueltas en la hermosa naturaleza y también tener la oportunidad de correr por senderos seguros después del horario de apertura oficial hasta las 21:30 horas. Una elegante fotografía, símbolo de los corredores, de la Grugaturm y del Blumenhof caracteriza la ruta principal, que cada día se ilumina en la oscuridad. La longitud del recorrido es de aproximadamente 2,3 kilómetros. Puede comenzar desde Mustergarten, Orangery, Lührmannstraße y las entradas principales. Lo mejor: no hay que pagar entrada al parque. Y para aquellos que prefieran caminar durante el día, recomendamos el abono anual del Grugapark.
Ruta para correr Baldeneysee:
Sólo para corredores avanzados y en buena forma: el recorrido para correr alrededor del lago Baldeney, con unos 15 kilómetros de longitud, es uno de los más largos y, por tanto, más exigentes de Essen: el terreno ideal para entrenar en una (media) maratón. El circuito impresiona por sus maravillosas vistas del lago Baldeney y su idílico paisaje. Mientras hace jogging se pasa por los distritos de Heisingen, Bredeney, Fischlaken y Kupferdreh. Siempre agradable junto al agua. ¡Vale la pena! Podrás elegir libremente el punto de partida de tu entrenamiento de carrera. La plaza de aparcamiento en la torre de regatas del lado norte es ideal.
Correr y disfrutar de la naturaleza en Kruppwald:
Podrá hacer jogging en el pequeño bosque Krupp, justo al lado del parque Villa Hügel. Aquí hay muchos senderos pequeños con condiciones óptimas que se pueden combinar en hermosas vueltas y donde se puede ganar algunos metros de altitud. Cuando las temperaturas son más cálidas, los árboles proporcionan aquí la sombra ideal, mientras que en otoño se pueden observar cómo las hojas cambian de color. Y si aún quieres experimentar una descarga de adrenalina, continúa corriendo por el parque de la colina hasta el lago Baldeney.
Acto 64 : Primavera en Alemania
EL sol calienta el aire, los días se alargan, en todas partes brota y florece: es la primavera en Alemania, tiempo de excursiones, fiestas de la floración, disfrute de los espárragos y tradiciones populares de Semana Santa.
Mundo en rosa
La primavera baña el mundo con delicados colores pastel. Incluso antes de que los árboles estén completamente verdes, una alfombra de flores cubre muchas regiones del país. La floración de los almendros en la Ruta del Vino del Sur, en la región del Palatinado, es especialmente mágica. Los visitantes pasean por avenidas de color rosa pálido o hacen un picnic bajo un dosel de flores. También es famosa la floración de los cerezos en Bonn. Los cerezos de claveles japoneses bordean las calles y entrelazan sus ramas, haciendo que los paseantes sientan que caminan bajo un dosel de flores. En el lago de Constanza, en el sur de Alemania, la primavera llega especialmente pronto. En cuanto el sol sube y las temperaturas se suavizan, los brotes de los árboles frutales se abren y transforman la región en un mar de flores. Entonces, las fiestas de primavera, las caminatas románticas, las maravillosas excursiones en bicicleta y los paseos en barco con vistas a las costas y al telón de fondo de los Alpes le llaman la atención.
Fuego de Pascua y conejitos de chocolate
La Semana Santa anuncia la llegada de la primavera para muchos: Las ramas de abedul y de cerezo en flor se decoran con adornos de Pascua, y los nidos de Pascua con huevos de chocolate y pequeños regalos se esconden en el despertar de la naturaleza el domingo de Pascua. A los niños les gusta especialmente esta celebración. Pintan los huevos con colores brillantes y esperan con ansia al conejo de Pascua, que se considera el mensajero de la primavera y les trae los dulces. En algunas regiones de Alemania, la Semana Santa va acompañada de costumbres especiales. En el norte de Alemania, y especialmente en la Baja Sajonia, se encienden enormes hogueras de Pascua según una tradición centenaria. En esta ocasión, jóvenes y mayores se reúnen para pasar horas sociales. En las montañas del Harz, las caras están ennegrecidas por el hollín. Los bávaros tienen sus propias tradiciones. Por ejemplo, los monaguillos desfilan por las calles con matracas de madera el Viernes Santo. En el Gockelholen, los jóvenes suben a la ventana de la dama de sus corazones y recogen pequeños regalos.
Tentación blanca
"Veronika, der Lenz ist da" (Verónica, la primavera está aquí) es una canción que se canta en toda Alemania al comienzo de la primavera, que también menciona que los espárragos crecen en esta época del año. De hecho, de abril a junio, el noble espárrago está en temporada alta en muchos campos alemanes. Especialmente en Renania del Norte-Westfalia, el cultivo de espárragos tiene una larga tradición. Se dice que las lanzas blancas tienen un sabor especialmente dulce y a nuez. Cada dos años se corona a una reina del espárrago. Durante la temporada, también podrá disfrutar de todo tipo de delicias a lo largo de la Ruta del Espárrago. La región de Altmark, en Sajonia-Anhalt, también se centra en los espárragos en primavera. La idílica región, con sus numerosos tesoros culturales, invita a disfrutar de unas vacaciones y sirve todo tipo de deliciosos platos basados en la popular -y muy saludable- hortaliza.
Al campo
Tras el invierno y la oscuridad, el anhelo de que la naturaleza florezca es especialmente fuerte. Uno de los lugares más bellos para experimentar con todos los sentidos cómo el mundo vegetal y animal despierta de la hibernación es la Reserva de la Biosfera de Spreewald, en Brandeburgo, con sus cursos de agua, praderas y bosques. 18.000 especies de animales y plantas conjuran aquí un paraíso natural que se asemeja a un cuadro de infinitas tonalidades de verde. En primavera, las caléndulas amarillas brillantes de los pantanos proporcionan salpicaduras de color. Las avefrías crían en las copas de los árboles y las ranas del agua proporcionan un acompañamiento musical con su concierto de croar. Numerosos recorridos en canoa, en bicicleta o a pie tientan a realizar excursiones por este mágico paisaje lagunar, a cuya magia nadie puede escapar, especialmente en primavera.
Acto 65: Gante, la ciudad de cuento de hadas con mucha historia en el corazón de Flandes
Desde niña mis sueños siempre eran grandes, recuerdo que los escribía cada día en mi libreta rosa con fecha y hora estipulada. Y llegar a Gante, me hizo recordar lo que nunca imaginé que fuera hacerse realidad, estar frente a esa inmensidad de Ciudad Medieval cumplio más de lo que yo soñé.
Me sentí como en un cuento de Harry Potter, Donde la historia de Gante comienza hacia el año 630, cuando San Amando elige la confluencia del Lys y del Escalda (lo que entonces se llamaba Ganda) para construir una abadía (monasterio). Despues, Casi 1.400 años de historia están todavía presentes en la ciudad: un castillo medieval con un foso defensivo, una impresionante catedral, un campanario municipal, tres beaterios,… en ningún otro lugar hay tanta historia por metro cuadrado como en el centro histórico de Gante.
Desde el año 1000 hasta alrededor de 1550, Gante fue una de las ciudades principales de Europa. Era mucho más grande que Londres y sólo la "superaba" París. Los 60.000 habitantes que poblaban la ciudad en el s. XIV, defendían por todos los medios sus derechos: condes y soberanos pudieron comprobar en sus propias carnes lo difícil que resultaba suprimir los privilegios que los orgullosos y rebeldes ganteses habían adquirido en el curso de los siglos.
La Guldensporenslag (la Batalla de las Espuelas de Oro) en 1302, la ciudad estaba dominada por unas cuantas familias de ricos comerciantes. El pueblo los apodaba los "leliaerts", es decir, los “lirieros” en flamenco, en alusión a la flor de lis del escudo de Francia, ya que apoyaban generalmente la política del rey de Francia, contra la del conde de Flandes. Cuando en el siglo XIV los artesanos y los gremios adquirieron mayor poder político, Gante obtuvo un gobierno más democrático.
Al bloquear Inglaterra la importación de las materias primas imprescindibles para la industria textil, que en aquel momento era de vital importancia, Gante se vio obligada (1338 -1345) a tomar partido por Inglaterra durante la Guerra de los Cien Años, Jacobo de Artevelde, un rico comerciante de paños, encabezó la resistencia contra el conde Luis de Nevers, vasallo del rey de Francia. En 1345 Artevelde, conocido como "el hombre prudente de Gante", fue asesinado por sus conciudadanos, al no cumplir el rey inglés las promesas hechas. No hay que subestimar la importancia de este personaje histórico, porque a Gante se le continúa todavía denominando "la ciudad de Artevelde".
Gante tiene que renunciar a su pacto con Inglaterra y reconocer como soberano al rey de Francia. En 1407 se convierte en la sede el Consejo de Flandes, el órgano principal del Tribunal Supremo de Justicia del Condado, que se traslada de Brujas al Castillo de los Condes. El neerlandés es la lengua oficial.
A través de los siglos, los ganteses han conservado su reputación de testarudos y obstinados. Incluso se sublevaron contra su propio príncipe heredero, el emperador Carlos V, nacido en la misma ciudad. Pero esto fue demasiado lejos: los ganteses fueron humillados públicamente y la Campana Roeland, símbolo de la independencia gantesa, fue bajada del Campanario Municipal. La ciudad, hasta entonces tan poderosa, quedó reducida a la nada.
A partir de entonces comenzó progresivamente el declive económico. Perdió su salida hacia el mar y la población disminuyó considerablemente. A partir del s. XVIII se produjo un resurgimiento económico. En 1816, bajo el gobierno holandés, se fundó la Universidad. Para conmemorarlo, se irguió una estatua del rey Guillermo I, fundador de la universidad, en la calle Reep. Diez años más tarde, se convirtió de nuevo en puerto marítimo gracias al canal Gante-Terneuzen.
A pesar de todo, Gante siguió nadando a contracorriente y, en el marco de la lucha por la independencia de Bélgica, muchos de sus habitantes continuaron siendo partidarios de la Casa holandesa de Orange. Más tarde, la ciudad se transformó en el primer gran polo industrial del continente, lo que explica que también fuera la cuna del movimiento socialista y de las primeras organizaciones sindicales.
En 1913, mostró su mejor faceta con motivo de la Exposición Universal. Debido a que durante las dos guerras mundiales apenas fue bombardeada, se ha conservado gran parte del patrimonio histórico.
Su fiesta principal conmemora el momento en el que el Emperador Carlos I de España y V de Alemania sofocó una revuelta de los nobles ganteses que se negaban a pagar más impuestos para financiar las guerras del Emperador contra Francia, quitándoles todos sus derechos, destruyendo los muros de la ciudad y dejando a Gante en un segundo plano económico. Este lamentable episodio es recordado por todos los ganteses con una procesión en la que los nobles llevan una soga al cuello, como si fueran a ser ahorcados, recorriendo las calles de Gante hasta el Castillo de los Condes donde las echan al fuego en señal de rebeldía ante la algarabía de la ciudad entera.
Visité Gante a finales de esta semana y lo que sentí no tiene precio! Y eso es lo que nos sucedió ese jueves.Desde Essen es fácil llegar a Gante. 3 horas y media en carro y 30 minutos mas si vas desde Roeselare.
Ese día, madrugar, lo que se dice madrugar no nos apetecía mucho, así que salimos a las 10:00 am. Viajar por Bélgica es maravilloso sus paisajes parecen de cuentos de hadas. Gante no era el destino final, si no la primera parada, así que para saber donde estacionar nuestro carro buscamos en Google Maps.
¡ATENCION! Gante no es Genk. Gante es Gant, Gent, Ghent. Nosotros tecleamos en la pantalla GEN y se autocompletó con GENK (que obviamente no era donde queríamos ir, pero pensamos que sí, que GENK era Gante).
Para llegar hasta el casco antiguo decidimos tomar el camino que nos llevaba por el Citadel Park. Citadel Park es el mayor parque público de la ciudad. Fue realizado en el solar de la antigua Ciudadela. En el centro se encuentra el Palacio de Fiestas, que alberga el SMAK y en el lado este el Museo de Bellas Artes.
Una vez salimos sal parque tomamos Overpoortstraat para llegar a Sint–Pietersplein, donde encontramos la Iglesia de San Pedro (Sint Pieter).
Sint-Pietersplein
Allí continuamos por la calle del mismo nombre hasta llegar al edificio Vooruit. Unos metros más adelante giramos a la derecha para pasar el puente que cruza el rio Escalda (Schelde) y llegar a la Woodrow Wilson Plein, que alberga la Biblioteca. Desde aquí decidimos continuar recto buscando la Iglesia de Santa Ana (Sint-Annakerk). Decidimos incorporarnos a la calle Vlaanderenstraat que nos lleva directamente hasta el casco antiguo y alli dimos por hecho que nos dejariamos sumergir en su bella historia.
Por eso Gante siempre sera la ciudad de cuento de hadas con mucha historia en el corazón de Flandes.
Acto 66: Ciudad de canales y tradición chocolatera, la capital flamenca conserva el aire señorial de su pasado mercantil
Hola Brügge,Brujas
Seguimos conociendo a Bélgica y nuestra segunda parada fue la encantadora Brujas, la antiguamente llamada “Venecia del Norte“ Tiene una magia que se siente desde el primer paso que das por sus calles medievales, canales llenos de cisnes y fachadas únicas.
Brujas es la imperdible del norte de Europa una ciudad que de “brujas” no tiene nada más que el nombre en español, porque la traducción de “Brügge“ es puente y la historia de la ciudad está ligado a canales, es una de las ciudades medievales mejor preservadas de Europa. Situada a 90 kilómetros al norte de Bruselas, es la capital de la provincia de Flandes Occidental.
Es por ello que dentro del comercio europeo durante la Edad Media fue inspiración de geniales artistas entre los siglos XV y XVII, Flandes es hoy un destino ineludible para los amantes de la historia, de la arquitectura y del chocolate. La ruta que encadena las ciudades de Gante, Brujas y Amberes muestra cómo la vitalidad de antaño sigue presente en sus canales y plazas del mercado o Grote Markt, donde se concentraban las casas gremiales, el Ayuntamiento y el Belfort, la esbelta torre campanario.
A 100 km de Bruselas, esta localidad es dueña del mayor centro medieval de Europa, declarado Patrimonio de la Humanidad, que aglutina lonjas, palacios e iglesias que hablan del rico pasado de esta ciudad manufacturera y comerciante que atrajo a la corte y a numerosos artistas.
Rodeada todavía por tramos de su antigua muralla, Brujas atesora edificios maravillosos, fáciles de enlazar callejeando a pie, en bicicleta, en calesa o navegando en barcaza por canales que deparan una perspectiva distinta. El recorrido más habitual y completo y seguidamente te encontraras con el canal Central desde el embarcadero del lago de los Enamorados, en el Parque Minnewater, y prosigue por otros rincones imprescindibles de la ciudad.
Una de las primeras paradas del circuito en barca es frente al Begijnhof, un beaterio fundado el año 1245. Rodeado por un muro con foso, esconde un recinto de casitas blancas en torno a un jardín. Durante la Edad Media estaba destinado a acoger a beguinas, mujeres laicas que consagraban su vida a la oración y a los enfermos. En 1927, una comunidad de monjas tomó el relevo y, desde entonces, acoge un convento. A poca distancia, el Hospital de San Juan, también medieval, exhibe cuadros del pintor flamenco Hans Memling.
Brujas cuenta con dos construcciones muy llamativas: la torre de la iglesia gótica de Nuestra Señora, cuya aguja de ladrillo de 123 metros es la más alta de Brujas y la segunda del mundo y la torre del campanario de la catedral de San Salvador, también construida durante el esplendor de la ciudad, en el siglo XIII. Un recorrido completo por la ciudad lleva al visitante por calles y plazas adoquinadas hasta el palacio Gruuthuse, transformado en museo donde se muestra cómo vivía la rica familia. A dos pasos, el Museo Groeninge resulta imprescindible para los aficionados a la pintura flamenca, con obras de los maestros Jan Van Eyck o Hugo van der Goes, entre otros.
Las calles Dijver y Wollenstraat acercan en pocos minutos a la espaciosa plaza Grote Markt, el auténtico corazón de Brujas, que desde hace siglo acoge el mercado y que es el punto de partida de muchas guías de la ciudad. Está flanqueada por edificios del siglo XVI que alojan cervecerías y restaurantes. En ella sobresalen el palacio Provincial, neogótico, sede de la oficina de turismo y del museo Historium, y otra torre emblemática, la esbelta Belfort, un campanario del siglo XIII que toca las horas con más de 40 campanas.
La Grote Mark está conectada con la monumental plaza Burg a través de la calle Breidel, flanqueada por chocolaterías y tiendas que venden labores de puntilla. A su alrededor hay rincones llenos de encanto, como el Callejón del Asno Ciego, por el que se accede al Vismark o antiguo mercado del pescado y el Rozenhoedkaai, un ajetreado muelle de mercancías en la Edad Media.
Sin embargo al salir del anillo del centro histórico permite pasear por el barrio de Santa Ana, en el este de la ciudad, o dar un relajado paseo por el Parque Kruisvest. Rodeados de verdes praderas se alzan cuatro molinos del siglo XVIII, únicos supervivientes de los muchos que circundaban esta ciudad flamenca en su época de esplendor. Sin embargo, son muchos aquellos que escogen visitar, aprovechando su proximidad a Brujas, las ciudades de Amberes y Gante, conectadas entre ellas por una red de canales y ríos navegables.
Brügge Belgien caminarte, me hizo recordar que los sueños de niña se cumplieron, que sensación tan bella me diste cuando te conocí en aquel ayuntamiento. Tus majestuosas iglesias son encantadoras tu historia me hace recordar porque debemos permitirnos soñar en grande.
Cuando tenía 25 años te escribí en mi libreta rosa que está en Colombia ahora solo puedo ver qué todo lo que allí está se me cumplió. Sin duda una buena recomendación para visitar Brujas es quedarse hasta la noche en la ciudad, ya que a media tarde los turistas empiezan a desaparecer y es entonces cuando puedes empaparte de su verdadera esencia.
Acto 67: Cucuron: Primer encanto de la Provenza Francesa que conocí.
Una mañana de verano en Cucuron. El mundo todavía está en silencio. Sólo un manantial gorgotea en un enorme estanque de agua rectangular. Se llama L'Etang , el estanque, y es el corazón de la pequeña ciudad situada en la ladera sur del Luberon. Los plátanos se reflejan en sus aguas.
El estanque revestido de piedra solía servir como depósito de agua para los pozos y molinos del pueblo. Hoy en día, una docena de comerciantes instalan allí sus puestos cada martes y venden todo lo que los alrededores abastecen o necesitan: frutas y verduras, carnes, pescados y mariscos, pero también ropa y electrodomésticos, muebles, juguetes y joyas.
Y fue allí que por un momento a lo lejos de mi lugar de descanso, cada mañana observaba la colina más alta de este hermoso pueblo, la torre del homenaje medieval que vigila Cucuron, que la familia Reillanne-Valence construyó alrededor de su montaña fortificada.
Para mí, la pequeña ciudad es uno de los pueblos más bonitos de Vaucluse. Es una joya que no sé debe perder y tomarte el tiempo para descubrir y el cual forma parte de la visita al sur de Luberon.
Construido sobre dos colinas y cucugnan lo llamó Alphonse Daudet letrista,dramaturgo, escritor en sus “Cartas desde mi molino” y lo inmortalizó en la literatura. El origen de su nombre radica en la ubicación geográfica del lugar, Cucuron. La palabra celta cuc revela cómo lo describe y conocieron los fundadores: ¡como pezones!
Las casas de Cucuron son estrechas y altas. El tono de las tejas varía del naranja claro al rojo intenso. Los gatos deambulan por la acera. Los agaves se aferran a la pendiente. El romero y la lavanda llenan el aire con su aroma. Las hojas del olivo son plateadas. ¡El sol brilla aquí durante una media de 300 días!
La torre cuadrada con sus altas y esbeltas troneras pertenece ahora a la comunidad. Una escalera de caracol conduce al primer piso. Esta sala, abovedada longitudinalmente, se encuentra todavía sobre la roca. Allí siempre hay exposiciones temporales. En el segundo piso se llega a una terraza, que originalmente era una habitación idéntica a la del primer piso.
Desde lo alto del torreón se disfruta de unas bonitas vistas del pueblo y de sus alrededores: la cadena del Luberon al norte, Vaugines al oeste, las colinas de Cadenet al suroeste, Ansouis y su castillo al sur, los tejados de Cucuron con su torre al este la ciudadela y la iglesia de Notre-Dame de Beaulieu.
El Campanario (Porte de l'Horloge)
Mientras subía una de las tantas pendientes a una temperatura promedio de 29 grados, mis ojos se iluminaron con el campanario de este hermoso lugar, aquella obra me sorprendió, por su linda joya arquitectónica que fue construida hacia el año 1541 sobre una puerta de la segunda muralla de la ciudad, que había perdido su función defensiva tras la construcción de la tercera muralla la cual estuvo coronado por una de sus torres campanario, cuya función sirve de soporte a la cruz.
Debajo de esta cruz anteriormente se podía ver un adorno que recordaba la forma de un insecto. A la gente le hizo gracia que se tratara de una barbarota , y por tanto de un gorgojo, la que se instalaba en los desvanes.
Su presencia simbólica en lo alto del campanario tenía como objetivo proteger la cosecha de cereales. Porque, como alguna vez estuvo convencido el pueblo: ¡si la barbarota está en el campanario, no está en el desván!
El clero también estuvo en su apogeo. Por encima de las callejuelas, la fachada de la Iglesia, Notre Dame de Beaulieu brilla bajo el sol.
En el mes de mayo, durante la Fiesta del Mai de la Sainte Tulle, se tala el álamo más alto del pueblo, se adorna y se coloca delante de la iglesia a modo de árbol de mayo. En 1587 el ayuntamiento decidió construir un campanario abierto en la fachada. Que fue terminado en 1624.
Lugar de exitosos rodajes.
El área de este pueblo encantador, fue remodelado a principios de este año 2024, y se puede ver varias veces en el largometraje A Good Year , que Ridley Scott rodó en Cucuron y sus alrededores en 2006, basado en la novela homónima de Peter Mayle. La trama gira en torno al corredor de bolsa londinense Max Skinner (Russell Crowe), que hereda una bodega en Provenza tras la muerte de su tío; la ubicación era el Château La Coste en Le Puy-Sainte-Réparade. Al principio, Max planea vender la propiedad, pero luego se enamora de la región y de la gente de allí.
Jean Giono (1895 – 1970) fue también un provenzal de corazón y alma. Con Le Hussard sur le toit * ( El húsar en el tejado * ) escribió en 1951 el tercer volumen de una novela de aventuras, que fue traducida al alemán en 1955.
Cuarenta años después, en 1995, inspiró a Jean-Paul Rappenau a realizar la que entonces era la película francesa más cara. Protagonistas: Gerard Dépardieu, François Cluzet, Olivier Martinez y Juliette Binoche, que añoraba al húsar como Pauline de Théus en Cucuron...
En 2005, el director de cine británico Ridley Scott se mudó a Cucuron. Allí y en los pueblos vecinos filmó la novela Un buen año * de Peter Mayle y la llevó a los cines como Un buen año
En el siglo I a. C., Cucuron era un importante puesto comercial galorromano. Una villa galorromana en Le Vièly lo atestigua.
Allí también se encontró un graffiti sobre yeso pintado que se exhibe en la primera sala. Muestra un barco mercante romano.
Una segunda sala muestra las excavaciones del mausoleo galorromano de Pourrières, descubierto cerca de Cucuron hacia 1970.
Según la leyenda, el topónimo también se remonta a los romanos. Se dice que el propio César gritó a los residentes que huían: ¿Cucurrunt? – ¿Por qué están corriendo?
Acto: 68 : Una vuelta por Marsella Francia
Postales de Marsella: En cualquier lugar de la Tierra la cultura local define no solamente los sabores sino también los paisajes. Esto es mucho más visible en lugares donde se juntan personas de distintas culturas como sucede aquí en la portuaria ciudad de Marsella.
Fundada hace más de 2.500 años, la ciudad de Marsella es la capital del departamento francés de Bouches-du-Rhône y la capital administrativa y comercial de la región de Provence-Alpes-Côte d’Azur, una de las que más rápido crecen del país. Es, además, uno de los mayores puertos de todo el Mediterráneo además de los residentes franceses hay una importante comunidad de personas del medio oriente, de Turquía y de varios países de África. La regla es: dónde hay inmigrantes, hay buen sazón.
Vieux Port (Puerto Viejo) es sino pisarlo para sentir su olor, su sensación, caminar entre los puestos de pescado fresco que se pone todo los días desde muy temprano. Marseille huele a mar y a mercaderes.
Después caminamos entre las estrechas calles del centro enmarcadas por casas de colores suaves -las voces de sus seres provenzales- y las persianas de madera por donde constantemente se asomaban cabezas de gatos y de personas, para degustar en sus ricos restaurante Les Fenêtres algunos de los platillos típicos de la ciudad, incluyendo una malteada de pescado muy particular. Tras un largo lunch y una interminable sobremesa de risas y tres lenguas vimos el atardecer, caminamos para llegar hasta la cima de Notre-Dame de la Garde y justo cuando estábamos por entrar a la Basílica, nos cerraron la entrada en las narices con una puerta medieval levadiza -la clausura era a las 6.30 pm. Fue así que cansados y algo decepcionados con nuestro error de novatos viajeros volvimos en auto hasta cucuron a descansar y bañarnos en la piscina antes de cenar.
Era viernes y la tentación de probar la vida en Marsella es un poderoso aliciente. Veremos que sucede… Por cierto mañana les público mi próximo destino ¿Adivinan cuál es?
Acto 69 : En el corazón del parque natural regional de Verdon
Uno de los tesoros naturales más sorprendentes y bellos que mis ojos pudieron observar, es el conocido lago Sainte-Croix y sus espectaculares gargantas. Entre aguas turquesas y acantilados vertiginosos, este lugar encantador ofrece un espectáculo impresionante y un paisaje idílico! El embalse iniciado en 1973 se completó en 1975. Este depósito de agua contribuye al suministro de electricidad y agua de gran parte de Provenza.
Era domingo y salíamos del pueblo de la cerámica, Moustiers Sainte-Marie (mi pueblo provenzal favorito), para dirigirnos al Parque Natural del río Verdon. Ese día conocí el cañón más hermoso en una región privilegiada en los Alpes de Alta Provenza al sur de Francia. Gorges du Verdon es el segundo cañón más largo del mundo según leí, el primero es el Gran Cañón de Colorado.
El camino fue corto, unos 15 minutos en carro quizás, para llegar al lago Sainte Croix con su famosa “playa” Galatas.
Aquí se alquilan botes o kayaks para recorrer las aguas verdosas de Verdon. Ese era el plan, nadar en sus aguas, relajarnos y contemplar las imponentes gargantas del río (gorges = gargantas). Era un día lindo, había sol y luego de pasar la mañana en los campos de lavanda, decidimos descansar en el cañón.
Era el principio de un verano muy lluvioso en Europa y conseguimos un buen estacionamiento, ya que no era el pleno verano donde se llena muchísimo. Sin embargo, cuando llegamos había mucha gente en la “playa”.
Como lo que queríamos era evitar el bullicio y entrar al río, por un rato, rápidamente encontramos un lugar con un poco de sobra para sentarnos. Al principio muchos botes, pero una vez pasas el puente Galetas y estás ya en el río estrecho con sus profundas gargantas todo va cambiando. El agua de ser hermosa en el lago, pasa a ser majestuosa en el río. Es entre azul y verde, como el color turquesa.
El agua me llamaba, pero a la vez quería seguir paseando y escribiendo mis memorias de este bello lugar, no les niego mi corazón estaba agitado, y una sonrisa nerviosa hasta que no aguanté más y fui la primera en soltar una lágrima de felicidad. El agua estaba fresquita, la toque, la observé, ingresé y regresé, esquivé los botes de pedal y los kayaks mientras pude.
Floté. La sensación de tener unas paredes gigantes a tu alrededor y nadar en el agua verdosa estuvo bien, muy bien. Hace un tiempo que había leído de Gorges du Verdon y había visto algunas fotos. Uno siempre se hace una idea de lo que va a vivir cuando quiere visitar un lugar nuevo y ese día que lo conocí fue diferente. No me imaginé nadando allí o que el agua estuviera tan agradable y menos mirar alrededor y preguntarte cómo se pudo haber formado tan bonito paisaje. ¡Una joya natural!
En el camino (no quería regresar, este lugar me recordó porque estaba ahí, porque emigrar y conocer otra cultura es tan importante para mí,no quería ir en la dirección que lo llevábamos sino quedarme para siempre ahí ) nos encontramos con una cascada pequeña, muchas familias, grupos de amigos y parejas.
Gorges du Verdon tenía muchos visitantes. Tuve la impresión de que en su mayoría eran locales, salvo por una familia que saludamos de Bolivia si mal no recuerdo.
Para la niña que vive en mi todo estaba bien porque comenzaba la aventura #2 del cañón. Esta era verlo desde arriba. Ya nadamos en él, ahora era el momento de las vistas panorámicas. La carretera 952 fue la que nos llevó hasta lo más arriba paseando por curvas estrechas con vista a los acantilados. A veces daba un poco de miedo, pero era impresionante. Paramos, hicimos fotos, admiramos la belleza y seguimos.
Dos horas y media más tarde, luego de subir y bajar las montañas, continuar la ruta del río que parecía interminable, llegamos a Grasse. A otro pueblo en el sur de Francia donde los aromas continuaban, y se involucraban con las montañas y las flores.
En la localidad de Aiguines hay playas urbanizadas que le permitirán disfrutar de las suaves aguas color esmeralda del lago con total tranquilidad (las embarcaciones a motor están prohibidas). Excursiones náuticas (piragüismo, hidropedales, barcos eléctricos) en un recorrido accesible a todos para descubrir los espectaculares lugares del Gran Cañón a su propio ritmo.
Acto 70: Francia mi destino soñado
Abro mi ventana y ya no tengo montañas ni árboles verdes. No huele ha pasto ni desayunos al aire libre en el jardín de una hermosa casa. Ya estamos de vuelta y la realidad me recuerda que cuando me fuí deje cientos de cosas por hacer. Pero yo me escapó viendo fotos y sonrió todavía dura la resaca de felicidad de unos días perfectos.
Lo planeamos soñando con unos días de desconexión porque este año ha sido intenso y, necesitaba de un lugar que me obligará a «no estar» para el mundo . Solo mi familia: mis niños, mi esposo la naturaleza, los lagos ,reír correr, respirar y descansar.
Francia, especialmente la ruta provenzal y su hermoso la vende es un lugar para perderse. Uno de esos sitios que uno recorre y piensa ¿Y si no vuelvo? Me quedaría allí escondida en esa casa de cuentos de hadas en medio de la nada , tan feliz.
Despertandome sin prisa por las mañanas, caminando con mis hijos en paisajes que cuando los vez te cuesta creer que no sean un cuadro, por pueblos en los que cada balcón parece una foto de Pinterest, comer quesos ricos hacer un picnic en la hierba, ver estrellas, contar cuentos y olvidarse de la vida de verdad.
Ese ha sido el punto fuerte de este viaje: una se olvida del mundo. De la ciudad, de la prisa, de las obligaciones, del cansancio y lo cambia por montañas verdes, lagos de película y montañas moradas llenas de lavende He ganado mucho con el cambio, de eso hay duda.
Sabía que este sería un viaje muy especial. Tardo mucho en elegir destino cada año pero siempre busco sitios en los que el tiempo vaya despacio, con mucha naturaleza y planes pensados para los pequeños. Son mis prioridades: no quiero sitios de playas de moda, ni masas, ni wifi, ni ciudades enormes en las que cruzar semáforos.
Quiero desconectar. Ya vivo en una gran ciudad y la disfruto el resto del año. Para mi el verano y este viaje es eso: elegir un lugar del mundo en el que el tiempo sea para los cuatro.
Francia es un país también para las familias y cuando lo recorrí en auto entiendes que esta frase se eleva a la máxima potencia allí. Todo está pensando para que los pequeños de casa disfruten.
Cada rincón de este país tiene una zona de juegos para los niños, todo está pensando para ellos interactúen, disfruten y se lo pasen bien. Todo es fácil y didáctico para los pequeños, todo tiene explicaciones para que ellos aprendan y se sientan parte del viaje. Este ha sido «su» viaje, además del mío, y eso me hace inmensamente feliz.
Va a ser difícil superar este destino, y dejar ir este bello verano. Hay países más bonitos, menos… pero Francia es un país para viajar con la familia Y este destino soñado se me quedo en el corazón y por eso es un gran titular.
Acto 71: Motivación, volver después la pausa
Hace dos meses y medio que no publico nada en la página y redes sociales y lo siento mucho con ustedes. He leído todos sus mensajes y les agradezco las bonitas palabras de coraje.
Últimamente he atravesado por una «pseudo-crisis identitaria bloguera«. O dicho de otra forma, la pérdida total de motivación para ingresar a la plataforma (tras bambalinas) y de querer publicar. Esto a pesar de que tengo escritos más de cincuenta historias de mis últimos viajes.
En realidad me lo esperaba y ahora pienso que estos tipos de pausas son necesarias para recargar energías, despejar ideas y afirmar la orientación de lo que quiero hacer con este proyecto de mis viajes y de mi vida. Pues la Motivación lo es todo!
Pero ¿Porqué cuento estos relatos de viajes?
Esta fue una de las tantas preguntas que me han rondado en la cabeza estas semanas de reflexión.
Y aproveché este instante de quietud y largas caminatas para descubrir pasiones nuevas, y encontrar respuestas. Hice una especie de autohipnosis y me fui atrás en el tiempo para recordar el motivo inicial de la creación de este hermoso proyecto Contadora de Buenas Historias que habla de mi vida y llegó a convertirse en relatos de viajes.
Entonces encontré que este espacio nació como una manera de apropriarme y empoderarme de mis escritos, de mis fotos, de mis videos y de tener la libertad de dar rienda suelta a mi libertad de expresión.
Al inicio publicaba mis cosas en plataformas de terceros, o periódicos lo que coartaba y editaba mis testimonios.
Reviví que este sitio es un pasatiempo y hobby que conecta muy bien con mi campo profesional, y precisamente ahí está el origen de extraviar intencionalmente mi motivación.
Este es un espacio personal de esparcimiento…y así seguirá!
Monetizar? Placer o negocio? O negociar con placer?
Con la experiencia he aprendido que meter todas las acciones de nuestra vida en un solo saco es azaroso. Al final terminamos por cruzar las líneas rojas y de mezclar los hilos conductores de cada tema. Amor, trabajo, pasatiempos, dinero y combinados hacen un cóctel peligroso. Todo va junto y se relaciona, pero no deben estar revueltos. Disociar nuestras prioridades ofrece la posibilidad de hacer una cosa mientras descansamos de otras.
Pues si trabajar o hacer es importante, descansar lo es igualmente. Que no se te olvide ! Creo por eso que las ganas de publicar desaparecieron.
Estaba paseándome entre espacios diferentes queriendolos unificar, enredandome como una gallina corriendo amarrada a una cuerda larga.
Todos llevamos el afán invisible de ganar dinero..esto es ineluctable. Una lastima. Esto puede transformar nuestras conciencias, pensando que todo acción que hagamos debería ser monetizada. Entonces lo que empezó como placer, se convierte en negocio. Con la falsa creencia de que entre más dinero más placer obtengo.
Como consecuencia de querer monetizar hasta la risa, perdemos lo auténtico que pueda salir de nosotros. Sin decir de la pérdida paulatina de la ética. Ya no pensamos en escribir lo que nos gusta, sino en escribir lo que le gustaría a otros. Un gran error! Los proyectos que carecen de alma y de personalidad son proyectos vacíos.
Algo me huele mal en el mundillo de los bloggers de viajes
Cuando empecé a leer blogs y a conocer a bloggers con temas afines, me fui refundiendo en una comunidad que la verdad no esperaba fuera tan numerosa y tan variada. Me agrada ver que existen blogs de viaje que tienen motivaciones, actitud de viaje e identidades tan diferentes. Pero me desagrada la uniformidad extendida de algunas prácticas estériles (al menos para mi). Nunca he creído en los cuentos rebuscados del marketing de internet, eso de:
Publicar todos los días un artículo.
de subir tus videos todos los miércoles o los domingos o «x» día.
de poner el mismo banner de afiliados del seguro de viaje que todos venden.
de escribir con los mismos títulos sensacionalistas y trillados : los 10 lugares, las 10 playas, lo que pasó después no lo creerás, por qué no viajar a..
de responder los cientos de correos con propuestas ridículas y que empiezan llamándote por otro nombre.
Aclaro que no pongo en duda la eficacia de estas técnicas y que respeto la libertad de su uso (cada loco blogger con su tema). Lo que quiero relevar es la ausencia de personalidad por querer hacer lo mismo.
El mejor placer en la vida es hacer lo que la gente te dice que no debes hacer – Walter Bagehot
Siempre he sido muy incrédulo. A mi no me meten los dedos en la boca tan fácilmente. No quiero perder el sello y el carácter en mis historias copiando otras prácticas. El marketing lo dejo para otra ocasión.
Vuelta de la motivación y del placer de escribir
El caso es que aquí estoy de vuelta. Con la motivación y las ganas de hacer de este espacio personal un lugar de placer. Placer para los que leen y placer de contar mis relatos de viaje.
He decidido darme cada cierto tiempo vacaciones de mi escritura para no saturar. Siento mucho la ausencia con los que esperan por correo o grupos mis aventuras y desventuras. Lo que se viene es candela pura con muchos viajes en perspectiva.
Acto 72: Confesiones de otoño
En mi memoria sucede algo extraño. Siempre que pienso en otoño me asalta París; por el contrario, si quiero pensar en los balcanes no puedo hacerlo sino en las tardes de otoño sentada tomando café en aquella linda terraza que conocí.
Desde que viajo, busco construir en mis escritos un reflejo compartible de mi aventura, de los avatares de ser nómada y vivir en el camino tanto tiempo como sea posible. Quiero que llegue a otros como un conspirador de sus propios instintos de fuga, que llene tableros, que los oficinistas y periodistas se hagan preguntas que reencarnen en sus sonrisas. Entonces aliento a viajar, a no tener miedo al mundo, y escribo sin premoniciones posts sobre la hospitalidad, sobre lo rico que sirven el cafecito turco, de mi propia historia para cumplir con la más accesible expresión de nobleza. Pero en esa dictadura del propio estilo, en esa carrera por estar al día con el ritmo —voraz— del viaje, me dejo atrás a mí misma.
Nunca encuentro el tiempo o el párrafo adecuado para colarme entre mis propias líneas, me quedo siempre atrincherada de éste lado de las letras, que se vuelven así pájaros vacíos.
Por eso hoy no quiero escribir sobre ciudades, culturas o episodios espectaculares, sino sobre asuntos que me parecerán mundanos tan pronto salga de este trance de sinceridad. Sobre el otoño, por ejemplo. Empiezo con el otoño porque esta escritura imita su danza nudista, su elogio de la liviandad, y va descargando sentimientos en palabras-hojas. Desde hace un mes vengo cruzando este otoño Europeo. Empecé este viaje en mayo con una mochila preparada para el verano europeo y tengo que admitirlo, los primeros escalofríos me tomaron por sorpresa.
Lo que me gusta del otoño es que pone la vida en movimiento, la despabila de la comodidad estival de vivir en sandalias, y obliga al trotamundos a buscar una campera y al campesino a vigilar su stock de heno y leña. Nos arrodilla hasta la humildad primordial de adaptarnos al clima. Y parece una pavada, pero redescubrir que hay algo que limita a esta humanidad de topadoras y eternidad binaria es un salvavidas de optimismo. Qué joda el día que realmente podamos controlarlo todo. Me gusta el otoño porque sabotea una independencia imaginada.
Y en esos días así, suelo caminar por los mismos lugares cercanos a mi casa, aprovechando el privilegio de vivir entre la ciudad y el placer de tener parques con bella naturaleza. Me agrada el silencio y me impresiona la capacidad de cambio del paisaje. Cuando los campos florecidos del verano, se transforman en tapetes amarillentos de hojas inertes. Saber que la belleza redundante de lo natural es superficial. Que en el fondo los bonitos árboles floridos, son solo troncos adornados para atraer la atención. Igual que el ser humano.
Hay muchas señales en el ambiente, además del frío incipiente, de que la estación está cambiando. En Mitrovica, las mujeres asan en plena calle los pimientos con los que prepararán conservas de paprika para el invierno. Los Balcanes huelen a pimiento, como la India huele a curry y los domingos colombianos a asado, frijoladas y sancocho.
Calles enteras los venden por lote como si el resto de las frutas y hortalizas no hubieran sobrevivido al apocalipsis vegetal. En Pristina los hombres compran castañas asadas tan sólidas como sus facciones y sus imperios, y las degustan una por una, camino a mezquitas cuyas piedras arrullarán. A pesar de su historia de masacres, Kosovo es capaz de albergar castañas y hojas secas.
Me gustan los tiempos neutros que inspiran reflexiones. Sentarme debajo de un árbol, viendo en el agua el reflejo ocre de la realidad. De poder ensimismarme y retrasar el objetivo banal de esta bonita vida.
Viendo el paisaje marchito y desganado del otoño, me pareció verme en un espejo un domingo gris; sin ganas ni de salir a la calle, ni de huevos tibios. Ese letargo necesario que nos recuerda lo frágiles que somos y lo fuertes que hemos sido. Olvidar de paso lo que hace daño, cuestión de dejar de percibir las risas hipócritas de quienes juran lo imposible. De darme cuenta que no soy ni más pequeña ni más grande que nadie. De dejar de compararme y entender que la única responsable de lo que viva o deje de vivir soy yo misma. De no olvidar asomarme de vez en cuando en el lago de mi vida, para darme cuenta que al igual que las plantas en otoño, parezco inerte pero estoy viva.
De aceptar que lo que me ha hecho daño me ha fortalecido, y que las malas experiencias eran necesarias. Sin ellas, no estaría donde estoy y no sería quien soy. El trayecto recorrido por maluco que sea es inmodificable, en cambio el presente y el futuro son aún flexibles.
El cambio de estación me hace tomar conciencia de la longevidad del viaje, de que el tiempo pasa y mis pies acompañan a la tierra. Es ya momento de ir meditando los pasos, porque en diciembre habrá que dibujar en el mapa alguna chicana para esquivar el crudo invierno.
Dicen que el Movimiento Slow tuvo su piedra fundacional en las protestas contra la apertura de un McDonald’s en la Piazza di Spagna de Roma en 1986, pero la expresión slow travel la escuché hace relativamente poco. Es increíble como el packaging de una actividad le puede dar una reputación totalmente renovada a algo que no la tenía. Antes, si viajabas lento y relacionándote con la gente local eras un hippie idealista y punto. Ahora somos slow travellersen el universo hipster.
La cuestión es que en los Balcanes liberan pasos despistados, perdiendo las ambiciones de grandes itinerarios. En vez de ir tachando mezquitas y ciudades-museo de una lista como locos, declaramos un estado de no sitio, de flotación distraída, nos desnudamos del viajero y nos dedicamos a leer escritores locales y escribir en nuestro diario foráneo, a tomar té con miel en tardes frías como dos abuelos que se lo juraron al tiempo, o a mirar series por internet desde la cama. Cuando el viaje dura toda la vida, uno sigue donde puede con esas pequeñas cosas que haría si estuviera en casa. Incluso, dediqué varias tardes a pensar sobre posibles viajes que aún no afloran bajo mis pies.
La vida es un gran viaje, eso no tiene discusión. Andamos buscando el hueco donde meternos y de refugiarnos quién sabe de qué. La existencia es también como un viaje paranoico emocionante.
Pensamos que los bonitos paisajes son los mejores y es mentira. Las playas paradisiacas y los campos llenos de flores no nos harán más felices. No saben como me siento de bien viendo la niebla a través de mi ventana.
Hubo días donde mis pensamientos anduvieron por Etiopía, acompañando en espíritu a Richard Burton en su ruta a Harar en 1854, y que empecé a leer en el bazar nuevo, mientras sorbía chai en vasitos de té con forma de tulipán, es decir, como se debe beber el té turco. Otras veces, sobrevolé con el pensamiento la taiga de Tuva y busqué en vano las obras de Nikolai Roerich en una librería local. Hubo días donde estuve y no estuve donde estaba, al mismo tiempo.
Yo estaba feliz caminando por las calles fotografiando tranvías y puestos de flores. Había descubierto que los alemanes ataban nudos de lanas a las ramas bajas de los árboles, y recorríamos la ciudad en busca de esa clase de tesoros. También era feliz tirado con ellos en el césped de un parque, jugando, conversando para entretener a la vida, mientras dos trompetistas deformaban melodías kitsch en monedas de lástima.
Pero todo otoño necesita nidos. hablo del otoño, del frío y de los guisos de lenteja porque son minucias excluidas del discurso idealizado y copypasteado de la realidad viajera, que bien criticó Aniko Villalba en su post “El lado oscuro de los viajes o elsíndrome de París”. Creo no necesitar apelar a tus pasiones básicas para que me leas. Si llegaste hasta acá leyendo es porque no tengo que sacarme fotos con la camiseta de colombia y una cultura exótica de fondo para capturar tu atención.
Entonces, si me leíste hasta este último párrafo, puedo por el contrario dar rienda suelta a esta sinceridad de otoño y confesar los detalles no espectaculares de mi vida, lo que no vende. Como el hecho de que estoy intentando tomar jugo de naranja cada mañana y viendo la manera de llevar un exprimidor plástico en la mochila. O que estoy pensando seriamente en cargar una bolsa de granola para mezclar con leche, yogur o miel según lo que el azar haga disponible. Por primera vez en mis viajes busco alimentarme a consciencia dentro de lo posible. Eso no es fácil, porque a la vez busco no perder peso. Imagínense si además anduviera a los saltos para sacarme fotos fashion.
Termino de escribir esta crónica en esta libreta abierta, sobre el tren de camino a descubrir un lugar nuevo en mi ciudad para fotografiar. Espero, lector humano, que hayas sentido una pizca de este otoño con la punta de los dedos del alma. Y tu robot, que nunca entenderás una bufanda, te lo pierdes.
Entonces al igual que la naturaleza en otoño, mis momentos grises son periodos de introspección y de preparación para lo que se viene. De alivianarme de tanta hoja y de callar los micos mentales de la inconciencia. De saber valorar lo que soy, lo que no soy y de afirmar lo que nunca seré.
Acto 73: Otoño no te acabes
“No temas al otoño, si ha venido. Aunque caiga la flor, queda la rama. La rama queda para hacer el nido”. Es de Leopoldo Lugones. ¿No les parece que el otoño es romántico? ¿Nostálgico? ¿Reflexivo? Una estación del año que pacifica, que apacigua, calma y serena. Al menos es la sensación que este otoño me ha dejado y posiblemente creo, no lo había vivido igual.
Como un camino en otoño: tan pronto se barre, se vuelve a cubrir de hojas secas, decía Kafka.
Pablo Neruda decía en un poema: Hoy una mano de congoja llena el otoño el horizonte.
En llamas, en otoño incendiables, arde a veces mi corazón, puro y solo. El viento lo despierta, toca su centro y lo suspende en la luz que sonríe a nadie: ¡cuánta belleza suelta¡ Decía Octavio Paz.
Mario Benedetti: aprovechemos el otoño, antes de que el invierno no escombre, entremos a codazos en la franja del sol y admiremos a los pájaros que emigren ahora que caliente el corazón aunque sea de a ratos y de a poco pensemos y sintamos todavía con el viejo cariño que nos queda.
¿Ya ven? No sólo lo digo yo. El otoño tiene magia y un encanto especial, te renueva en vestir, en actitud, en humor, en pensamientos. En mayor o menor medida los efectos de la transición se dejan ver en nosotros. En mi, así ha sido. Me he cuestionado las decisiones pasadas, las decisiones que vienen. Me he permitido sentir la soledad como un autodescubrimiento entre un ambiente nostálgico. No es lo mismo cuando te cuestionas a ti mismo en verano. El sol tiene otros efectos.
En otoño Alemania es de otro color y otro olor; los parques se vuelve de colores naranjas, menos verdes, no tan amarillos, lleno de hojas por todo su suelo.
Muchas de esas aún no truenan cuando las pisas, están recién caídas. En algunos pasillos no ves el piso, sólo hojas, tupiendo el suelo, el camino.
No está sucio el parque, está renovándose, muriendo para renacer. Sus hojas son decorativas como huellas del cambio, como la evolución de esas increíbles 118 hectáreas de área verde, de jardines con paseos, lago, entradas emblemáticas, monumentos, fuentes y en otoño… inigualable. Lo camine por varias horas y el efecto siempre me llevaba a hacerme preguntas: ¿Esto es un parque? ¿Qué haré cuando termine? ¿Medellín se pone así en otoño? Nos faltan árboles. Paraba en algún rincón, me cuestionaba, respiraba y avanzaba.
Ayer estuve leyendo sobre Toledo una ciudad imperial que alberga historia cristiana, judía y musulmana. Por si sola es interesante, histórica y multicultural.quizas cuando viaje allí, bajare del tren caminare hacia el casco histórico, y cualquier rincón, camino, calle o pasillo se veran invadido de las hojas de los árboles. Ni tanto sol ni tanta sombra. Caminaba sola sin importar perderme, teniendo en cuenta que no estaba perdida en Alemania, quería perderme en el otoño, en el aire fresco, en los ratos de sol, en los ratos de sombra. En una banca tomando un café, observando a los turistas, identificando a los locales, escuchando idiomas.
Ahí andaba caminando entre callejuelas, sin mapa, sin reloj, pisando las hojas, sentándome en una banca,viendo subir y bajar los trenes, disfrutando del otoño y de lo que conlleva su atmosfera, esa parte de nostalgia.
En este otoño pensé en los ciclos, en la representación de la caída de esas hojas, la muerte que representa la vida y la transmisión de una paz radicada en los colores.
Etapas que se dan una y otra vez pero nunca con el mismo efecto, ciclos que cierran y se abren pero nunca se repiten, no son las mismas hojas, ya no vuelven. Así como las decisiones. Pensar, no he hecho más que pensar en este otoño.
Es en esta fecha que los estadounidenses dan gracias con una cena que tiene a un pavo como protagonista, en China la octava luna llena del año representa la fiesta de la luna, y cuántas lunas no terminan siendo sólo de octubre, del otoño. En Taiwán el festival de mitad de otoño es una fiesta al romanticismo, es pues el otoño romántico y nostálgico.
¡Otoño no te acabes! porque no se ustedes, pero yo me siento más emocional; se agudizan los sentidos de la melancolía, del ayer; se concentran las inquietes entre la incertidumbre y la reflexión, entre la nostalgia y la tristeza, entre la paz y la felicidad.
Acto 74: Cuidado con los tulipanes de Holanda
Quién podría imaginar que una flor tiene poderes. Los tulipanes los tienen, te llaman, aparecen como aquellos que te quieren trasladar a su restaurante del brazo y no te sueltan hasta llevarte a su terreno. La diferencia es que aquí, no hay nada a cambio, los tulipanes sólo buscan la contemplación, los descarados.
Vas caminando y te llaman por tu nombre. Su lenguaje se mete a tus ojos, a tus oídos, a tu nariz y te seducen, te atrapan. Fui presa fácil, lo reconozco. Dejé de lado la ciudad y sólo tenía ojos para los maceteros, no te puedes descuidar porque sin darte cuenta no querrás más que seguir encontrándotelos, me refiero a los tulipanes de Holanda.
¡Cuidado!
Algo había escuchado de la fama de esos, los tulipanes, pero tuve que ir a Ámsterdam para comprender que “Un tulipán no trata de impresionar a nadie. No se esfuerza en ser diferente de una rosa. No tiene que hacerlo. Es diferente. Y hay sitio en el jardín para cada una de las flores” decía Marianne Williamson. Y el jardín de estos tulipanes es nada más y nada menos que las tierras de Países Bajos.
Los tulipanes de Holanda: culpables de hacerte viajar
Durante la época del «tulipán manía» en el siglo XVII en Holanda, algunos bulbos de tulipanes llegaron a ser extremadamente valiosos, hasta el punto de que un solo bulbo podía costar tanto como una casa en el mejor barrio de Ámsterdam. Este fenómeno económico es uno de los primeros ejemplos registrados de una burbuja especulativa en la historia.
No soy la única que ha caído en las garras de la dulzura y el encanto de un tulipán, estos tienen un largo historial. Sus colores, la intensidad de esos colores, y el derroche de elegancia y fragilidad de sus pétalos con su tallo largo y delgado, sin espinas de por medio, dan como resultado millones de víctimas al año.
Personas que viajan a Países Bajos para visitar sus ciudades y que quedan atrapados por los tulipanes que florecen en primavera y que aún se dejan ver en verano; viajantes de todo el mundo que llegan a este país europeo pensando que los tulipanes son una flor más.
¡Qué ingenuos!
Apenas miden 30 o 60 centímetros y son el símbolo de este país y también de Turquía e Irán, de donde es originario el tulipán. Se habla de más de 150 especies pero quién sabe cuántas más habrá y aún lo desconocemos, porque sus raíces se expanden y está claro que su asentamiento en estas tierras les ha dado mucho poder.
Los tulipanes tienen ciudades y campos de rehenes, incluso son dueños de parques sólo para ellos, es de ellos, ¿nosotros qué somos? Unos simples espectadores hipnotizados por esas diminutas pero potentes chispas de ternura y belleza que provocan el mismo efecto que los rayos del sol sobre una barra de chocolate.
La invasión de los tulipanes de Holanda
Imaginen lo que pasa en nuestro interior, con el corazón, los ojos, con los sentimientos que desconocemos que existen y que se estimulan cuando vemos a millones y millones de tulipanes juntos. Hectáreas, campos de tulipanes que desarticulan fácilmente a cualquiera para dejar salir a chorros, escurriendo, la miel más profunda de tu ser sin que puedas hacer nada por controlarlo; debes dejar de mirarlos para recuperar la cordura, alejarte.
Y lo peor, no hay vacuna, sólo puedes derretir y sentir como te brota la emoción y la exaltación por los poros. Hay quienes gritan como si vieran a un bebé de meses vestido con un traje de osito de peluche, otros se quedan sin palabras, muchos se inclinan hacia ellos con los brazos abiertos como si pudieran abrazar e incluso, como si intentara darle una mordida a una de las piernas o al gordito de los brazos de ese bebé de meses. ¡Una vergüenza!
En los Jardines Keukenhof o el Jardín de Europa, como le conocen algunos, se halla a unas seis horas en coche de Ámsterdam, una de las zonas con más víctimas. Más de 32 hectáreas de granjas y campos abiertos de millones y millones de tulipanes. La mayor parte de los campos de cultivo se encuentra en el Noordoostpolder, en Flevolanda y en la región llamada Kop van Noord-Holland, que acoge la zona continua de cultivo de bulbos más extensa de Holanda.
Año con año llegan millones de visitantes desde mediados de marzo hasta finales de mayo, cuando todas las zonas afectadas se convierten en mosaicos de color naturales sin vergüenza alguna.
Temporada de tulipanes en Holanda
Según cuenta el Museo del Tulipán en Ámsterdam, la primera floración de estos malhechores fue en 1594 en el Hortus Botanicus de la Universidad de Leiden. Se señala como víctima y responsable al botánico Carolus Clusius, quien introdujo a la región las pequeñas bombillas al jardín de la universidad de Viena y lo demás son historias con muchas versiones.
Este hombre por cierto, encontró en esta y otras flores malhechoras, el pretexto para viajar por Europa y escribir, y publicar; una de sus travesías fue recorrer la Península Ibérica durante dieciséis meses como botánico.
Lo que pasó después fue una epidemia.
Empezaron a brotar incluso imitaciones y experimentos de tulipanes, aparecieron ladrones de bulbos, empezaron a vender en el mercado, después pasaron a tiendas y de pronto, estuvo a la par del mercado de diamantes; una infección letal y caótica.
Pinturas de tulipanes, festivales de tulipanes, fiestas y eventos sociales decorados con tulipanes, tulipanes para la novia, tulipanes para la suegra y de pronto, llega la tulipomanía, uno de los primeros fenómenos de especulación de los que se tiene noticia que provocaron una gran burbuja económica y una crisis financiera. Una flor provocó una locura, todos querían un bulbo de tulipán.
Holanda está casada para siempre con los tulipanes, incluso le acompaña el apodo de ‘floristería del mundo’. Ahora hay tulipanes y festivales hasta en ciudades como en Nueva York y en Holland Michigan, ciudades estadounidenses con fuertes raíces de tulipanes. Cada año se dan al menos tres mil millones de bulbos de tulipán en Holanda, está claro que no tenemos salvación porque además son un puño de millones los que salen a otros países, a Estados Unidos, a Japón y al norte Europa; que tengamos información corroborada.
Es duro, pero es verdad.
Mi encuentro con ellos me dejó desorientada en cuanto llegué por la estación de tren de Ámsterdam. ¡No me lo esperaba!
Era abril, la peor fecha.
Caminé y salí acelerada como siempre que llego a un lugar nuevo, y no pasó mucho tiempo cuando empecé a sentir ese mareo. El poder del tulipán. Comencé a caminar más lento, a desviarme, no lograba andar en línea recta.
Me di cuenta qué estaba pasando, los tulipanes me estaban hablando y sin darme cuenta ya estaba vuelta loca por ellos, sin más. Es terrible el efecto desmesurado, lo decía al inicio de este texto, lo advertía, pues aunque parecen inofensivos e irresistibles, cuentan con enormes poderes, repito:
¡Cuidado con los tulipanes de Holanda, pueden sacar todo el almíbar que llevas dentro!
Acto 75: Mercado de navidad Colonia Alemania
Alemania es generalmente conocida como el lugar de nacimiento de los mercados de Navidad. No es de extrañar que aquí usted pueda experimentar lo mejor de esta encantadora tradición de vacaciones. Y Colonia, localmente Köln, es el hogar de algunas de las ferias festivas más destacadas de todo el país. La ciudad de 2.000 años ofrece varios exquisitos mercados navideños, que suelen abrirse alrededor de finales de noviembre y durar hasta finales de diciembre.
El mercado de Navidad de Colonia es uno de los más bonitos de Alemania y hace que la ciudad se embarque en un sueño navideño hasta vísperas de la Navidad. Nada menos que 7 mercados de adviento pueblan la ciudad, desde el magnifico mercado de la plaza de la catedral, al del viejo mercado pasando por un mercadillo de navidad en un barco a orillas del Rin.
Mercado de Navidad de Colonia
Colonia se enloquece con la Navidad y el ambiente está garantizado. Mucha gente cena estos días al aire libre con la familia, amigos o con los compañeros de trabajo en cualquiera de los mercados que ofrece la ciudad. Un buen Glühwein,(vino caliente) con una buena salchicha u otras especialidades para compartir con la gente que tú quieres.
El mercado de la catedral es sublime por el mismo templo, uno de los más bonitos del mundo, por su gigantesco árbol de navidad iluminado o por sus continuos espectáculos musicales.
Una pista de patinaje sobre hielo al aire libre y románticos y fríos paseos por el Rin completan este grandioso ambiente.
Visita guiada
Colonia es una ciudad con mucha historia y vale la pena disfrutar de una de las visitas guiadas. Con la tarjeta de Colonia podrás disfrutar de transporte gratuito (excepto metro) y obtener importantes descuentos en museos, atracciones turísticas y restaurantes tan solo por 9€.
Mercado del Casco Antiguo
(Weihnachtsmarkt Kölner Altstadt)
Es una maravilla para mayores y pequeños. Aquí tiene su cuartel general Santa Claus. También hay un encantador teatro de marionetas y los puestos de madera de este mercado donde se puede encontrar cualquier adorno de Navidad para luego decorar tu propio hogar.
Se cuenta que en este lugar vivían y trabajaban los duendes (Heinzelmännchen) así que el mercado hace honor a sus anfitriones y está profusamente decorado con motivos que recuerdan a estos simpáticos personajes. Obviamente como cualquier mercado de navidad que se aprecie no faltan las especialidades locales para calmar los estómagos más exigentes y los paladares. El mercado se encuentra a 200 metros de la catedral.
Mercado de Navidad del Casco Antiguo de Colonia
HORARIOS
Del 24/11/24 al 5/1/25
Cada día de 11h a 22h
Abrio sus puertas el 18 de noviembre y cierra el 23 de diciembre de 2024. Su horario es de domingo a miércoles de 11 a 21h, jueves y viernes de 11 a 22h y sábados de 10 a 22h. El Domweihnachtsmarkt está presidido por un espectacular árbol de navidad.
Alrededor de 150 puestos de madera ofrecen sus productos en la plaza que está a los pies de la parte trasera de la Catedral (Dom). El marco es imponente y los puestos son una sucesión de tentaciones para los visitantes dónde se puede comprar cualquier cosa relacionada con la Navidad: juguetes de madera, adornos, bolas, gastronomía, Glühwein (vino caliente especiado), etc... Hasta tiene un puesto cubierto la famosa tienda de artículos de Navidad de Kate Wolfhart, que aunque cara no conviene perderse.
Una de las tradiciones de estos mercados navideños, como así sucede en Colonia, es tomarse un buen Glühwein (vino caliente especiado) y si quieres llevarte un recuerdo barato por 3 € más o menos te llevas la taza o el vaso conmemorativo.
En el centro del recinto hay un escenario dónde se suceden actuaciones musicales y artísticas de muy buena calidad. Qué mejor que estar tomándose una buena cerveza alemana o un reconfortante vino caliente escuchando un buen espectáculo de jazz. Y todo ello sin pagar.
Mención aparte son los placeres culinarios que podemos probar por un módico precio: salchichas, bocadillos de raclette, carne recién hecha al fuego en calderos medievales, sopas calientes y mucho más, que hace que comer o cenar aquí sea bueno, bonito y barato. Imprescindible.
Mercado de Navidad de la Catedral de Colonia
HORARIOS
Del 18/11/24 al 23/12/24
De domingos a miércoles de 11h 21h
Jueves y viernes de 11h a 22h
Sábados de 10h a 22h
Mercado de Navidad de los Ángeles (Markt der Engel, Weihnacht auf dem Neumarkt)
Este mercado es precioso y con su propio carácter. Como su nombre indica está basado en la figura de los ángeles. Por todo el mercado se puede contemplar esta figura en forma de decoración o incluso humana. Los casi 100 chalets del mercadillo están inspirados en esta figura porque son de blanco puro y realmente le dan un aire celestial. Por último destacar la ubicación de este maravilloso mercadillo, con la imponente catedral de Colonia al fondo. Con un buen trípode las fotos son excelentes e inolvidables.
Village de St. Nicholas (Märchenweihnachtsmarkt auf dem Rudolfplatz)
Este es el mercado de Colonia dedicado a los pequeños. Todo el mercado, así como su decoración está basado en los cuentos de los famosos Hermanos Grimm. Está a unos 10 minutos del anterior mercado de la Neumarkt a los pies del imponente Hahnentorburg y tiene aproximadamente 60 puestos. Como casi todos los mercados de adviento abre sus puertas el 18 de noviembre y cierra el 23 de diciembre de 2024. Su horario es de 11 a 21h, excepto los viernes que es de 11 a 22h los sábados que es de 10 a 22h. Además Papa Noél visita el mercado para recoger las cartas de los niños
Cómo tradición
Mercado de Navidad de los niños
Mercado de Navidad del Puerto (Kölner Hafen Weihnachtsmarkt)
La ciudad de Colonia en su afán porque sus visitantes pasen unos días de adviento inolvidables inauguraron en 2011 un nuevo mercado que se asienta en la zona del Museo del Chocolate y a los pies del Rin. Es un mercado muy moderno en la línea de este barrio marítimo. Abren el 18 de noviembre y cierran como todos el 23 de diciembre de 2024. Su horario semanal es de 11 a 21h, sábados y domingos de 11 a 22h.
Mercado de Navidad del Jardín Stadtgarten (Weihnachtsmarkt im Stadtgarten)
Se celebra del 18 de noviembre al 23 de diciembre de 2024. Su horario es de 16 a 21:30h de lunes a viernes y de 12 a 21:30h sábados y domingos. Es un mercado diferente lleno de arte y muy cultural. Un mercado diferente, dónde se pueden encontrar los adornos más innovadores o artísticos.
Regalos navideños
Otros lugares para celebrar la Navidad en Colonia
Además de los mercadillos principales, hay otros más pequeños en otros barrios más alejados del centro como el de la Plaza Chlodwigplatz, Stadtteilen o los mercadillos de Navidad alternativos.
Paseo de los Pesebres (Kölner Krippenweg)
Colonia celebra a lo largo de este año la vigésima edición de su conocido paseo de los pesebres. Este discurre por los lugares más emblemáticos de la ciudad como son la Catedral, la estación principal, el musical Dome, mercados navideños u otros lugares emblemáticos. En cada estación hay un belén tradicional, moderno, diferente, etc... Hay 110 estaciones! así que hay infinidad de belenes para disfrutar y admirar. Si eres un fanático de los mismos, sin duda es una obligación verlos. Para el resto, es otra manera
Acto 76 Alemania en invierno: Nieve, velas y vino caliente
El invierno es la estación favorita de todos los románticos. En el exterior, los bosques cubiertos de nieve y los lagos helados nos llaman la atención. El interior es acogedor, con galletas, vino caliente y luz de velas.
Romanticismo invernal
La primavera, el verano y el otoño tienen su encanto, pero para muchos el invierno es la estación más romántica de Alemania. Cuando hace mucho frío en el exterior, los alemanes se unen más en las largas tardes de invierno. Ya sea en privado y en el círculo de los seres queridos junto a la chimenea ardiente, tomando té, a la luz de las velas o contando historias. En grupos más grandes, los baños termales con sauna, las visitas al teatro y las actividades culturales en el calor son contrastes populares del "programa al aire libre". Pero cuando nieva, ¡no hay quien pare a jóvenes y mayores! Es el momento de las peleas de bolas de nieve, de los muñecos de nieve redondos con sombreros de maceta y largas narices de zanahoria en los jardines delanteros, del trineo, del esquí o del senderismo por los blancos bosques de invierno. El periodo prenavideño es especialmente romántico. Es la época en la que se fabrican o saquean los calendarios de Adviento, el olor de las estrellas de canela recorre las panaderías y los mercados navideños tientan con bratwurst y vino caliente.
En la nieve
Oberhof/Turingia, Garmisch-Partenkirchen/Baviera
Para los amantes del deporte, los sueños se hacen realidad en invierno. Por ejemplo, en Oberhof, en el bosque de Turingia. La zona de deportes de invierno en el centro de Alemania es una de las más famosas del país. Se considera especialmente seguro para la nieve. Incluso los mejores atletas de las disciplinas de biatlón, luge, bobsleigh, esquí de fondo y combinada nórdica se entrenan aquí. Oberhof ofrece dos pistas de descenso alpino, la única sala de esquí de fondo fuera de Escandinavia y una extensa red de pistas de esquí de fondo. Además, hay una pista de trineo natural de dos kilómetros, que es especialmente popular entre las familias. Otro Eldorado para los esquiadores y snowboarders es la zona de esquí de alta montaña de Zugspitze, cerca de Garmisch-Partenkirchen, en el sur de Alemania. Aquí, veinte kilómetros de pistas con nieve garantizada, una temporada extralarga desde noviembre hasta principios de mayo y una espectacular vista panorámica de 400 picos alpinos le llaman la atención. La zona de esquí más alta de Alemania también ofrece tres pistas de trineo y una aventurera pernoctación en un pueblo de iglús en lo alto de las nubes, a 2.600 metros sobre el nivel del mar.
¿Qué puede ser mejor que tomar un baño caliente en el frío del invierno? Alemania cuenta con más de 350 balnearios y centros de salud. Por ejemplo, puede relajarse en la ciudad balneario de Baden-Baden. Aquí, 800.000 litros de agua caliente y rica en minerales brotan cada día desde una profundidad de unos 2.000 metros y le invitan a disfrutar de los placeres termales. Arquitectónicamente espectacular es el Friedrichsbad, un magnífico edificio de 1877 que sigue combinando con estilo la cultura del baño romano con los baños de aire caliente. Una versión más reciente del Friedrichsbad es el balneario Caracalla de Baden-Baden. Aquí, en 4.000 metros cuadrados, la relajación relajante en aguas termales calientes le llama la atención en un ambiente moderno. Si quiere hacer aún más por su sistema respiratorio, la gruta de sal marina de Salina, en Baden-Baden, es el lugar ideal. La sal del Himalaya y del Mar Muerto crea aquí un microclima curativo.
Mmh, delicioso... Alrededor de la Navidad es la época de las delicias culinarias. Además de las almendras, las nueces y el chocolate, se suelen servir pastas dulces. Típico y mundialmente famoso es el pan de jengibre de Núremberg. Una masa dulce hecha de harina, miel, frutos secos y especias como canela, cilantro y cardamomo se coloca en una oblea y se cuece en el horno. Esta delicia picante se remonta a los monjes francos que elaboraban pan de jengibre ya en el siglo XIV. El Christstollen de Dresde también es popular en todo el mundo. Según una receta fija, la harina, las pasas sultanas, la mantequilla, las almendras y todo tipo de ingredientes y especias se mezclan en una pesada masa de levadura y se cuecen en el horno. El Christstollen tiene una larga tradición y se consideraba un pastel de ayuno en la Edad Media. Si no quiere cocinarla usted mismo, también puede encontrar delicias típicas alemanas en los mercados navideños que se celebran por todo el país en diciembre. Pocas cosas hay más románticas que pasear por los mercados iluminados por la nieve, bebiendo vino caliente y disfrutando de las delicias de los puestos.
El país de las maravillas blancas
Montañas del Harz/baja Sajonia, Sajonia-Anhalt y Turingia
Los paseos por los bosques cubiertos de nieve son excursiones a un mundo de cuento. Una de las cordilleras bajas más populares para un paseo invernal es el Harz. Cuando las gruesas capas de nieve descansan sobre las ramas extendidas de las coníferas y los carámbanos brillan bajo el sol de invierno, se revela un mundo mágico. Una ayuda popular para evitar hundirse en la nieve profunda son las raquetas de nieve, que pueden alquilarse in situ.
Si te las pones, podrás dominar los románticos senderos forestales cubiertos de nieve sin esfuerzo. Una atracción especial en las montañas del Harz son los Harzer Schmalspurbahnen, trenes históricos, algunos de los cuales suben al Brocken, la montaña más alta del Harz. Algunos trenes incluso son operados por locomotoras de vapor y soplan a través del paisaje invernal - no hay nada más romántico que esto.
Acto 77 : Museos que debería haber visto
Casi increíble: en Alemania hay unos 6.800 museos. Casas famosas en todo el mundo y colecciones ocultas igual de diversas, desde obras antiguas hasta juegos de ordenador retro. Una selección.
Un revoltijo de rayos láser verdes atraviesa la sala: se requiere un poco de acrobacia para pasar el curso de las líneas de luz en el Museo del Espionaje de Berlín para pasar. Pero después te sentirás como Tom Cruise en el thriller de agentes "Misión Imposible", que tuvo que hacer algo parecido.
En otros museos alemanes, sin embargo, podrá adentrarse en los maestros antiguos o en la fotografía moderna. Otros documentan la variedad típicamente alemana de la cerveza o el pan. O los museos le llevan a un viaje por la historia de la tecnología, la arquitectura antigua o la era de los dinos. En resumen: la diversidad de museos proporcionaría material para un recorrido cultural por Alemania que duraría años.
En Museo de Pérgamo En la Isla de los Museos de Berlín se puede admirar una puerta de ciudad milenaria: la Puerta de Ishtar de Babilonia, que fue descubierta durante unas excavaciones alemanas a finales del siglo XIX y transportada a la capital alemana. Como uno de los museos más importantes de la historia de la cultura, alberga otras obras maestras de la arquitectura mundial entre sus cientos de miles de objetos, como la puerta del mercado romano de Mileto.
Una vez en el lugar, no se pierda los otros museos de la isla del Spree: El Antigua Galería Nacional reúne como una de las más importantes colecciones alemanas de arte del siglo XIX, incluyendo obras maestras de Claude Monet, Auguste Renoir o Auguste Rodin. Uno de los aspectos más destacados: "El monje junto al mar" (1808-1810) de Caspar David Friedrich, otra: "Autorretrato" (1885) de Sabine Lepsius.
¿Y aún no has visto a la mujer más bella del mundo? ¿Al menos el busto más bello de una mujer? En Nuevo Museo La famosa Nefertiti es el único objeto de la Sala de la Cúpula Norte, alojado en una vitrina alta. El Museo Bode, con su colección de monedas y esculturas, forma parte del conjunto de edificios de la Isla de los Museos, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Al norte de Berlín, en el mar Báltico, se encuentra Rostock, una de las ciudades portuarias más importantes de Alemania. Allí está amarrado: el buque de 160 metros de largo "Dresde"un carguero de producción de la RDA. Hoy es el mayor museo flotante de Alemania. Se documenta la evolución de la construcción naval, desde la piragua eslava hasta la producción controlada por ordenador de los grandes astilleros modernos, incluido el acceso al puente y a la sala de máquinas. El Museo Marítimo Internacional de Hamburgo también presenta la historia marítima en el "Kaispeicher B", incluyendo pinturas. Los aficionados al modelismo estarán encantados con las 50.000 miniaturas que van desde posavasos hasta cruceros.
Hablando de Dresde, la capital de Sajonia es también un punto de interés para los viajeros culturales. Sólo por los Antiguos Maestros, que se exponen en el Zwinger, un complejo de edificios barrocos. Esta colección de 300 cuadros de los siglos XV al XVIII también está considerada como una de las más importantes de su género. La "Madonna Sixtina" de Rafael, por ejemplo, uno de los cuadros más famosos del Renacimiento italiano, es una prueba contundente de ello.
Muchos otros museos de arte gozan de buena reputación entre los viajeros culturales de todo el mundo: Los tres Pinakotheken en Múnich albergan innumerables obras desde el Renacimiento hasta la época moderna. El Städel en el Museumsufer de Fráncfort del Meno comienza a finales de la Edad Media. Podrá ver inquietantes óleos de Alberto Durero y Jerónimo Bosch, así como miles de fotografías u obras de Gerhard Richter, uno de los artistas vivos más caros. Colonia Museo Ludwig tiene la mayor colección de arte pop americano fuera de los Estados Unidos y la tercera colección de Picasso más grande del mundo.
Otros museos se han especializado temáticamente y, sin embargo, cuentan historias culturales completas: En Museo del Chocolate de Colonia se puede degustar el chocolate en una fuente, y los orígenes históricos del grano de cacao, que ha servido como afrodisíaco y ofrenda de sacrificio, también son fundamentales. El amor alemán por el pan, pero también las raíces histórico-culturales de la alimentación y el consumo es el tema de la Museo del Pan en Ulm, la historia de la cerveza y la cervecería el Münchner Museo de la Cerveza y la Oktoberfest - uno de los muchos en el país de la diversidad cervecera. En Berlín podrá sumergirse en Museo de juegos de ordenador 60 años de desarrollo de juegos, y se puede apostar: por ejemplo, Nimrod, el primer juego de ordenador de 1951. Hay 30 museos de juguetes entre el Rin y el Oder, uno de los más conocidos en Nuremberg. La ciudad franca de Núremberg también presenta la historia más oscura de Alemania. El Centro de documentación de los terrenos de reunión del Partido Nazitrata de la tiranía nacionalsocialista.
Los nacionalsocialistas celebraron sus convenciones del partido en el extenso terreno de 1932 a 1938. Se trataba de espectáculos de propaganda escenificados frente a la arquitectura monumental. En las visitas guiadas se puede ver la gigantesca tribuna del Zeppelin o el inacabado Palacio de Congresos.
El viaje en el tiempo comienza con el período posterior a la Segunda Guerra Mundial en el Casa de la Historia en Bonn, la capital de Alemania Occidental hasta 1990: La exposición permanente "Nuestra historia - Alemania desde 1945" explora cuestiones como "¿Qué tipo de relaciones mantuvieron la RFA y la RDA?" o "¿Cómo surgió la Guerra Fría?". A través de objetos originales, como el Mercedes del canciller Konrad Adenauer, se recorre la historia desde la división de Alemania, pasando por la reunificación, hasta la actualidad.
Las historias que puedes revivir en el Casa de la Emigración Alemana de Bremerhaven puede revivir. En lugar de un billete de entrada hay una tarjeta de embarque. Esta actividad le llevará a través de la historia de la emigración alemana sobre la base de destinos familiares reales, comenzando por la sala de espera en el puerto de emigrantes en el lugar histórico original, desde donde 7,2 millones partieron hacia el Nuevo Mundo.
Y, por supuesto, el panorama museístico alemán estaría incompleto sin sus museos de naturaleza y tecnología de categoría mundial. En el Deutsches Museum de Múnich podrá descubrir una réplica del Z3, el primer ordenador digital programable del tamaño de un armario, diseñado por el inventor berlinés Konrad Zuse, o el primer submarino militar alemán de 1906. En la sucursal de la sede muniquesa, el Deutsches Museum de Bonn, podrá conocer la historia del "cazador de partículas" Wolfgang Paul. El físico alemán recibió el Premio Nobel de Física en 1989 por el desarrollo de un aparato para almacenar partículas, la "trampa de Paul".
¿Y qué habría sido de la industrialización en Alemania sin el acero, el carbón y la industria del automóvil? En el corazón de la región del Ruhr, conocida como la "olla de carbón", el mayor museo minero del mundo y la mina para visitantes le esperan en Bochum, mientras que las ciudades automovilísticas de Wolfsburgo, Múnich y Stuttgart albergan los museos de las fábricas de Volkswagen, BMW, Mercedes y Porsche. Así que pise el acelerador: los museos de Alemania le esperan.
Acto 78: Cerveza alemana: Una tradición para beber
¿La bebida alcohólica favorita de los alemanes? Eso sólo puede ser cerveza. Estadísticamente, cada alemán bebió 95 litros de cerveza en 2020. En la actualidad, unos 5.000 tipos de cerveza diferentes ofrecen una gran variedad. Se producen en alrededor de 1.500 cervecerías en el destino de Alemania, más de la mitad de ellas en el estado sureño de Baviera. Esta diversidad es única en el mundo.
Sin embargo, los alemanes no inventaron su bebida preferida, aunque eso se ajustará demasiado bien. Al ser una de las bebidas alcohólicas más antiguas, las múltiples etapas de desarrollo de la cerveza se remontan a los primeros tiempos. A cambio, la producción actual de cerveza se ha perfeccionado en Alemania. Desde hace más de 500 años, la Ley de Pureza alemana garantiza unos ingredientes claramente regulados: Agua, malta, lúpulo, levadura, y nada más.
Todo lo demás no es cerveza, después de todo, no se puede jugar con la llamada Ley de Pureza. Y esto se aplica a mucho más que una pura promesa de calidad; es prácticamente la ley de protección del consumidor más antigua del mundo, que data de 1516. Antes de eso, la cerveza servía como sustituto saludable del agua, que normalmente estaba contaminada. En aquella época, la cerveza se fortificaba con todo tipo de ingredientes cuestionables. Esta práctica terminó con la introducción de la Ley de Pureza. El ingrediente levadura se añadió un poco más tarde. Una cosa es cierta: los cerveceros alemanes siguen respetando la Ley de Pureza en la actualidad. No en vano está reconocido en todo el mundo como sello de calidad.
Ingredientes claros y, al mismo tiempo, diversas variedades regionales de cerveza: casi se podría pensar que cada región tiene sus propias preferencias en cuanto al "sabor de la cerveza". Al ser la cerveza más consumida, la "Pils" está representada en toda Alemania, aunque la receta original se remonta a la ciudad checa de Pilsen. Refrescante y pálida con una fuerte nota de lúpulo, se elabora de forma económica y en muy poco tiempo. Los expertos la denominan "cerveza completa fermentada en el fondo". Su antagonista es la "Altbier de alta fermentación", muy popular en el oeste de Alemania y fácilmente reconocible gracias a su color oscuro de malta. Qué sería de Düsseldorf sin su Altbier... A los bávaros les gusta un poco más afrutada con la tradicional "Weizenbier", servida en elegantes vasos largos, preferiblemente en la cervecería bávara. Hay innumerables variedades que los alemanes disfrutan como refresco en verano, como bebida al final del día o simplemente para divertirse. Y con razón, porque tiene un sabor delicioso.
El amor por la cerveza se refleja incluso en el lenguaje. A los alemanes les gusta hablar de "algo que se está gestando". Significan que se avecina una tormenta o, en sentido figurado, que se avecinan problemas o peleas. Y cuando todos los esfuerzos son en vano, a menudo se oye la exclamación: "Es inútil". Otros innumerables modismos dan vida a la lengua alemana.
Así que, antes de hacer algo, tómense una cerveza juntos y descubran más modismos de la lengua alemana.